Jon Lee Anderson: «América Latina tenía un porvenir y de pronto perdió el rumbo»

Una conversación con el periodista a propósito de su más reciente libro publicado por Sexto Piso, Los años de la espiral

Ciudad de México (N22/Guadalupe Alonso Coratella).- ¿Qué detonó estos «años de la espiral» en Latinoamérica?

Lo que detonó el libro fue mi constatación de que la década mostró algo distinto. Comenzamos con la izquierda en el poder en América Latina y con un Obama en la Casa Blanca. Vimos, a mitad de la década, como él mismo dijo, que había enterrado el sable de la discordia y de la doctrina Monroe. Lo vimos estrechando la mano a Raúl Castro y apadrinando el proceso de paz con la guerrilla en Colombia. Llegamos a momentos positivos inesperados de distensión en América Latina. Luego, vino un giro 180 grados. La llegada de Trump al poder y el tufo que trajo la llegada de gente como Jair Bolsonaro, en Brasil, Nayib Bukele, en El Salvador, y Jeanine Áñez, en Bolivia, un nuevo tipo de populismo autoritario de derecha y la eclosión de la izquierda. También vimos la muerte de iconos de izquierda como Fidel Castro, Hugo Chávez, y su reemplazo por gente como Maduro o la desgracia de Lula, un hombre popular que llevó a Brasil a la cima de los escenarios políticos del mundo. Ahora tenemos a un Bolsonaro. Ha sido una década con un comienzo, un desenlace, un final, en una América Latina que empieza con la izquierda y termina con la derecha. Una América Latina que tenía un porvenir y que de pronto perdió el rumbo. Ahora lo que tiene es un impasse entre el autoritarismo refrito, la militarización de muchos de los países, un modelo democrático muy desgastado que vino, ni más ni menos, que de Estados Unidos. 

¿Fue la llegada de Trump o la situación misma en América Latina lo que provocó este vuelco?

Las dos cosas. El modelo democrático en América Latina nunca caló hondo. Hay que recordar que al final de la Guerra Fría los militares volvieron a su cuartel y quienes llegaron al poder fueron, sobre todo, políticos de centro derecha, además, era la época de las grandes privatizaciones. Recordemos a Menem, en Argentina, a Fujimori, en Perú. Ustedes también, en México, abrieron la puerta a la cultura de consumo al estilo Norteamericano, a cambio de gangas y privatizaciones. Entonces, la etiqueta de país democrático quedó en vilo y, a cambio, vimos la llegada al poder de muchos líderes de izquierda. América Latina es de nuevo una región a la deriva, es todavía una región muy vulnerable a las embestidas del tiempo. La democracia no caló lo suficientemente hondo, no creó raíces para institucionalizarse y quedó vulnerable a los cantos de sirena, tanto de la izquierda demagoga, como de una nueva derecha también demagoga y despótica. Esto viene de la mano de Donald Trump, un tipo despótico que no solo ha revertido el buen sentimiento que había iniciado Obama con la región, sino que ha consolidado el poder y sus políticas con coacción. La forma como le ha torcido el brazo al gobierno de México, el modo como ahora actúa el gobierno de Colombia con el asesinato de líderes sociales y activistas y con un nuevo presidente de derecha respaldado por Trump que desdeña el proceso de paz que puso final a la guerrilla hace apenas cuatro años. Tenemos un narcotráfico desatado, un presidente norteamericano transaccional con la región, de su boca nunca salen las palabras ‘derechos humanos’, no le importa. Así que mucho tiene que ver con Trump y no ayudan las debilidades de los mismos países de América Latina. 

La llegada de Trump disparó el racismo y la xenofobia, los discursos evangélicos, la polarización sobre esto también aportan algunos gobiernos en Latinoamérica. ¿Qué nos dice de la sociedad que hemos construido?

