Sinaí Guevara, el trabajo de una agente humanitaria en Sudán

Nos acercamos a la historia de Guevara que forma parte de un podcast realizado por Médicos Sin Fronteras y Luchadoras: De crisis a utopías

Ana León/Ciudad de México 

Sinaí Guevara se encuentra en Sudán en una misión de seis meses de los cuales lleva tres al momento de nuestro encuentro. Ella es una agente humanitaria que pertenece a Médicos sin Fronteras. En la zona en la que se encuentra trabaja con refugiados que llegan de Etiopía, «del mal llamado conflicto en Tigray», que en sus palabras es una guerra que ha durado bastante y que ataca a muchos civiles, personas «que ahora son sospechosos solamente por su nacionalidad o, específicamente, por su grupo étnico y son perseguidos». También trabaja con personas de Sudán, que viven ahí en la frontera «que es un desierto con pocos recursos». 

—El trabajo es similar con los dos grupos, pero tiene sus diferencias porque hay diferencias culturales. Por ejemplo, hay temas que no nos son permitidos mencionar entre los locales que son mayoría musulmana, y hay temas que son más fáciles entre las personas que vienen de Tigray. Lo que vemos ahorita es que se abre una puerta entre estos dos grupos porque quieren conocer del otro y eso nos da una oportunidad de hablar sobre todos los temas con todos al mismo tiempo y abrir mejores debates en los que al mismo tiempo que se conocen, empiezan a escuchar otras opiniones y les da tiempo de reevaluar sus propios valores. 

Ahora mismo, Etiopía cruza por una situación compleja, quien fuera reconocido con el Premio Nobel de la Paz en 2019, Abiy Ahmed Ali, por poner fin a un largo conflicto con la vecina Eritrea, en 2020 desplegó una ofensiva militar contra los integrantes de antiguo partido gobernante de la región, el Frente de Liberación Popular de Tigray —gobierno que había sido autoritario, pasando por alto derechos civiles y políticos básicos—. CNN ha informado que este conflicto que ahora se extiende a otras zonas de Etiopía más allá de la parte norte, ha dejado un total de dos millones de personas desplazadas de sus hogares, hambruna y ha desencadenado una «ola de atrocidades». También señala que «miles de personas han muerto en los combates, y hay informes sobre campos de refugiados arrasados, saqueos, violencia sexual, masacres y ejecuciones extrajudiciales. Muchos más han huido a Sudán, en lo que las Naciones Unidas han calificado como el peor éxodo de refugiados de Etiopía visto en dos décadas. Describen un conflicto desastroso que ha dado lugar a la violencia étnica.

Éste es parte del contexto al que se enfrenta Saraí Guevara en campo, aunque ella no trabaje directamente en la zona de conflicto. 

Todas las imágenes cortesía / © Sinaí Guevara

¿Cómo llegó Sinaí a convertirse en agente humanitaria? ¿Cuál es su misión en Sudán? ¿En qué consiste su labor? ¿A qué retos se enfrenta en una misión como a la que ella pertenece en un país como Sudán? 

Para conocer un poco más de la labor de esta activista y del por qué decidió contar su historia en De crisis a utopías. Sanar el terreno, un podcast de Luchadoras y Médicos Sin Fronteras, que ya se puede escuchar en diferentes plataformas como Spotify, y que desde la voz de trabajadoras humanitarias «imaginan y crean otras realidades desde zonas de conflicto alrededor del mundo», charlamos con ella vía zoom. De las siete historias que integran este podcast, hasta ahora, ésta es una de ellas. 

¿Cómo te convertiste en un agente humanitario?

Con algunos compañeros de la preparatoria hicimos una ludoteca. Entre jóvenes de 15, 16 años, empezamos a juntar dinero para ponerla, simplemente porque así lo queríamos en ese momento. Nos pareció que hacía falta. Creo que esa semilla de activismo nunca ha desaparecido. Y cuando empecé a hacer teatro sentía esta misma conexión: mensajes en las obras o también podía hacer un cambio. Cuando supe que el teatro podía servir como terapia, que podía servir como educación; que el teatro comunitario podía servir para crecer el tejido social, encontré que se conectaban. 

