«Mariposa de la muerte» para unos; alma de los difuntos para los zapotecas

Redacción/CDMX

Tradicionalmente se ha considerado a las mariposas negras como un símbolo de mal augurio, su significado, sin embargo, en Mesoamérica era muy distinto.

Los zapotecos prehispánicos de Oaxaca se impactaron por su habilidad para transformarse de un organismo a otro durante su ciclo de vida y lo utilizaron en su arte plástico, en especial en las vasijas funerarias, para representar la modificación de los vivos en un alma o una esencia espiritual eterna al morir como la propia metamorfosis.

También en ocasiones se combinaban elementos para señalar la facultad del alma del difunto a transformarse en su animal espiritual compañero o nahual.

De acuerdo a las creencias mesoamericanas, una persona -muchas veces una especialista religiosa o un gobernante- tuvo la capacidad de tomar la forma de su nahual que podría ser, un jaguar, un búho, un lagarto o animal fantástico.

Por ello entre los pobladores de muchos pueblos de los Valles centrales de Oaxaca, tales como Huitzo, Zaachila y Teotitlán del Valle se asoció a la polilla negra  con las almas de los difuntos y por extensión, con la muerte y el mal augurio.

Por si fuera poco, esta mariposa abunda en octubre precisamente en al temporada del Dian de Muertos, cuando se cree que los muertos regresan a convivir con sus seres queridos.

En la antigua cosmovisión zapoteca, un pilar de su religión era el culto o veneración de los ancestros, los consideraban los intermediarios entre los vivos y lo sobrenatural.

La familia invocaba a las almas de sus antepasados o sus familiares difuntos para pedirles la lluvia, salud, fertilidad o protección.

Por esa dependencia tan estrecha entre  vivos y muertos, los zapotecos tuvieron la costumbre de enterrar a los padres de familia muertos en las propias casas en una tumba debajo del piso.

Robert Markens, especialista del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM en la sede en Oaxaca en su estudio “Significado de la mariposa en la imaginería zapoteca”, recordó el caso del exrector, Alfonso Caso, arqueólogo  que hizo importantes contribuciones al conocimiento de las culturas mesoamericanas, fue quien descubrió el signo de la mariposa en las vasijas efigie funerarias.

A la llegada de los españoles, los muertos ya no se enterraron en las casas, lo que abrió la brecha entre los vivos y los difuntos y en su relación afectiva.

Así que lo que era una práctica, casi diaria, de respetar invocar y hacerles peticiones, se transformó en una fiesta anual, el Día de Muertos, comprimida en solo dos o tres días.

(Con información de Gaceta UNAM)