Es muy preocupante y desesperante. Es como si, hasta cierto punto, la conquista continuara, la conquista existencial de las mentes y corazones de los pueblos. Es como si todavía estuviera en jaque. ¿Hacia dónde van a voltear el brasileño, el mexicano, el hondureño, el peruano, el colombiano? Hay una pugna que va más allá del bolsillo, es una lucha de las almas y los corazones, un drama muy fuerte. No tengo duda, si esto sigue podemos volver a una época de violencia civil, de enfrentamientos civiles, porque la falta de legitimidad y credibilidad de los gobiernos está llegando al límite. Por otro lado, sigue la sensación de saqueo, y ante la debilidad y ausencia de instituciones que resguarden la democracia, podríamos ver de nuevo el surgimiento de grupos violentos que intenten cambiar las cosas con las armas. No digo que va a suceder ahora, pero todavía hay guerrilla en Colombia, hay guerrilla en Paraguay, en la mayoría del hemisferio hay muchos hombres y mujeres armados, la mayoría en bandas criminales. Algunos empiezan, inclusive, a disputarse el poder, sobre todo regional, con el político en turno. Ustedes lo ven en México, en ciertos lugares, pero también se ve en favelas de Río de Janeiro y en sectores de Venezuela. El bandolerismo es una realidad, la falta de estado de derecho pleno en América Latina es lo que crea este vacío y esta posibilidad de volver a la violencia social. Tenemos el fenómeno de los estallidos sociales que vimos el año pasado en media decena de países latinoamericanos, estamos volviendo a ver protestas en Chile y en Colombia en donde mueren manifestantes por policías que actúan un poco como los norteamericanos en las manifestaciones de Black lives matter. Y también tenemos grupos de narcos y de bandoleros armados con fuerza de ejército en ciertas regiones y estados débiles que no llegan a legitimarse. Esto es una caldo de brujas, si no se cuida puede reventarnos en la cara. Va a requerir mucha maniobra delicada y sensata por parte de líderes en todos estos países para revertir este panorama tan volátil y posiblemente extremo. Hay que recordar que Latinoamérica hoy en día es el continente más asesino del mundo, más que África, inclusive más que Medio Oriente. Eso ha de preocuparnos a todos porque significa que la ley no funciona, que el fuero judicial no funciona, que las policías no son guardianes de la paz, son otra cosa, y esos son los grandes retos que hay por delante, y son serios. 

Mencionas la falta de instituciones que resguarden la democracia, ¿esto podría detonar la proliferación de dictaduras en la región como sucedió en los años sesenta, setenta?

En Brasil, Bolivia, El Salvador, países que conozco bien, hay aspectos dictatoriales de los gobiernos que están en funciones. Bolsonaro es un ex militar, unos 10 o 12 miembros de su gabinete, que son 20 y pico, son militares. Él desdeña todos los días a los otros poderes del gobierno y alaba lo que fue la dictadura militar donde él sirvió como oficial, es decir, ya hay una especie de gobierno militar o paramilitar en Brasil. En Bolivia, donde Evo Morales fue tirado o cayó por algunos comportamientos de cierto caudillismo, ha llegado al poder gente muy ideológica de derechas vengativas que cuentan con el apoyo de un sector de las fuerzas armadas también muy conservador. Hay el tufo de un país ideológicamente polarizado, lo que es muy peligroso, pero ya veremos en las próximas elecciones. Yo hablé con la Presidente, con el Ministro del Interior actual y salí ensombrecido por su discurso. El ‘manager’ del presidente de El Salvador que antes fue propietario de clubes nocturnos, tuitea, como Trump, órdenes a las fuerzas de seguridad en un país que hace una décadas tuvo una guerra civil cruenta y que terminó con una impunidad absoluta para los sanguinarios. Nunca ha habido justicia en ese país. Él ahora tuitea órdenes, decretos, a las fuerzas de seguridad que le sirven, y desoye a la Asamblea Legislativa en la Suprema Corte. Últimamente ha empezado a atacar a la prensa, a los medios independientes. No es una dictadura como las que vimos en los años 70, pero por ahí va. Es una especie de dictadura moderna refrita o un despotismo moderno con aspectos de lo anterior.

¿Y el caso de Venezuela?

Venezuela es un país en colapso continuo, un país fallido, y un país que ya se ha vuelto ‘gangsteril’ en muchos aspectos, desde la presidencia hasta la guardia nacional. Hay tintes de hamponería en la conducción y la vida cotidiana del país, es preocupante. Pero claro, están en un punto tan extremo de colapso que casi hay que medirlo aparte, aunque el efecto de contagio a sus vecinos es muy grande. Donald Trump no ayuda señalando con su dedo a Maduro y poniéndole bajo más sanciones, no está ayudando a que Venezuela cambie, y es obvio que arrinconando a un régimen como el de Maduro no lo va a cambiar en beneficio de los ciudadanos. Vamos a ver si sube Biden y se puede recuperar algo de diplomacia y un diálogo que ayude a que Venezuela vuelva a la familia de naciones y se aproxime a una neodemocracia.

