La actriz chilena habla de su experiencia en Ema, cinta de Pablo Larraín que aborda el cuerpo, la maternidad y la amistad desde una perspectiva líquida
Park City, Utah (N22/Ana Laura López Flores).- Mariana di Girolamo protagoniza Ema, cinta de Pablo Larraín en la que, además, vuelve a dirigir al que de alguna forma se ha vuelto su actor fetiche, Gael García Bernal. Aquí una charla con la actriz chilena desde el festival de Sundance.
¿Podrías contarnos sobre tu experiencia en esta película en cuanto a su retrato del cuerpo, de la feminidad? ¿Cómo fue tu experiencia como actriz y tu relación con tu propio cuerpo en este proceso?
Ema es una bailarina de Valparaíso, casada con un coreógrafo –el personaje de Gael García. Yo no soy bailarina profesional. Me tocó entrenar arduamente como un mes y medio, dos meses. Siempre me ha gustado bailar. Lo necesito para vivir, pero nunca lo había hecho de manera profesional. Así que estuvimos entrenando con un coreógrafo que se llama José Luis Vidal y con su compañía. Muchos de ellos son mis amigos. Ema tiene un grupo de amigas que la siguen a todos lados y que le ayudan y la apoyan para que cumpla su objetivo. Fue un trabajo intenso y muy importante para mí. Yo quería bailar como estos bailarines profesionales y tuve que entender cuáles eran mis limitaciones al no tener una formación profesional, mis virtudes, cómo se movía Ema, cómo seduce –porque también el baile es parte de sus modos de seducción. Fue un trabajo de autodescubrimiento muy interesante, retomar el cuerpo, que lo tenía un poquito abandonado. Trabajamos en paralelo con el coreógrafo y con las coreografías de reggaetón con otra chica.
La película aborda la maternidad y la feminidad de maneras atrevidas y controvertidas. ¿Cómo te posicionas tú frente a esto?
Veo esta película como el reflejo de una generación. Si bien es una ficción, es un retrato de algo que está sucediendo. No es una película premonitoria, pero creo que Pablo, en su sensibilidad, pudo olfatear esto que estaba pasando en Chile. Esta generación que es más chica que la mía vive al margen. Están agotados de todos los cánones morales, conocen muy bien el poder del colectivo, de la tribu. Son mujeres libres y empoderadas –que está muy manoseado el concepto, pero es verdad–, sin miedo, sin culpa. Ema, curiosamente, al pertenecer a esta generación quiere ser madre a toda costa; tiene una visión muy liberadora respecto a la maternidad sin la postergación absoluta o la dependencia. Siendo lo punky que es, quiere tener una familia. Una familia diversa, contemporánea. Es una visión muy liberadora, quizás anómala y hermosa.
¿Cómo ha sido la recepción alrededor del mundo en la corrida de festivales de la película? ¿Cómo ha sido la respuesta en la diversidad de públicos que han conocido esta historia?
Ha sido muy diferente en cada lugar. En Venecia, que fue nuestro estreno, había muchos periodistas muy shockeados, les costaba hacer preguntas. El tema del reggaetón ha generado mucha controversia también. Para mí, que soy chilena, y crecí con el reggaetón no es ninguna novedad. No me parece contradictorio ser, por ejemplo, una mujer feminista y bailar reggaetón. Para un público más adulto esto generó toda una revolución. Hay quien lo ve como algo denigrante para la mujer, machista, etcétera. En Toronto ya era todo un poco más chill, más cool.
El tema del sexo, por ejemplo: el amor entre ella y sus amigas es un amor más líquido, no romántico, se relacionan sexualmente y amistosamente sin distinción. Ha generado distintas opiniones, es una película abierta. Cada quién lo aborda desde su lugar, desde su biografía, desde su moral. Nadie ha sido indiferente. Ha generado mucho debate y eso me parece maravilloso.