Profesionalmente hice teatro porque es lo que estudié, pero en realidad siempre he trabajado en organizaciones civiles, siempre he encontrado la manera de hacer este tipo de activismo. Mi hobbie que era el activismo, se volvió mi profesión y la que era mi profesión, el teatro, se volvió mi hobbie. 

Lo más increíble fue que cuando empecé a hacer promoción de salud en África y me dicen que tengo grupos de teatro a mi cargo para hacer promoción de salud, fue una sorpresa tremenda, fue como un sueño hecho realidad.

¿Cuándo empiezas a trabajar formalmente como agente humanitario?

A los 22 años empecé en una asociación pequeña que se llama Asociación Mexicana para las Naciones Unidas, que empezó a hacer una joven con el propósito de lograr los ocho objetivos del milenio. Ese fue mi primer trabajo pagado, pero activismo, eso lo empecé a hacer desde antes. 

Trabajé también con Greenpeace, ahí estuve muchos años y quizá es donde aprendí más cosas técnicas. Y en derechos humanos, trabajé con otra organización que se llama Inalienable, esta organización trabaja en Baja California. Ahí es donde me involucro más con DDHH y con derecho a la identidad, que es uno de los derechos inalienables, de ahí el nombre de la organización. Podría decir que es una zona que está un poco olvidada por casi todos los mexicanos, hay muchos migrantes, hay mucha migración indígena y muchos de ellos no tienen papeles. Después de empezar con este trabajo de migración trabajo con MSF, primero en México y después empecé a hacer trabajo internacional en Congo y ahora en Sudán. 

¿Qué se necesita para ser un agente humanitario? 

¿En conocimientos? Cualquier área es necesaria en el humanitarismo, porque el atraso viene desde todas las áreas. No podemos decir que hace más falta la ciencia o hace más falta la ingeniería, desarrollo, ciencias sociales o medicina, en realidad todas las áreas de conocimiento son bienvenidas en el humanitarismo. 

Los recursos de verdad no se pueden dar por sentados aquí. Al mismo tiempo leo noticias acerca de que va a haber turismo en Marte. ¿Cómo podemos describirnos como una sola humanidad? Me parece que ese concepto no cabe en una sola idea. “Es que toda la humanidad está yendo por fin a Marte”. No. También toda la humanidad está aquí sin acceso a agua. También toda la humanidad sigue muriendo de hambre. 

Como manada, vamos como el más lento o como el más abandonado. Muchas veces no es una decisión individual, sino una decisión sistemática de haber dejado a ciertos grupos detrás. 

Personalmente, se necesita empatía. No quedarse quieto. No dejar de sentir indignación frente a cosas que no son justas. Se necesita un poco de criterio para darse cuenta qué hace falta, y un poco de empatía para hacerlo con amor. 

Cuando estás tan lejos en estas circunstancias que compartes con la gente con la que vives ahora, qué pasa con los afectos, con la familia, lo que extrañas, la ausencia de lo que conoces.  

Ésa es quizá la parte más difícil. No hay grupo que no diga que esa es la parte complicada. La familia es siempre lo que va a hacer falta pero, por otro lado, es la familia la que da soporte, es la familia la que da los valores, es la familia la que hace posible ser la persona que se es.  

A cambio, lo que tenemos es que nos adoptan. Adonde sea que vamos encontramos familia, encontramos alguien que nos cuida, nos alimenta. Conozco todo un mundo, conozco cosas que nunca me imaginé, estoy en lugares en los que nunca creí que podría estar. 

¿En dónde estás? ¿Cuánto tiempo llevas ahí? ¿Por qué estás ahí y cuál es tu misión?

Mi misión es en Sudán, es de seis meses, ya llevo tres. Estamos trabajando con los refugiados que llegan de Etiopía, de este conflicto, mal llamado “conflicto” en Tigray, que es una guerra que ya duró bastante y que sobre todo está atacando a muchos civiles. Lo que recibimos son personas que nunca habían participado en una guerra, que nunca habían estado armadas y que ahora son sospechosos solamente por su nacionalidad o, específicamente, por su grupo étnico. Son perseguidos. 

