Ámbar Luna: Coreografías de vida

La bailarina y coreógrafa nacida en Tuxtla Gutiérrez conversará en Connecting the Dots con el curador Silverio Orduña sobre cómo la coreografía se expande hacia otras dimensiones de la vida que no necesariamente son la danza y el movimiento

Ana León/Ciudad de México 

La cultura, el arte y las industrias creativas se vieron severamente afectados por las medidas implementadas debido a la pandemia de covid-19, que en marzo de 2022  alcanzará un duración de dos años, desde que fue declarada de esa manera, como pandemia.

El cierre de teatros, museos, cines, espacios públicos y la limitación del turismo cultural llevó a muchos de los trabajadores y artistas a diversificar aún más sus estrategias de supervivencia y ha agudizado la precariedad laboral a la que ya de por sí se enfrentaban. Uno de los sectores que desde mucho antes permanece relegado en nuestro país, es la danza. 

Frente a la paulatina reapertura de actividades y de cara a una nueva variante del virus, el espacio intermedio que se genera en estos días permite la realización de eventos en formato híbrido que posibilitan el (re)encuentro y que reactivan la vida cultural y artística del país. Uno de ellos es Connecting The Dots, un foro internacional sobre creación, arte y cultura que este año llega a su tercera edición enfocada, precisamente, a la danza, y cuyo acercamiento se hace desde cuatro ejes: investigación, educación, creación y presentación pública de proyectos.

Dentro de sus actividades programadas está el conversatorio Ecologías visibles en el que participan Silverio Orduña (curador) y Ámbar Luna (bailarina, coreógrafa, docente e investigadora), y que modera Mariana Arteaga (coreógrafa). Respecto a su intervención en este evento, charlamos con Ámbar Luna. 

Ámbar Luna / Imagen tomada de la página Connecting the Dots

¿Qué relevancia tiene para ti participar en un evento como Connecting the Dots?

Me parece relevante en el sentido de que después de casi dos años de pandemia, es importante seguirnos preguntando sobre los formatos en los que estamos trabajando, en los que vamos dando accesibilidad a los contenidos en el sentido de poder diversificar las actividades presenciales con las virtuales. Ir haciendo presencia en el cuerpo, pero no olvidar que la virtualidad nos ha ayudado a alcanzar a más personas. 

La conversación de la que voy a ser parte es con Mariana Arteaga y Silverio Orduña, y es muy especial porque estas conversaciones las hemos tenido siempre de manera privada. Y aunque sabemos que vamos a tener que acotar un montó, estamos entusiasmadas de poder compartir reflexiones sobre trabajar fuera del centro del país, los lugares de los que venimos; una cierta condición de cambio, en el sentido de haber nacido y crecido en un lugar y tener que movernos para trabajar en otro y lo que implica este movimiento en los cuerpos. 

Me parece importante que esta edición de Connecting the Dots esté pensada desde la danza y la coreografía, pues siempre la danza es una de las disciplinas más relegadas en el posicionamiento con los públicos. 

¿A qué hace referencia Ecologías visibles? 

Es una manera de hablar de coreografías de vida. Mariana y yo somos bailarinas y desde ahí nos vinculamos con la coreografía. Y Silverio es curador de arte y desde ahí él se vincula con la coreografía. Esa conexión nos hacen repensar cómo la coreografía se expande. Hablamos mucho de cómo se expande hacia otras dimensiones de la vida que no necesariamente son la danza y el movimiento. También pensar que la coreografía y este movimiento de los cuerpos se da en otra dimensión que tiene que ver con las ciudades que habitamos; tiene que ver con el desplazamiento de vida de un lugar a otro. 

Hablar de coreografías de vida, y un poco hacia donde vamos a encaminar este diálogo, es cómo ha sido la experiencia de Silverio viviendo en Ecatepec, habiendo sido estudiante y lo que en términos de traslados en el espacio implica eso. Para mí vienen la experiencia de crecer en Tuxtla Gutiérrez, en Chiapas, luego me fui a vivir a Querétaro y ahora estoy de vuelta; relacionarme en estos dos territorios y, al mismo tiempo, con un paso constante por la Ciudad de México. 

Nos parece que todo esto va dando cuenta de una coreografía de vida que abre a su vez preguntas sobre los cielos que vemos, el tipo de vegetación con el que nos relacionamos, el clima en el que crecemos, que a veces son cosas a las que no les damos peso cuando pensamos cómo hacemos danza o cómo hacemos coreografía o cómo estamos pensando los cuerpos. 

Si bien la danza siempre ha estado también fuera de los escenarios, ahora varios creadores desde ahí están enfocando su mirada a ese otro movimiento que no tiene que ver con un proceso estético, digamos, o de creación, si no más bien de vida. Dentro de la programación de este edición de Connecting… , además de este conversatorio sobre Ecologías visibles, está también el trabajo de Nadia Lartigue y Juanfran Maldonado con el corto documental Coreografías de lo laboral y la instalación coreográfica sonora, Ay, olor. ¿Por qué mirar con tanta insistencia a ese movimiento extra dancístico?

Por un lado, desde mi lugar como bailarina y como coreógrafa, había una intuición de querer trabajar en espacios que no fueran el escenario y ésa no la puedo explicar, es un interés, una mirada: ¿qué pasa si esta misma danza la pongo en otro espacio? Luego se fue transformando con el paso del tiempo en un deseo muy claro de habitar plazas públicas, trabajar con personas que no se dedican a la danza. Y, a partir de ahí, ir tejiendo procesos de coreografía en la calle con personas que no necesariamente se dedican a la danza, pero que tienen un interés por el movimiento. Para mí eso se fue convirtiendo, con el paso del tiempo, en un posicionamiento político y en una manera de reivindicar que todas somos cuerpo y que en ese sentido todas podemos bailar en la calle si queremos. 

