Redacción/CDMX
En el siglo XVII, cuando los alquimistas llevaban más de mil años intentando fabricar oro, de manera infructuosa, Henning Brand, comerciante y alquimista de Hamburgo, Alemania traía una idea en mente con la cual consideraba él sí tendría éxito.
Suponía que el propio cuerpo humano podría contener este mental, y la forma de extraerlo sería destilando la orina.
Estimaba que en el líquido dorado excretado por los humanos, debería existir el valioso elemento pero debía estar en pequeñas cantidades.
Así que obtuvo 5 mil 500 litros de tal líquido, el cual hirvió para eliminar el agua, tras el proceso de ebullición quedó una pasta espesa.
La calentó a alta temperatura por varios días, hata obtener un líquido rojizo, enfrió la sustancia en agua, y al final se tornó blanca.
Sin saberlo, consigió un elemento nuevo, el cual ardía con más brillo que cualquier cosa conocida, pero dejaba fríos a los objetos cercanos. Hoy, se le conoce como fósforo.
De toda la cantidad de orina destilada solo obtuvo 120 gramos de fósforo.
Utilizó parte de esta porción en su lucha por fabricar oro. Al final vendió el secreto de su proceso de fabricación.
Más tarde, otro alquimista, llamado Robert Boyle refinó el método de producción del fósforo hasta colocarlo en la punta de un palillo de madera para crear los cerillos.
Boyle, realizó una crónica de sus procedimientos, y escribió el libro “The Skeptical Chemist”, que muchos académicos reconocen como el primer libro de química.
(Con información de bigthink.com)