También estamos apoyando a las personas de Sudán que viven aquí en la frontera que es un desierto con pocos recursos. El trabajo es similar con los dos grupos, pero tiene sus diferencias porque hay diferencias culturales. Por ejemplo, hay temas que no nos son permitidos mencionar entre los locales que son mayoría musulmana, y hay temas que son más fáciles entre las personas que vienen de Tigray.

Lo que vemos ahorita es que se abre una puerta entre estos dos grupos porque quieren conocer del otro y eso nos da una oportunidad de hablar sobre todos los temas con todos al mismo tiempo y abrir mejores debates en los que, al mismo tiempo que se conocen, empiezan a escuchar otras opiniones y les da tiempo de reevaluar sus propios valores. 

¿En qué consiste tu labor ahí? ¿Qué actividades realizas en específico? ¿En qué idiomas lo haces? 

Hago community engagement (participación comunitaria) y eso nos da una idea en qué idiomas lo tengo que hacer. A veces me cuesta un poco traducirlo al español porque trabajo todo el tiempo en inglés. Estoy aprendiendo árabe mientras que estoy con ellos y, a veces, tigriña, lo básico, aunque sea para poderles decir “hola”, “gracias”, para sentirme un poquito más parte de ellos.

En este trabajo comunitario que hago y promoción de salud, empiezo siempre por entender con quién estoy hablando. Mi objetivo final es que adopten hábitos saludables, puede ser desde lavarse los dientes, tomar agua limpia, tomar agua, a veces solo es eso, porque están en un desierto y necesitan estarse hidratando demasiado. 

Hay veces que se vuelve más complicado. Como el abogar porque se deje de practicar la mutilación genital femenina en un lugar en el que se considera cultural e incluso religioso. Entonces, para poder llegar desde los temas fáciles a los temas difíciles, en primer lugar mi trabajo es escucharlos, entenderlos, es saber por qué son así, por qué hacen lo que hacen. Y sobre todo, aprender de ellos. Una vez que tengo esas bases entonces ya puedo empezar a, yo también, difundir los mensajes que como organización tenemos como objetivo. 

Un ejemplo muy claro y quizá uno de los más comunes, es la salud reproductiva. En África, por lo menos en esta zona, se habla mucho de que la riqueza está en el número de hijos que se tiene, mientras más grande la familia se es más rico. No importa cómo están comiendo, no importa si están desnutridos, no importa nada más. Importa que sean muchos. 

Desde nuestra perspectiva como organización médica humanitaria, hablamos sobre las consecuencias que eso trae en una mujer que ha tenido cinco cesáreas y está embarazada otra vez sin haber tenido ni un periodo de descanso entre parto y parto. Este tipo de consecuencias a veces son ignoradas por esta creencia de que todo lo que importa es tener más y más hijos. Y si esta esposa no puede, entonces van a tener una segunda, van a tener una tercera, hasta que tengan veintitantos. 

Desde nuestra perspectiva podemos usar estas prioridades que ellos tienen para tener hijos, reforzándolo con tener hijos fuertes, con tener hijos sanos, con tener mamás sanas. 

No podría simplemente llegar a decir “oye, porqué no mejor tienes dos hijos”, porque no voy a cambiar nada, no me van a escuchar.  

Lo primero que tengo que hacer es entenderlos y apartir de ello, de sus valores, entonces podemos empezar a llegar a acuerdos. El asunto es llegar a negociaciones culturales, se podría decir, que ellos, sobre todo, vean los beneficios, que no sea yo convenciéndolos. Que ellos decidan. 

¿Cómo llegan a ese momento en que se pueden sentar a hablar? Porque mencionas que ahorita están atendiendo gente que se queda en medio de ese conflicto, que nunca ha estado en una guerra, ¿cómo aterrizar esos temas que también son urgentes pero que no están relacionados directamente con las necesidades del momento? Claro que tú los tienes que escuchar, pero ¿cómo llegas a ese momento en que ellos quieren escucharte?

