«Lux Æterna»: el caos y lo sublime

Charlotte Gainsbourg y Béatrice Dalle, del juicio de brujas a la epifanía estética en la nueva cinta del argentino Gaspar Noé 

Ana León / Ciudad de México 

Gaspar Noé, director y guionista argentino radicado en Francia, crea una postal potente de la industria del cine que aloja violencia, caos y lo sublime. 

Desde la estridencia y el estrés provocado dentro de la pantalla y fuera de ella, la cinta se va desdoblando primero desde la ingenuidad de una charla entre dos actrices: Béatrice Dalle y Charlotte Gainsburg, ambas fuertes voces e imágenes en el cine francés e internacional; ambas figuras en constante exposición en la pantalla. La primera, en esta especie de falso detrás de cámaras, debutará como directora; la segunda, escucha y comparte experiencias con Dalle sobre la actuación, los directores y la experiencia en la industria. Ambas enfrentadas a ciertas violencias en los sets; ambas encantadas por las ficciones de las que son parte y ese mundo que seduce en la misma medida que lastima. 

La naturalidad de la charla —en un momento de espera— se rompe para ir dando paso al caos que se va construyendo poco a poco en un set condicionado por el estrés y el exceso: de egos, de personas, de protagonismos. ¿Qué es el cine? ¿Dónde está lo sublime del cine más allá de la industria, de la estridencia, de la tecnología y de las luces? ¿Dónde la creación? ¿Dónde radica ese momento estético? ¿Cómo conseguirlo? ¿Quién es su artífice: director(a) o actriz/actor? 

El caos inicia. La intermitencia de los diálogos se mezcla con el ir y venir de las cámaras, de la pantalla dividida a través de la cual el espectador sigue las historias, de la gente en el set ensimismada en sus problemas, proyecciones y aspiraciones. ¿Quién entiende la condición del otrx en ese caos? ¿Quién mira al otrx? 

Béatrice Dalle / Lux Æterna (2020), Gaspar Noé

El rechazo a la recién nacida directora (Dalle) que mientras aumenta el caos va cayendo en la histeria, las maquinaciones para poder “deshacerse” de ella; el ego herido del director de fotografía y sus gritos de pequeño dictador; la tirante situación de una actriz que enfrenta un problema familiar y a la que se le demanda concentración y perfección frente a la cámara. La prensa que quiere datos; los jóvenes cineastas que quieren una oportunidad. Alguien quiere crear una obra maestra… El caos aumenta y la luz tensa. Las imágenes estroboscópicas durante gran parte de los cincuenta minutos de la cinta acompañan el caos del set donde se graba una quema de brujas.  

Producto de una colaboración con Yves Saint Laurent, esta nueva entrega de Noé, ¿es una especie de declaración de principios? ¿Un recordatorio para el propio Noé?

Escribe Immanuel Kant en Lo bello y lo sublime (Ediciones Libertador, 2007) que a lo sublime, a veces, lo acompaña cierto terror o melancolía, otras, el asombro tranquilo. Es en medio de esa anarquía total y desborde de emociones es que el director de fotografía tiene un momento de epifanía, un momento estético que, sin embargo, está cargado de violencia, de una especie de terror. Allí, sumida en una especie de trance impuesto por la violencia sonora, lumínica y humana, mientras es supuestamente quemada, Charlotte se pierde y el director de fotografía encuentra lo que ni siquiera sabía que estaba buscando, ¿o sí?