A través de la actuación de Antonio Banderas, el director español da forma a este drama de corte biográfico que llega al cine mexicano este fin de semana
Ciudad de México (N22/Julio López).- ¿Que marca la vida y la obra de un artista? Tal vez sea el amor o una relación tortuosa, puede ser la primera infancia o la dependencia de los padres, un accidente o simplemente recordar todo lo vivido.
Esa es la pregunta que responde Pedro Almodóvar en su más reciente película, Dolor y gloria, la historia de un hombre adulto en crisis emocional y profesional. Salvador Mallo alcanzó la cima de su carrera como cineasta muchos años atrás, pero ahora se encuentra solo y enfermo. Lo aqueja la migraña, tiene ataques de ansiedad y los dolores de espalda lo persiguen de día y de noche; sin embargo, lo que más lo atormenta es su incapacidad de crear, de construir, la imposibilidad de recuperar esa chispa de lucidez que le daba sentido a su vida.
El largometraje está construido por pequeños episodios, historias que funcionarían de forma independiente, ligadas de manera sutil y elegante por el director. Este es un viaje por la intimidad del protagonista quien poco a poco se revela a sí mismo, se desnuda ante el espectador y ese acto se agradece.
Antonio Bandera ha sido el cómplice perfecto para filmar Dolor y gloria, su interpretación raya en la perfección, cada gesto, cada palabra y cada mirada ha sido ensayada con mucho rigor. Es claro que Almodóvar no le iba a dejar a cualquiera la responsabilidad de representarlo en la pantalla ya que plasma mucho de su vida como artista y como hombre.
Aquí el drama no es tan cruento como en otras de sus películas, se narra con ligereza, aflora la nostalgia y el romanticismo; sin embargo, no renuncia a la idea de que siempre se sufre por lo que se ama y ese dolor te convierten en la persona que eres.