Cuando dije que estas personas no han estado en un guerra me refería a que ellos no han sido partícipes, no han sido soldados. Pero en realidad las personas que vienen de Tigray vienen de una zona que ha estado en guerra con Eritrea por treinta años y que por darle fin a esta guerra, el presidente ahora mismo es el Premio Nobel de la Paz de 2019. Entonces, son personas que en realidad crecieron en una guerra, pero que ellos mismos no han sido soldados, ellos mismos no han sido parte de un ejército. Y ahora por ser parte de este grupo de Tigray, son sospechosos de ser un grupo armado. Y esa es la parte que no tiene sentido. Porque están atacando civiles. 

En medio de ese conflicto, de esa urgencia de supervivencia, ¿cómo acercarse? ¿Cómo lograr que me escuche? Es parte del primer acercamiento que tengo que hacer. Y para eso puedo contrastar dos grupos en esta zona. La gran diferencia está en el grupo de refugiados y las personas de Sudán, pero ya entre los grupos de Sudán había muchas diferencias. Estamos hablando de unas cinco o seis tribus, no todas se llevan bien y tienen diferentes ritos o diferente tipo de actividad cultural. 

Hay en particular una comunidad, podríamos llamarle una colonia, en la que de primera no podíamos siquiera entrar; en la que cuando nos dejaron entrar, fue para que todos se metieran a sus casas y nadie siquiera se asomara. Cuando nos abrieron la puerta era porque solamente el padre de familia podía estar ahí y era el que podía hablar con nosotros. Poco a poco hemos hecho que ya no solo nos abran la puerta, sino que nos escuchen, que inviten a la esposa, que él se vaya y nos deje hablar a solas con la esposa, ésa ya es una muestra de confianza enorme.

El camino ha sido lento. Ha sido, a veces, solamente presentarnos. A veces solamente informar sin esperar una respuesta. Solamente les informamos que estamos apoyando el centro de Salud y que si quieren pueden ir a vacunar a sus niños. Que si quieren pueden tener atención gratuita. Solo les informamos y está en ellos la apertura que se tenga. 

Hay otros lugares en los que ellos son los que nos buscan, en los que ellos nos piden que hagamos una sesión o vayamos a hablar. 

Y hay otros lugares en que es un trabajo de por lo menos de intentarlo. Por ejemplo, con los grupos musulmanes hablamos con el líder religioso y él es el que nos dice qué sí podemos decir y qué y, poco a poco, nos va abriendo puertas para dar más y más mensajes. 

No hay una fórmula, no hay una sola forma. Hay que entablar un diálogo y cada comunidad va a tener su propio ritmo. 

Mencionas que el líder religioso les dice qué temas pueden tocar y qué temas no, a nivel personal qué reflexiones te genera cuando esa creencia que mencionas se contrapone a la tuya, ¿cómo conseguir esa neutralidad como agente humanitario que, además, está representando las ideas de una institución, en este caso MSF? ¿Cómo lograr que tu propia creencia no interfiera en tu actividad o instale un prejuicio frente al otro?

Creo que lo primero que tengo que aceptar es que yo no puedo modificar su voluntad. Yo no puedo llegar a cambiar o intervenir en un grupo. En particular este ejemplo de la mutilación genital femenina es algo que a mí me preocupa demasiado y puede parecerme una emergencia y quiero detenerlo inmediatamente, pero no puedo llegar a hacer esto. Entonces, en estos seis meses que tengo de oportunidad de hablar con ellos he cambiado mis objetivos. En una comunidad quizá si en seis meses logro que se hable abiertamente de las consecuencias negativas que todas las mujeres han enfrentado por haber tenido esta mutilación, eso lo marco como un gran logro. Y hay otras comunidades en las que si logramos detener la práctica, si logramos tener un testimonio activo que se dedique a frenar esta actividad, a decir “a partir de esta generación no más”, ¡mucho mejor! Pero esto depende del nivel de apertura de la comunidad, yo no puedo poner la prioridad, yo no puedo decir esta es mi prisa y mi urgencia. 

