Leon Chiprout: «Lo que importa es la mirada que está detrás de la lente»

El fotógrafo recorre parte de su trabajo de 30 años entre la moda, la música y el cine en Profoundly superficial

Huemanzin Rodríguez/Ciudad de México.

Leon Chiprout es fotógrafo. Durante los años noventa fue parte del grupo Aleks Syntek y la gente normal (Más fuerte de lo que pensaba, 1993), esa misma década hizo parte de los visuales de Re de Café Tacvba o Así de Benny Ibarra. Ha tenido una trayectoria importante en el mundo de la publicidad, así como cinefotógrafo en documentales, videos musicales o películas como Jirón de niebla (Dir. Julio César Estrada, 2013). Ahora ha editado Profoundly superficial, su primer libro de fotografía. Se trata de una publicación independiente con parte de su trabajo desde 1989 hasta 2019. León Chiprout en conversación con Noticias 22 Digital comparte reflexiones en torno a la imagen y comparte sus próximos proyectos que lo mismo están en la edición de libros que en el cine.

«La intención del libro era hacer un viaje por mis años detrás del visor, la imagen va cambiando porque yo voy cambiando. ¡Imagínate en 30 años! Van cambiando lo mismo los intereses, la parte física, la parte emocional, la parte creativa. Todo se va modificando. Por ejemplo, cuando abres el libro tengo unos autorretratos, debo de tener unos veinte años, estoy en el departamento de mi papá con pasta de dientes frente al espejo del baño, con unas lámparas. El libro tiene imágenes desde esa época cuando estaba estudiando y usaba rollos, hasta lo que he estado haciendo con teléfonos inteligentes y en el cine. Toda mi personalidad ha cambiado a lo largo de treinta años y se refleja mucho en las imágenes.

»Hay cosas muy de los noventa, hay cosas de finales de los ochenta, otras mucho más contemporáneas. En los últimos veinte años he estado metido en el budismo zen y desde entonces empecé a hacer imágenes abstractas, por ejemplo, sobre el comportamiento de la luz en ventanas, en el agua, paisajes, que tienen que ver con la experiencia del budismo.

Eso me llamó la atención de las fotografías seleccionadas para este libro, veo cierta tensión entre la fotografía construida y elaborada de la publicidad, y el registro de un instante interior.

Son dos enfoques de aproximarse a la imagen. Como señalas puede ser la foto fija o en movimiento de una imagen bien planeada y bien construida, como está la imagen documental y cándida. Yo disfruto mucho ambas partes, me gusta mucho la fotografía cándida y espontánea, porque siento que eso viene de la intuición, viene desde el estómago, es algo que te hace voltear a ver y encontrar, tener una mirada en algo que no es aparente para cualquier persona. Para mí, eso es lo que tiene que ver con la fotografía cándida y es como me aproximo, de una forma intuitiva, casi inconsciente, en donde encuentras algo que aparentemente no está.

Y con respecto a la imagen construida, tanto en foto fija o en movimiento para cine, me encanta la parte técnica. ¡Disfruto muchísimo iluminar! Es lo que más disfruto de la parte técnica. En cine tienes más recursos y me encanta detallar, componer, construir algo con cuidado entre la posición A y la posición B de la cámara o la foto fija.

Y ahí tú construyes lo que quieres, lo que realmente necesita el director. Es un trabajo deliberado, una cierta manipulación.

¿Qué crees que ha adquirido tu mirada con el aprendizaje de esa manipulación de la imagen construida?  

Soy un apasionado de representar historias visualmente, ya sean historias mías o de otros. Es un trabajo bastante complejo porque debes dejar tus preferencias o tus gustos para poder representar de manera neutral la historia que está enfrente del lente. Se trata de bajar un poquito el ansia de control de lo que uno quiere. Eso se manifiesta en cualquier área de tu vida, se trata de ser más flexible, de poder interpretar y servir a otros.  

Yo me considero muy técnico, me importa mucho el cuidado y detalle en lo técnico. Pero ese tipo de cuidados ahora ya te lo da cualquier teléfono inteligente. Ahora lo que importa es la mirada que está detrás de la lente, “una cierta mirada” como dirían en Cannes, es algo que la tienes o no la tienes.

