«La aniquilación de la naturaleza» (fragmento)

Este libro nos alerta sobre cómo la mano del hombre sigue aniquilando a los compañeros con los que habitamos el planeta; mamíferos y aves cuya subsistencia está comprometida por la negligencia humana

Subtitulado La extinción de las aves y mamíferos por el ser humano, este libro de Gerardo Ceballos, investigador del Instituto de Ecología de la UNAM; Paul R. Ehlrich, doctor por la Universidad de Kansas e interesado en la evolución cultural relacionada con la ética ambiental; y de Anne H. Ehlrich, miembro del consejo del Instituto del Pacífico para Estudios sobre Medio Ambiente, Desarrollo y Seguridad (desde 1988) y New-Land Foundation (desde 2003), este libro nos alerta sobre cómo la mano del hombre sigue aniquilando a los compañeros con los que habitamos el planeta. Son mamíferos y aves cuya subsistencia está comprometida por la negligencia humana al invadir sus territorios, no hacer suficientes esfuerzos para detener el cambio climático, sobreexplotar recursos que rompen con el equilibrio de los ecosistemas y no ser conscientes de que no hay punto de retorno una vez que sólo quedan vivos apenas un  puñado de ejemplares de cualquier especie.
 
Esta es la radiografía de las poblaciones que están desapareciendo y de las que están seriamente amenazadas. ¿Estamos condenados a que sólo una decena de aves y mamíferos  sobrevivan? ¿Qué podemos hacer para crear una conciencia activa que proteja la biodiversidad?

Aquí un fragmento de esta lectura que ve la luz bajo el sello de Océano que nos comparte esta lectura. El libro cuenta con las ilustraciones originales de Ding Li Yong.

La aniquilación de la naturaleza. La extinción de aves y mamíferos por el ser humano

1.EL LEGADO

En algún lugar de nuestro inmenso, frío y poco comprendido universo, donde hay más estrellas que todos los granos de arena en el mar, podría haber vida. Empero la vida, hasta lo que sabemos, podría ser exclusiva de la Tierra, un planeta fascinante. La Tierra tuvo su origen hace aproximadamente 4,600 millones de años, cuando se condensó a partir de polvo y gas interestelar gracias a procesos cósmicos complejos. Mil millones de años después la vida microscópica ya estaba establecida en los océanos, aunque los eventos que dieron origen a la vida siguen siendo poco entendidos.

Si bien desde la antigua Grecia los humanos han estado interesados en la vida primitiva, no fue sino hasta mediados del siglo xx que se desarrolló la tecnología que permitió datar fósiles con eficacia. Antes de ese siglo, la datación más precisa de vida temprana en la Tierra rondaba en alrededor de mil millones de años. Sin embargo, en 1983 un grupo de científicos descubrió en Warrawoona, al noroeste de Australia, estromatolitos fósiles, que albergaban fósiles de bacterias filamentosas de aproximadamente 3,500 millones de años de antigüedad. Los estromatolitos son estructuras formadas a partir de la fijación de carbonato de calcio por microorganismos, principalmente cianobacterias (procariontes verde azules). Aunque sabemos ahora que en efecto la vida surgió hace mucho tiempo, es posible que su origen sea aún anterior a 3,500 millones de años, ya que las bacterias mencionadas eran pluricelulares; es decir, formadas por varias células, lo que indica que ya habían evolucionado de manera significativa a partir de sus ancestros bacterianos unicelulares. En la actualidad existen estromatolitos vivos en aguas marinas someras de lugares como Baja California, México, y en el oeste de Australia.

La diversidad de la vida se ha desarrollado bastante desde que esos minúsculos y poco conocidos organismos fosilizados evolucionaran en los millones de especies de plantas, animales, hongos y microorganismos que ahora existen. Actualmente, las selvas tropicales y los arrecifes de coral contienen las reservas más abundantes de especies de la Tierra. La riqueza biológica en ambos ecosistemas es extraordinaria. Por ejemplo, una hectárea de selva cercana a Iquitos, Perú, tiene aproximadamente 150 especies de árboles, mientras que cinco hectáreas de selva en Borneo tienen cerca de mil especies de árboles. En contraste, en todo Norteamérica y el norte de México, región que cubre casi 3 mil millones de hectáreas, existen menos de mil especies de árboles. No es ninguna sorpresa, con base en esos patrones, que las ideas de Charles Darwin y Alfred Russel Wallace, quienes desarrollaron la teoría de la evolución biológica por selección natural, estuvieran inspiradas en la diversidad de vida que vieron en las regiones tropicales.