Nuestro principal papel es informar, no es convencer. Yo informo. Te doy todas las herramientas para que tu decisión sea lo mejor para ti. Sin esa información probablemente decidirías otra cosa, pero mi papel es que realmente sepas todas las consecuencias y, apartir de ahí, decidas. 

¿Cómo es para ti un día de trabajo? 

Nos adaptamos a las condiciones del lugar. Las condiciones de vida de donde nosotros estamos es letrina, y tenemos el lujo de tener letrina, el 80% de la comunidad no tiene una letrina o un lugar propio para ir al baño y lo que hacen es ir al bosque. Es una de las actividades que tratamos de reforzar en prevención de salud, porque esto tiene consecuencias, puede causar algún tipo de infección, algún tipo de contaminación en el agua, en la comida. 

Hay veces que tenemos el lujo de tener absolutamente todo. En Congo, en una misión previa, teníamos árboles de mango y aguacate por todos lados, y nada más escuchábamos que caía algo y corríamos, era una guerra por ese mango, era una guerra por ese aguacate que acababa de caer y eran gigantescos. 

En Sudán no es igual. Aquí la supervivencia está basada en resistir el calor y en tomar suficiente agua. Nos recordamos unos a otros “¿ya tomaste agua?”, porque se nos olvida completamente. 

Mi día a día también implica salir a la comunidad y es mi parte favorita. Es conocer las casas de las personas, es que me inviten a sus fiestas; saber cómo hacen sus celebraciones; saber que a los siete días de que nació un bebé se vuelve a hacer otra fiesta y es en la que se le da un nombre al bebé. Es también saber que hay otra comunidades en las que no se tienen las mismas fiestas, en las que aun cuando la mamá tenga problemas de salud después del parto, la tradición dice que no puede ver a nadie, ni siquiera puede ver la luz en cuarenta días después de que tuvo al bebé. Es un shock.

Este tipo de cosas las descubro saliendo a la comunidad, haciendo preguntas, aceptando lo que me invitan de comer; este trabajo en la comunidad es mi favorito. Al final del día regresamos todos a platicar cómo fue nuestro día y planear el siguiente. 

¿Cuántas personas integran la misión? 

Esta es una misión pequeña porque es de difícil acceso y está muy cerca de la zona de conflicto, muy cerca de la zona en guerra en Etiopía y también muy cerca de la frontera con Eritrea. Por lo mismo es un proyecto pequeño en cuanto a recursos humanos. 

Normalmente aquí en donde vivimos somos cinco personas, seis máximo, que están cambiando. 

Y respecto a las situaciones de riesgo, ¿qué sucede cuando ustedes están en riesgo? Incluso antes de tomar la misión, ¿qué piensas sobre los riesgos a los que te expones?

Quizá esa sí es una habilidad. Se necesita tener paciencia. Fe de que vamos a estar bien. Aquí yo me siento segura. En general la comunidad nos acepta. Es parte también de mi trabajo, que sepan por qué estamos aquí y que nos acepten. Aquí yo me siento segura, la comunidad siempre nos pone primero, siempre nos pone al frente, tanto locales como los refugiados. La inseguridad viene más de los grupos militares que están en la frontera. Llega a haber tiroteos, llega a haber disparos, pero en general no me siento objetivo de ningún tipo de violencia aquí. Eso es parte de la seguridad que siento y que viene del trabajo que hacemos. Mientras mejor hagamos a la comunidad, mejor nos van a recibir y mejor nos van a proteger. Es como un mutuo acuerdo. 

En imagen Sinaí Guevara (izq.) con una compañera de misión.

Esta entrevista se da porque ustedes cuentan su historia en el podcast que arman Luchadoras y Médicos sin Fronteras, ¿qué significa para ti poder contar una parte de tu historia?, ¿de que haya una salida como ese podcast para las experiencias de diferentes mujeres en campo?