Ahora estoy mucho más enfocado en mis propios proyectos personales, como este libro, que tengan más que ver más con el concepto y el contenido. De hecho, estoy haciendo lo que será mi próximo libro, con puras fotos de pantalla, fotos que hago en sesiones de meditación en la plataforma zoom a lo largo de trece países. Hacemos sesiones de meditación con gente de todo el mundo y hago fotos de pantalla de cosas que me llaman la atención de gente que está meditando. ¡Imagínate!, son fotografías de súper baja resolución que dependen de mil cosas como la calidad del Internet, la poca luz de los espacios que dañan la imagen, pero tienen mucho potencial.  

¿A qué crees que se debe el proceso que te ha llevado a la construcción de tu identidad visual?

Mi papá era diseñador de modas, uno de los primeros diseñadores de modas en México. Era muy visual, un gran lector, dibujaba maravilloso y cantaba ópera. Crecí con eso. Por otro lado, siempre estaba metido en una sala de cine o en tiendas especializadas viendo revistas de arte y de moda. Me la pasaba en museos. Ahora en Instagram veo cosas muy interesantes. También considero que a través de los viajes uno construye la mirada, he tenido la oportunidad de viajar muchísimo y eso me ha ayudado en mi acervo visual. Pero, creo que también la sensibilidad es algo que traes o no. Es algo que puedes trabajarla y profundizar, pero sí creo que debe de haber una predisposición. Hay gente que tiene las mejores referencias y educación visual y no puede lograr una mirada.

Cuando en la posguerra aparecieron las cámaras automáticas y permitieron que mucha gente pudiera sacar fotos sin saber nada de fotografía, ya sea por los lentes de plástico, la mala exposición y el desconocimiento del ASA, se generaron una serie de errores fotográficos comunes que en los años noventa —antes de la aparición de la fotografía digital— reconocidos fotógrafos empezaron a usarlos como parte del código visual. Ese código es hoy fundamental para entender los filtros de las cámaras de los teléfonos inteligentes y de plataformas como Instagram. Cada filtro lo podemos rastrear en cámaras y rollos de Polaroid o Instanmatic.  Así que ese error fotográfico ahora también es una estética de la nostalgia. La textura del video del VHS me parece que también está hoy en una posición similar en nuestros tiempos de hiperrealismo 4K. ¿Qué buscas en este proyecto que tienes ahora con el ruido electrónico de la pantalla y la meditación?

Es que se crean ambientes muy raros con el ruido electrónico y el grano. Tengo un año tomando fotos de pantalla de personas tan diversas, gente que en su país es de noche y está meditando, o una chica en Taiwán a las 7 de la mañana o alguien en Australia o de México. Cada quien tiene cámaras distintas, computadoras distintas, la luz le da de distinta manera, porque en una videollamada global los husos horarios son diferentes. Entonces, entre la conexión de internet, las webcam —algunas de sus lentes nunca han sido limpiadas— junto con la potencia de la meditación, da ambientes a veces más sórdidos. Y creo que para este proyecto que viene, entre más sórdido es mejor. En el libro Profoundly superficial, hay cosas muy sórdidas. A mí eso me encanta, esa influencia de David Lynch, esa sordidez que tienen sus películas me fascina.

El libro que viene puede llegar a ser muy luminoso, porque la idea es ir de la oscuridad a la luz, de lo dark a lo brillante, pero lo que ahora me motiva más es la sordidez de las imágenes por cómo se mezclan los medios.  

Esa textura sórdida la veo en algunos de los retratos del libro que presentas, lo que me hace pensar mucho en el título Profoundly superficial; entiendo perfectamente que te refieres a ese mundo de la moda y los años de juventud durante tu grupo musical. En la primera etapa, tus fotografías tienen mucho ruido; pero con el paso del tiempo, es evidente que tus fotografías adquirieron un silencio en este siglo.  

