Claudia González Sánchez/CDMX
¿Qué tienen en común El Salvador, El principito y su rosa?
Consuelo Suncín-Sandoval Zeceña nació en Armenia, El Salvador, en 1901; su familia era dueña de tierras y cafetales en su ciudad natal.
Estudio en Estados Unidos, México y Francia; se dedicaba a la pintura y a escribir poesía.
Cuando tenía 18 años consigue una beca que la lleva a San Francisco a estudiar inglés, ahí conoce a su primer esposo, el mexicano Ricardo Cárdenas dependiente de un almacén de pintura.
Consuelo había expresado en reiteradas ocasiones, que su marido era un militar, dato que posteriormente fue desmentido; después de un muy breve matrimonio, se divorció.
Poco tiempo después llega a México, llevando una recomendación directa, con José Vasconcelos, sin embargo, no le da trabajo y ella insiste en una segunda entrevista, sin tener éxito.
Vasconcelos le ayuda para entrar a estudiar Derecho y más adelante tienen un romance.
La pareja viaja a París y es ahí donde conoce al prosista guatemalteco Enrique Gómez Carrillo, quien en su tiempo era considerado el más exitoso escritor latinoamericano; se enamora de él y abandona a José, casándose con Gómez.
Tras nueve meses de matrimonio, el famoso prosista guatemalteco, fallece de un derrame cerebral.
Queda viuda, bonita, joven y con mucho dinero, viaja a Buenos Aires a liquidar las propiedades de su difunto marido y ahí conoce a Antoine de Saint Exúpery.
Lo de ellos fue amor a primera vista, él la invita a volar y ahí comienza su historia de amor.
«Creo que ella me ha domesticado», dice Saint Exúpery. ¿Les suena familiar?
El principito es uno de los libros más conocidos y obligados en el mundo, en este podemos encontrar una rosa, que por un lado representa, la vanidad, el orgullo y el egoísmo; por otro lado, la rosa representa el amor puro, ese amor que está por encima de los propios intereses.
Para el principito, la rosa es única, sabe que hay muchas otras rosas, pero esta es a la que él le dedica su vida, a partir de aquí se desencadena la historia de Antoine.
«La Rosa» no era solo un personaje cualquiera, resulta ser la salvadoreña Consuelo Suncín, esposa y musa inspiradora de Antoine de Saint Exupery para escribir «El principito»
Se dice que la salvadoreña decía “que ser la esposa de un piloto fue un suplicio, pero serlo de un escritor, fue un verdadero martirio».
Siempre estaban al pendiente uno del otro, a pesar de sus peleas; él la cuidaba con esmero pues era asmática como «La Rosa».
Duraron trece años casados, matrimonio asfixiante, unión intensa, él con sus frecuentes viajes, gusto por la vida bohemia y sus múltiples infidelidades.
“Vete a ver las rosas, que así comprenderás que la tuya es única en el mundo” (El Principito).
La sociedad francesa trató de no relacionar el nombre de Consuelo con el escritor, pues no era bien vista por su origen y sus múltiples relaciones amorosas, incluso solían hacerle pasar malos ratos con tremendos desaires.
Fue hasta hace pocos años que se reconoció que sin la salvadoreña Consuelo Suncín-Sandoval Zeceña, El principito no habría sido escrito.