Con el paso del tiempo, eso se fue vinculando en el sentido de conocer las propuestas de otras generaciones como es el caso de Mariana, de Nadia o Juanfran; pero también de gente como Silverio que se estaba haciendo estas preguntas sobre el espacio y sobre cómo los afectos atraviesan la manera en la que trabajamos. 

Una pregunta fuerte tiene que ver con la colonización de nuestros cuerpos. Cuáles son las técnicas que nos enseñaron, que son técnicas de las que en algunos momentos nos sentimos excluidos o con las que no nos sentimos tan identificados y desde ahí empezar a abrir otras preguntas y otros campos para bailar o para hacer coreografía;  el contacto con otras formas de hacer danza. Pienso en el vínculo que se dio durante unos años con el Festival de Danza de Uruguay; festivales que pensaron la coreografía no necesariamente desde la danza en movimiento. 

También mirar hacia adentro y hacernos preguntas respecto a las técnicas, los trabajos, la precarización. 

Mencionabas que la danza es una de las disciplinas más relegadas. ¿Qué pasa con la danza en México? ¿Qué se necesita para que vuelva a tomar el lugar que ocupó a mediados del siglo XX? 

Pienso en dos cosas. Por un lado me parece importante esto que traes, el auge de la danza mexicana a mediados del siglo pasado, pero creo que hay que recordar que sí, por un lado era el empuje de las coreógrafas de ese momento, pero también un acompañamiento muy fuerte del Estado. Fue un momento en el que el Estado-nación abrazó la danza folclórica primero, pero también la danza contemporánea, como estandartes de esa construcción nacional. También decir que las compañías que tuvieron mayor soporte por parte del Estado en términos de dinero, eran grandes compañías que, de alguna manera, reforzaban esta construcción de identidad nacional. Pienso en Guillermina Bravo y en el hecho de que ella hacía una reivindicación de los cuerpos mexicanos y eso me parece que fue un parteaguas en ese momento, y parte de lo que hizo que tuviera mucho apoyo en ese momento. 

Eso me parece muy importante porque es algo que no tenemos ahora. Los presupuestos para danza seguro que son los menos, porque no somos ya ese estandarte de la cultura mexicana; no había sido relevante en los últimos sexenios, pero además en éste, lo que se está claramente colocando son las culturas tradicionales. Me parece que la danza no se ve, este tipo de danza más contemporánea, no tiene ese respaldo, por un lado. Por otro, tenemos un gran vacío en términos de formación de públicos, por lo mismo, porque hay pocos incentivos económicos destinados a la formación de públicos. 

Hay una cualidad de abstracción que tiene la danza que la vuelve —en estos circuitos narrativos que hemos ido estableciendo de la literatura, del teatro— menos narrativa y ahí me parece que hay un distanciamiento. Nuestros públicos son quiénes han tenido alguna experiencia con su cuerpo en la danza. 

Pero, ¿a ustedes les gustaría tener ese respaldo estatal? Llega a ser muy criticado al mismo tiempo. 

Es difícil si nos preguntamos qué implica, cuáles son las implicaciones de tener un mayor apoyo institucional en términos de si vas a tener que ajustarte a cierta línea, etc. Digamos que mi respuesta más directa sería sí, ojalá lo tuviéramos. Ojalá el presupuesto para danza, para la producción, la difusión, la circulación de obra, fuera mucho mayor porque me parece que en este momento, yo colocaría la vida de las y los bailarines, de las y los creadores de danza, que me parece que en este momento es de las más precarizadas. 

Los apoyos que existen para la creación son todos del Estado, les llamamos becas, pero en realidad son fondos para la creación, son muy acotados dependiendo del estado y en realidad tenemos pocos. Y lo que sucede es que el trabajo de la danza está siendo autofinanciado por otros trabajos que tenemos y que no necesariamente están siempre vinculados a la danza. Eso lo que va generando es una gran precarización en el sector de la danza y que, a la larga, va haciendo mella en la profesionalización. Es decir, si tenemos que preocuparnos tanto por sobrevivir, pues no tenemos tiempo de preocuparnos por la mediación de la danza, luego entonces tenemos menos tiempo para generar públicos y es una especie de cadena precarizante de la que se va volviendo más difícil salir. 

En este momento  de la precarización laboral, yo diría sí, queremos ese apoyo. 

Sin duda eso vendría acompañado de muchas preguntas, de la misma manera en que se han abierto todas esas preguntas sobre el FONCA y sobre cómo se determina quién tiene una beca y quién no. Que hagamos cuestionamientos sobre cómo funciona la distribución de dinero, el reparto de los apoyos, etc, no significa que no necesitemos esos apoyos. Son necesarios. 

También preguntarnos cómo hacemos mucho más presente la labor de la danza, de la coreografía. Cómo reivindicamos la importancia de la danza como vínculo de nuestro cuerpo, como disfrute del cuerpo; de movimiento como salud, goce, conexión con el mundo. 

Connecting the Dots se realizará del 2 al 5 de diciembre. El programa completo lo pueden conocer aquí

Imagen de portada tomada de la cuenta de Twitter @ctdots_mx / © Jorge García