Es algo que ha cambiado con la práctica budista y cómo a partir de eso, de pronto, he tomado ambientes y paisajes abstractos que antes ni soñaba con hacerlo algún día. De joven no me gustaba el paisaje, nunca me gustó, siempre me gustaba la gente. Y en los últimos años hay muchas imágenes contemplativas. Me parece interesante que lo notes porque el título tiene mucho que ver con modelos, hay muchas fotos de campañas publicitarias que aisladas no lo parecen.

Como mencionas, en los noventa tocaba en una banda pop musical, entonces las fotografías de esa época eran ese mundo. Sin embargo, esas imágenes tienen también cierta profundidad pese al mundo superficial y frívolo —a una parte de mí eso también le atrae—. Siento que aún en ese mundo tenía yo cierta introspección. De esos años es el retrato que le tomé al diseñador Jean-Paul Gaultier.

Yo lo pienso más como un “detrás de cámaras” de ese mundo superficial. Porque es notorio que algunas fotos son parte de las sesiones de campañas publicitarias, pero más como el outtake. Las imágenes que al final quedaron fuera de la campaña. Si vemos las imágenes de la publicidad que nos rodea, pareciera que el mundo vive entre la euforia, el orgasmo y la satisfacción, y cualquier imagen que no represente eso queda fuera de la publicidad.

¡Sí, hay algo de eso aquí! Si buscas, puedes encontrarte unas joyas. De hecho, tengo un proyecto que haré más adelante que se llama El anuncio bizarro. Y son esas imágenes escondidas entre las sesiones de las campañas publicitarias de autos, de almacenes de moda, etcétera. Recuerdo ahora una, de finales de los noventa o principios del dos mil, durante el shooting en un camino arbolado que hicimos un domingo por la mañana en avenida Palmas. Durante toda una semana teníamos que fotografiar ese ambiente. Y entre todas las fotos salió una con algo que parece ser un ovni. Así quiero revisar los cerca de cinco mil negativos y archivos digitales que tengo. Este archivo lo revisé durante tres o cuatro meses para poder hacer Profoundly superficial, volveré a revisar todo de nuevo con la idea de El anuncio bizarro.

¿En qué momento te sientes como fotógrafo?

Ya me gustó esto de los libros. Fue un gran esfuerzo hacer Profoundly superficial, porque fue una auto publicación. Y aunque me he rodeado de gente muy talentosa y capaz, no tuve una casa editorial detrás que me ayudara en el proceso. Yo me eché todo desde cero. La curva de aprendizaje fue complicada. Mucha gente me ayudó como Gerardo Montiel Klint, Iván González de León, de La Esmeralda; Guillermo Arriaga, Mariana Musi que fue la curadora/editora, Rigoberto de la Rocha y José Luis Lugo, que fueron los diseñadores. Muchas más personas, hasta Paloma Castellanos quien editó el libro en España, ella lleva treinta años haciendo libros de fotografía de tipos como Cartier-Bresson o Helmut Newton. Tuve mucha suerte, pero en los dos años de aprendizaje tuve varios golpes contra la pared y el piso.  

Quiero hacer más libros. Tengo varios proyectos como el de meditación que está ahora en diseño, tengo El anuncio bizarro, tengo otra idea La imagen imposible que son solo cuadros intermedios de fotografía en movimiento, donde el actor está haciendo un movimiento y yo extraigo el cuadro intermedio que es imposible de conceptualizar, de planear o incluso de hacer con una cámara de fotos fija. Buscar esa idea de imposibilidad en las imágenes y transitorias.

Y con respecto al cine, pues no he tenido mucha chamba, ni de foto fija. En la pandemia me he enfocado en mis trabajos personales. Pero estoy desarrollando una película con un director español que vive en Los Ángeles, California, con un escritor que vive en México. Compramos los derechos de Mentiras, una novela de Enrique de Hériz (1964-2019), un escritor catalán. En esa película seré el director de fotografía y principalmente, el productor. Ese es mi proyecto “comercial”. En eso estoy, más lo que se acumule.

Todas las imágenes forman parte del libro Profoundly superficial, de León Chiprout.