Las mujeres pastoras wakhi de Pakistán, tradición y fortaleza

Redacción/CDMX

En una aldea perdida de Pakistán, un grupo de mujeres desde hace muchos siglos se dedica a pastorear.

Las llamadas pastoras wakhi se han abierto paso en las montañas de Karakoram al noreste de Pakistán, para dar de pastar a sus rebaños, mientras que los hombres se quedan en la casa haciendo labores de agricultura.

Entre silbidos y gritos las mujeres acarrean a sus cabras, ovejas y yaks para que estos no caigan por la ladera de la montaña.

Aunque comentan que en los años pasados había más ganado y la mayoría de las veces las mujeres pastoras estaban acompañadas de sus hijos pequeños en sus espaldas.

Ahora solo quedan siete pastoras, por ello el recorrido cambió de tres a cinco días de viaje.

Las ocho horas que recorren en sol y lluvia no son seguras, puesto que la amenaza de deslizamiento en la tierra siempre esta presente, además de que por el movimiento de los animales algunas rocas y polvo suelen caer en su camino.

Aunque las pastoras actuales están más protegidas, pues antes no contaban con chaquetas térmicas ni calzado apropiado, solían hacerlo con túnicas y descalzas.

A casi 5 mil metros sobre el nivel del mar y después de esos pesados cinco días llegan a Pamir donde las saludan los exuberantes pastos verdes y los arroyos relucientes.

A pesar de las dificultades y de algunas pérdidas, las pastoras se convirtieron en exitosas empresarias gracias a que recolectan la leche de sus animales y la convierten en yogurt y otros productos lácteos. Además de esquilar sus ovejas.

 La comunidad wakhi, al depender del trueque, ganó a cambio de sus productos, casa y lo suficiente para pagar gastos como las bodas y escuelas de sus hijos.

Junto a la agricultura de los hombres, el pueblo logró financiar la única carretera que sale del valle de Shimsal y que une el pueblo con la autopista Karakoram que se extiende entre Pakistán y China.

Esto provocó que la vida se transformara, obteniendo mejor acceso a atención médica y a la educación.

Con ello, los hijos de las pastoras -animados por sus madres- se centraron en los estudios, concordando entre todos que si no fuera por ellas no tendrían este tipo de privilegios.

Pero, aunque la felicidad por sus hijos es inmensa, hay un poco de tristeza en las mujeres pastoras ya que los viajes a Pamir ya no son viables, estos más que un trabajo, son una especie de tesoro para ellas.

(Con información de BBC News)