Por Jacaranda Correa
El Festival de Cine Distrital vuelve a sorprendernos con sus apuestas estéticas y narrativas. Así lo vivimos el pasado martes 4 de junio durante la inauguración, al recibir una bomba cinematográfica: Peaches Does Herself.
Una pieza que bien podría considerarse como el manifiesto de un nuevo y radical feminismo en tiempos donde la diversidad sexual y de géneros ha roto todos los discursos posibles, que antaño delinearon la ruptura de las relaciones de poder entre hombres y mujeres.
El escenario no pudo haber sido mejor. El Teatro Fru Fru, uno de los recintos del Centro de la ciudad cobijados por una legendaria historia que lo considera el teatro del destape sexual en México. No es fortuito, recordemos que en los inicios de la década de 1970, ahí se estrenó en la ópera musical Hair, cuya provocación se convirtió en el himno del movimiento hippie en el mundo: amor y paz y libertad sexual. Los protagonistas de la obra aparecían desnudos al final de la obra.
Y más aun, su dueña, por varias décadas, fue ni más ni menos que la octogenaria Irma Serrano, mejor conocida como “La tigresa”. Seducida por la decoración del estilo francés, construyó este espacio con su toque mexicano sin parangón. Un monumento al terciopelo rojo acompañado de piezas doradas consideradas, por años en México, elementos fundamentales de mal gusto, aunque hoy sean ya revalorados por esa nueva cultura kitsch que convirtió lo naco en chido.
“La tigresa”, estoy segura, hubiera disfrutado esta función y porqué no ¡quizá hasta se hubiera animado a desnudarse como lo hiciera ahí mismo hace varias décadas!, al ver una de las formidables escenas de esta película en la que Sandy Keane, septuagenaria streeper americana, reivindica con su desnudez el poder del cuerpo no obstante el paso de los años.
Y comienza la función… Durante 80 minutos seremos testigos de la primera ópera rock concebida no para apreciarse en vivo y en directo, sino para ser filmada. La película abre telón con un hombre de apariencia “normal”, vestido propiamente frente a un atril, quién cuidadosamente y con toda propiedad lee una suerte de manifiesto sobre el empoderamiento de la sexualidad femenina: orgasmos, masturbación, la reivindicación de la vagina como fuente de poder y de disfrute en tiempos cuando cualquier combinación sexual y genérica es posible.
Con un cruce disfrutable de varias disciplinas: el cine, el teatro y el performance, veremos como Peaches, la protagonista principal, directora y productora, replantea en esta película, categorías para entender el cuerpo como depositario de la libertad. Diez performances en total trazan lo que algunos críticos han llamado “ecografía transvaginal”. Mujeres y hombres desnudos, sexo simulado, travestis, transexuales, labios vaginales, penes, consoladores, bicicletas, sillas de ruedas, tatuajes falsos y reales, son la escenografía perfecta para confundirse, reír y luego pensar.
Mientras transcurre la película descubrimos que las múltiples cámaras en el escenario se vuelven ojos inusuales para ver y sentir cada uno de los movimientos, incluyendo el sudor de Peaches y el de su grupo de bailarines llamados fucker fathers. Imposible definir esta película con categorías tradicionales: ¿documental?, ¿película?, ¿documental musical?, ¿registro de un concierto? Quizá nos convenga mirarla con lo que la propia Peaches cataloga como anti juke-box musical.
Para nada es fácil desentrañar la historia, mi recomendación es ver la película anteponiendo las emociones antes que cualquier explicación de tipo racional. Peaches does herself es la historia de una mujer joven quien inspirada en una stripper de casi 70 años (Sandy Kane), decide construir su carrera haciendo música sexual explícita. Su popularidad crece hasta que impulsada por sus fans, decide enamorarse de un transexual, una ella-macho, aunque no hermafrodita. Un momento climático en el que descubre que el verdadero amor se encuentra en un singular transexual que mantiene los dos sexos, y no es hermafrodita. Ahí está el clímax de la película. Un tempo en el que confluyen todas sus aspiraciones femeninas, querer y poseer a una mujer y al mismo tiempo disfrutar del miembro masculino. ¿Para qué conformarse con menos? El resultado es un encuentro amoroso que sólo consigue romperle el corazón en una aventura que la propia Peaches llama de autoconocimiento.
Para nada despreciable, la hechura de esta película es una producción que pasó por más de mil 500 cortes para su edición. Una electro-rock opera, que se alimenta de las canciones de Peaches con fragmentos actuados. Proyectos de los más ambiciosos de Peaches en colaboración con el vanguardista teatro berlinés Hemmel am Ufer Theater.
No quiero contarles más, simplemente los invito a ver la próxima proyección de Peaches does her self.Una apuesta cinematográfica cuyo radical discurso pasa por la afirmación de la sexualidad femenina, desdeñando cualquier rol pasivo y elevando el mensaje de que amor y sexo no solamente son terrenos distintos sino, que además rebasan conceptos tradicionales y harto convencionales que insisten en enfrascar a la humanidad en el cuento de Adán y Eva.
Esta opera rock es un manifiesto provocador que cuestiona las fronteras porosas entre géneros y que considera ciertas prácticas sexuales como tabú. Peaches does her self es también una oda al cuerpo como posible depositario de la verdadera emancipación, el único territorio en donde podríamos encontrar la verdadera libertad en estos tiempos de obsesiva homogeneización planetaria.
Peaches does her self se presenta el próximo domingo en el Cine Tonalá, a las 7 de la noche en el marco del festival distrital
Para ver la programación de Distrital:
http://distrital.mx/?p=4487