No son micro porque sostienen un problema enorme y perpetúan la violencia de género y el poder de unos sobre otras
Ciudad de México (N22/Alberto Aranda).- Chistes, comentarios, actitudes que en apariencia no llevan una carga de violencia hacia las mujeres, en realidad sí lo son. Esas conductas, ya sean físicas o psicológicas, son aprendidas desde la infancia, reforzadas en la escuela, el trabajo y en la casa y, sobre todo, normalizadas y aceptadas. Para visibilizarlas y hacernos conscientes de ellas, Claudia de la Garza y Eréndira Derbez hicieron el libro No son micromachismos cotidianos.
«En realidad son cuestiones que están soportando todo este sistema y que deriva en injusticia, en violencia, en asesinatos. En realidad es muy importante que vayamos transformando esas conductas “pequeñas” que nos hacen pensar en la posibilidad de que unos son superiores que otras», señaló Claudia de la Garza.
Las ilustraciones que acompañan las historias reunidas fueron elaboradas por Eréndira Derbez, quien también es coautora. «Justo me las encontré el otro día y las pegué; estas son las ilustraciones originales y se me iban ocurriendo cosas y con la pluma que tenía en turno las anotaba y hacia bocetos y de repente ya las digitalicé. En algún momento de Semana Santa, porque estaba de vacaciones del trabajo de la universidad en la que trabajo y me salieron; qué te digo, es la vida real, son comentarios de gente que conozco.»
Las 98 historias reunidas en este libro son ejemplo de cómo hemos normalizado, tolerado e incluso aceptado la violencia hacia las mujeres y fomentado una sociedad desigual.
«Realmente te das cuenta que hay hombres muy violentos. Ministros en la Suprema Corte de Justicia que violentan a sus ex esposas y no quieren pasar la pensión alimenticia y que tienen ese nivel de preparación y ese rango de cargo; y también hay senadores que dicen esas cosas como “me case contigo para mí” y que se supone tienen muchos estudios, lo cual es muy cuestionable pero eso muestra cómo el acceso a estudios no te quita lo macho», señaló Eréndira.
«En la medida de lo posible es no quedarnos calladas y no quedarnos callados porque tú puedes ser un hombre que a lo mejor no ejerce estas violencias o no están viendo el “pack” de la compañerita que te mandan; hay mil formas pero si darte cuenta del chiste machista, del comentario, de la actitud de los otros y no quedarnos calladas, no quedarnos callados, quizá enfrentar; por supuesto que requiere mucho valor», concluyó De la Garza.
Te recomendamos escuchar la conversación que en el podcast Estética Unisex tuvieron sus locutores con las autoras:
Sobre el libro, Lydia Cacho escribió:
«Cualquiera que se pregunte por qué no debe usar el término feminazi, por qué tantos hombres interrumpen a las mujeres, por qué hay hombres aterrados frente al cambio, por qué le damos más valor a una estatua que a la vida de una chica asesinada, cómo se puede ser igualitario más allá del discurso, encontrará aquí las claves para la comprensión y el debate informado. Éste es un libro para quienes argumentan que los hombres siempre han sido así y que las mujeres calladitas se ven más bonitas, porque rabiosas frente a la violencia masiva pierden su encanto; ese encanto que da tanta tranquilidad a una sociedad centrada en las necesidades emocionales de los hombres, de los patriarcas, de los machistas, de los conservadores, de los guapetes de la güisquizquierda. No son micro. Machismos cotidianos puede abrirse en cualquier página para encontrar la respuesta a nuestras preguntas, los argumentos que las chicas y chicos más jóvenes están buscando para enfrentar una absurda guerra de desinformación que pretende acallar las nuevas formas de convivencia entre personas, de la niñez y juventud a veces indefinible y siempre imposible de etiquetar. Es entretenido, lúcido, implacable, claro, realista y honesto, igual que sus autoras.
»Si este libro estuviera en todas las bibliotecas escolares y en las redacciones de los medios de comunicación, el absurdo debate sobre lo que significan la igualdad, el machismo, el feminismo y la violencia de género se disolvería para transformarse en la conversación más urgente de este siglo: cómo hemos sido y cómo queremos ser, cómo educar para vivir en paz, en el amor y en la diversidad que reconoce las diferencias sin que cuestionar o rebelarse frente al pasado merezca el insulto, la descalificación o la muerte.»
Imágenes: No son micromachismos cotidianos