Cuando me hicieron la entrevista para ese podcast la verdad yo no dimensioné todo lo que éste captaba. Cuando yo lo grabé simplemente quería compartir cómo lo estaba viviendo yo. Hay veces que me siento sumamente afortunada por todas las cosas que tengo oportunidad de ver y de vivir. Aun en las situaciones de riesgo, hay siempre cosas que me sorprenden y me faltan palabras y oportunidades para expresarlo. Era todo lo que yo quería hacer con este podcast cuando me dieron la oportunidad de participar en él. 

Pero a la hora de compartirlo, en cuanto se hace público, me di cuenta que no todas las personas lo aceptaban igual, que a algunas personas lo que yo simplemente mencionaba “bueno, este es mi día a día”, para algunos fue un shock; para otros fue una invitación a también hacer humanitarismo. Para otros fue una apertura de ojos, porque estamos tan metidos en nuestra rutina que no nos damos cuenta de lo que está pasando en otros lugares. 

Para mis papás puedo decir que fue una cosa así “¡¿Qué? Yo sabía que podías estar en situaciones de riesgo, pero no tenía idea de la magnitud!”, especialmente porque coincidió este podcast con un evento sumamente trágico en Tigray que finalizó con la expulsión de organizaciones civiles y humanitarias de Etiopía en la que tres compañeros de Médicos sin Fronteras murieron. Este tipo de cosas son un riesgo que yo acepto, que yo asumo desde antes de venir, pero que a la hora de compartirlo me hace ver que no es cualquier cosa. Lo dimensioné hasta que lo escuché en los oídos de otros. 

Otra cosa que que para mí significó este podcast, fue esta oportunidad de hablar de cosas que a muchas personas se les pasa de largo. Y una vez más, como humanidad —en este concepto que a mí me parece completamente irreal— no nos importan. Estando aquí en Sudán yo he visto a muchos medios internacionales, noticieros grandes, noticieros globales, haciendo reportajes que al final no sacan a la luz, que no llegan a ningún oido y son testimonios de vida o muerte. Son historias que deberían ser un escándalo, que no tendrían por qué ocurrir, no tendríamos por qué dejar que pasen y que, sin embargo, están pasando. 

Creo que todas las oportunidades que tengamos todos para hablar de lo que pasa, hay que usarlas. Nunca sabemos cuándo se nos pueda quitar este privilegio de hablar y de decir las cosas como son, como las vemos. 

Escuchar a estos medios poderosos internacionales que podrían cambiar la situación en Sudán y en Etiopía diciendo “es que esta historia creo que ya la han visto”, “esta historia ya no es importante o para el momento en que la publique ya no va a ser relevante”… ¡¿cómo puedes decidir eso cuando en ese testimonio, a esa persona que se atrevió a darlo frente a la cámara porque creyó que le iba a servir, puso en riesgo su vida?!

Es una responsabilidad para el que lo vive, para el que lo ve. Es una responsabilidad decirlo y una vez que tengo esta oportunidad de decirlo, también de ustedes de compartirlo. 

¿Qué pasa cuando regresas a la Ciudad de México y estás en ese periodo entre misiones? 

Esa es la pregunta. ¿Qué pasa y qué pasará? ¿Cómo manejarlo? Cómo te puedo decir todas las amistades que hemos terminado de hacer todas las personas que trabajamos y que vivimos juntas, y que mientras estamos en misión somos una familia, al hablar de esto, el regreso siempre es lo más difícil. 

El hacer trabajo humanitario nos pone en perspectiva todos los conceptos que tenemos y llegar otra vez a la casa y a la familia, es un shock. Tenemos muchas ganas de abrazar a todos y, al mismo tiempo, cambiamos mucho. A veces las personas a las que queremos abrazar ya no nos entienden [ríe]. ¿Qué pasa? Nos volvemos a cuestionar todas las cosas que nos cuestionamos al irnos, pero ahora nos las cuestionamos al volver. Creo que ese crecimiento personal ya no se acaba. 

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Sinaí Guevara tiene 36 años. Nació en Huamantla, Tlaxcala, pero siempre ha vivido en la Ciudad de México. Ahora mismo vive en Sudán. Habla español, inglés y francés. Mientras estuvo en Congo mejoró todo lo que pude su suajilí. Ahora está aprendiendo árabe.