En las selvas tropicales los animales son mucho más difíciles de observar que las plantas; de hecho, ver alguno es cuestión de suerte. Sin embargo, en términos de diversidad, los animales invertebrados son mucho más numerosos que las mismas plantas. Los invertebrados son aquellos animales que no tienen columna vertebral, como los crustáceos, los calamares, los pulpos e incontables criaturas de los océanos. En tierra, el grupo más conocido de invertebrados es el de los insectos. La diversidad y abundancia de insectos tropicales es legendaria: un solo árbol en la región
amazónica puede albergar cientos de especies de escarabajos y más especies de hormigas que toda Gran Bretaña. Esta abundancia recuerda una famosa frase atribuida al científico J. B. S. Haldane. En una ocasión un teólogo le preguntó sobre lo que sus estudios de biología le habían revelado acerca de la mente del Creador. Haldane respondió que el Creador debía de tener una “extraordinaria afición por los escarabajos”. Como la respuesta de Haldane sugiere, los insectos son el grupo de animales más diverso, con más de un millón de especies conocidas y miles más descubiertas por los científicos cada año.

Por increíble que parezca, sin embargo, todavía estamos lejos de tener una idea burda del número total de especies de plantas, animales y microorganismos que habitan el planeta, aunque alrededor de 2 millones de especies ya han sido descritas. Los cálculos recientes del número total de especies en la Tierra oscilan entre unos cuantos millones hasta más de 100 millones de especies y, en los últimos años, algunos científicos han valorado este número en miles de millones. Esto depende hasta cierto punto de la definición de “especie” y de cómo se considera a los microorganismos (incluyendo los virus), que es un tema de amplia discusión entre los científicos.

Pero independientemente de la definición de especie y el número exacto de ellas, la diversidad de organismos es verdaderamente sorprendente. A diferencia de lo que la mayoría de las personas creen, el descubrimiento de nuevas especies es bastante común, especialmente de peces, plantas, invertebrados y microorganismos. Una recopilación del Instituto Internacional de Exploración de Especies en la Universidad Estatal de Arizona encontró que en el año 2007 se descubrieron 18,516 especies a nivel mundial, lo que en promedio representa el descubrimiento de 50 especies al día, y es equivalente en conjunto a cerca de 1 por ciento de todas las especies descritas. De manera similar, los resultados del primer censo de vida marina fueron anunciados a finales del año 2010, una década después de su lanzamiento. Los científicos participantes en ese estudio han descrito más de 1,200 especies y más de 5 mil especies están aún en proceso de ser descritas. En otro esfuerzo de una década, en la cuenca del río Mekong en la península de Indochina, se descubrieron más de mil nuevas especies de animales y plantas, mientras que los científicos del proyecto Amazonas Vivo (Amazon Alive) —llevado a cabo en la cuenca del Amazonas— descubrieron entre los años 1999 y 2009 un increíble número de nuevas especies, entre ellas 637 plantas, 257 peces, 216 anfibios, 55 reptiles, 16 aves, 39 mamíferos y miles de invertebrados como insectos, arañas y lombrices.

Miles de formas de vida han sido descubiertas en los lugares más inconcebibles. Por ejemplo, se han descubierto bacterias termófilas, es decir, que soportan temperaturas altas extremas, prosperando a temperaturas cercanas a los 140 grados Celsius, mucho mayores al punto de ebullición del agua. Estas bacterias viven en lugares como los géiseres del Parque Nacional Yellowstone en Estados Unidos de América y en las chimeneas hidrotermales del fondo oceánico del Pacífico. El hallazgo de estas bacterias puso en duda la noción de que los organismos no podían sobrevivir a altas temperaturas debido a la desnaturalización de las proteínas, que implicaría la pérdida de la forma y la función de las células que los integran. El descubrimiento del mecanismo fisiológico con el cual las bacterias mantienen sus proteínas intactas a altas temperaturas podría contribuir a hallar maneras de prevenir muertes a causa de fiebres altas. Otras bacterias, microorganismos e invertebrados igualmente peculiares han sido encontrados en lugares como las rocas infértiles de la Antártida, en los suelos oceánicos a miles de metros de profundidad y en profundidades en minas a 1.3 kilómetros bajo la superficie. Estos, por mencionar algunos, son de los lugares más extraños donde podemos encontrar vida.