La instalación que ocupa el puesto de periódicos del RDD en la San Miguel Chapultepec se une al gran proyecto artístico global Croché Coral Reef iniciado por las hermanas Wertheim
Ana León / Ciudad de México
Bajo una luz neón se erige un pequeño arrecife de coral. Medusas que parecen ascender al techo del puesto de periódico que lo aloja; criaturas hechas con hilo que serpentean y se enredan entre sí y lo cubren todo. Popotes que apuntan hacia el exterior y se curvan emulando formas orgánicas, paradójicamente, las mismas formas orgánicas vivas, que están aniquilando. Hay en la base, cápsulas plásticas para máquinas de café, tal vez un expresso o un capuccino o un latte. Usadas o nuevas. No lo sé. Cucharas plásticas de colores complementan la instalación de figuras únicas tejidas en croché que parecen escurrirse en las paredes y al mismo tiempo afianzarse a ellas.
Recorrer con la vista dicha instalación no lleva más de cinco minutos. Pero el ojo se instala en los detalles, el decoloramiento de algunos de esos arrecifes consecuencia del aumento en la temperatura de los océanos y su acidificación, y en lo que salpica este tejido: taparroscas, basura de latas de refresco… todo esto intentan decir al que observa: tal vez, este arrecife de coral en croché sea lo único que nos quede de la vida en los mares que estamos aniquilando.
En el número ochenta de la calle General Pedro Antonio de los Santos, en la colonia San Miguel Chapultepec, en el puesto de periódicos perteneciente al colectivo RDD (Red de Reproducción y Distribución Vicente Guerrero Saldaña), se encuentra esta instalación que no es más que uno más de los capítulos de una exposición internacional que ha reunido a más de 20 mil personas en tres continentes que tejen esta geometría única para hacer conciencia sobre el daño irreversible que nuestra forma de consumo ha hecho a nuestro planeta, entre otras cosas. Pero ésta es autoría de la curadora, Haydee Rovirosa, a quien se le ve animosa explicando qué es lo que ve, al paseante que pregunta.
Esta historia se remonta a 1997, cuando una matemática letona, Daina Taimina, encontró la representación física de esa geometría única llamada espacio hiperbólico. Taimina utilizó el croché para materializar dicha geometría.
Sin conocerse, sin tener contacto entre ellas, ocho años más tarde, la historia de Taimina se une a la de las gemelas Christine y Margaret Wertheim, la primera artesana y poeta; la segunda, matemática y artista. Al leer la primera un artículo sobre el blanqueamiento de los corales, sugirió a su hermana tejer un arrecife coralino de croché: matemática, biología marina, artesanía femenina y activismo medioambiental, se condensan en esta actividad. Y su trabajo, en general, se centra en la realización de proyectos que exploran la dimensión estética y poética de la ciencia y la matemática.
«Podemos luchar por los arrecifes de esta manera», escribe Donna Haraway que le dedica a esta figura de cuerdas un apartado en su libro Seguir con el problema (consonni, 2021). ¿Qué significado tiene entonces tejer un arrecife de coral en croché y cómo eso puede constituir una lucha por?
En palabras de Margaret Wertheim enunciadas en la conversación TED posteada más arriba, «estas cosas siguieren la importancia y el valor de conocimiento materializado. Vivimos en una sociedad que tiende totalmente a valorizar las formas simbólicas de representación, representaciones algebráicas, ecuaciones, códigos. Vivimos en una sociedad que se obsesiona con el hecho de presentar información de esta forma, de enseñar información de esta manera. Pero mediante este tipo de modalidad, el croché, otras formas plásticas de jugar, la gente puede incursionar en ideas más abstractas, de alto impacto, teóricas, el tipo de ideas que uno normalmente estudia en departamentos universitarios de matemáticas avanzadas, que es donde yo aprendí por primera vez del espacio hiperbólico. Pero esto puede hacerse jugando con objetos materiales». Complejos modelos que pueden ser incorporados, como ella misma señala, jugando materialmente con las ideas.
Para Haydeé Rovirosa, en una conversación previa que pudimos tener con ella dos días antes de que la instalación inaugurara, señala que «esta manera de tejer, de hacer arte, de hacer activismo tiene muchas capas. […] Tejer es una actividad que se asocia a lo femenino y es dejar que esta fórmula hiperbólica te lleve. Es una pieza activista, muchas de las piezas están tejidas con bolsas de plástico recicladas, haciendo un comentario directo a la invasión del plástico en nuestro océanos, no sólo en México. Es un grito de atención a esta emergencia climática. No estamos hablando del futuro. Esto ya nos alcanzó.»
En palabras de la bióloga y activista medioambiental, Donna Haraway, como se lee en su libro antes citado, «el arrecife de croché, un tipo de conocimiento hiperbólico corporeizado, vive plegado en las materialidades del calentamiento global y la contaminación. Las creadoras del arrecife practican un devenir-con multiespecies para cultivar la capacidad de respuesta, la respons-habilidad».
Es en el contexto de la pandemia es que en las manos de Rovirosa estas criaturas se materializaron, y es en la sede de la RDD —una especie de “museo callejero” en el que montan exposiciones y “salen” a encontrarse con el público—, que encontraron un espacio. Y es que este grupo salió de esa misma forma a buscar propuestas de instalación en dicho puesto y una de ellas fue la de Haydeé.
«Desde luego es un proyecto que uno de sus aspectos más importantes es la colaboración. La idea del artista como genio creador, inspirado por las musas, estamos en contra de eso. Creo que el arte tiene una función que va más allá de la pieza única.»
Este es un proyecto en proceso. A la instalación que se puede ver cada viernes y sábado desde el pasado 18 de septiembre y hasta el 9 de octubre, se sumó un taller de tejido y una serie de lecturas de la obra de Donna Haraway.
Para Haydeé es «fascinante como la idea que el tejido, que es algo de lo que incluso viven muchas mujeres, sea considerada una actividad no sólo femenina, sino menor, por eso me interesó que fuera tejido. Y el tejer tiene todas esas connotaciones, el tejer relaciones, redes que tienen que ver con este pensamiento al que nos invita Donna Haraway: pensar en colaboración en vez de competencia.»
En la actualidad hay varios proyectos que abordan el tejer como una forma de activismo ya sea medioambiental, contra la violencia de género, la desaparición forzada. ¿Por qué se le ha dado al tejido ese peso hoy? «Más que tejido, es lo tentacular de esa visión, volviendo a la filosofía de Haraway. Y con lo tentacular quiero decir, lo que está por todas partes, lo que nos llega por lugares inesperados; lo que es tan sutil que casi no lo sentimos, lo que está en el inconciente colectivo, de alguna manera. Y qué mejor expresión de eso que precisamente tejer: redes, este pensamiento colectivo, la no discriminación, la no jerarquización. El tejido tiene toda una filosofía atrás. Es una herramienta muy poderosa para poder expresar este tipo de temas.»