En el pasado, México ha sido líder en Latinoamérica, ¿en qué posición estamos hoy?

Lamento decir que no es líder. México se encuentra en su propia esquina, con su política exterior casi supeditada a una situación de hostigamiento con Estados Unidos, resultado de la política brusca y demente de Trump en la frontera. México ha tenido que servir de policía norteamericana con la migración dentro de su propio país a cambio de distensión con un presidente que llegó al poder tratando a México como si fuera perro, a patadas. Perdón, pero es la forma como maltrató a México. Todos sabemos lo que le llevó al poder, ahí estrenó sus verdades: su racismo, su xenofobia, su prepotencia, que está llegando ya a momentos extremos. El apaciguamiento de López Obrador con Trump ha bajado la tensión y creo que el gobierno mexicano espera sacar una prebenda de esa relación ya más atenuada debido a que han cedido a los gustos y voluntades de Trump, pero eso mismo le ha costado a México empeñar su independencia tradicional frente a los demás países en Latinoamérica. México se ha aislado en la región debido a su duelo con Estados Unidos, que le va a servir mal si es que Biden llega al poder.  

¿Cuáles serían las perspectivas en el caso del triunfo demócrata?

No creo que Joe Biden y su equipo le cobren a México estas actuaciones un tanto serviles con Trump. Ellos entienden que el país ha estado en una situación difícil, pero no están a gusto. Si gana Biden, volveremos a tener una diplomacia, un Departamento de Estado que funcione como una institución diplomática y no como carne de cañón de un déspota en la Casa Blanca. Volveremos a ver un buen sentimiento hacia la región, no estará desprovisto de tensiones, por supuesto. Inclusive con Venezuela y Cuba habrá tensiones, pero van a optar por pláticas en lugar de intentonas de invasión y golpes de estado, que es lo único que ha hecho Trump, llegando a situaciones macabras y absurdas, desde que subió al poder. Soy optimista, pienso que si llega Biden al poder las aguas volverán a su cauce, tendremos relaciones más normales y la región podrá respirar un poco mejor.

El Financial Times publicó hace unos días que México se está transformando pero no cómo lo había prometido AMLO. Y advierte sobre el peligro de volver a la época de los caudillos, ¿exagera con este presagio?

En el Financial times siempre han sido un poco criticones con México y AMLO, a mi juicio un poco de más. Discrepo y me inquietan algunos de los comentarios y comportamientos de AMLO. Acabo de escribir que algunas de sus mañaneras no son de mi gusto, y tiene tendencias populistas, pero no se compara con un Trump o Bolsonaro que, a mi juicio, son personajes malévolos. AMLO, al menos el hombre que conocí y que sigo viendo, es un tipo más bien afectivo y simpático. Le sobra empatía, al contrario de Trump. No niego que pueda convertirse en una especie de nuevo caudillo, pero no lo veo así. Lo que pasa es que su personalidad, en parte predicador, en parte mesiánico y efusivo, bonachón, y también admonitor –que es la parte me causa recelo porque traga todo el oxígeno del salón en ese foro de culto y popularidad consensuada– tiende a llevarlo por ese lado. Estaría muy bien que AMLO intentara limitarse en sus expresiones más mesiánicas y que se acuerde que está ahí por un sexenio, que es un presidente de un solo mandato, que cuando se vaya, ha de dejar a México mejor que cuando lo recibió. No temo que se convierta en un caudillo, pero sí tiene aspectos de personalidad que llevan a esas suspicacias por sus críticos más acérrimos. Y sí me gustaría que le bajara al tono criticón con los medios, al de negador de los feminicidios y de sabelotodo en sus mañaneras. No le es propio y, al final, no le va a servir bien ni a su presidencia ni al país. 

Tras haber conocido de cerca la situación de varios países y a sus principales protagonistas, a qué conclusiones has llegado sobre Latinoamérica. Qué hay en sus venas, como diría Eduardo Galeano.

Ganas de porvenir. América Latina es el nuevo mundo, es el primer continente en donde se fusionaron todas las sangres de todas las razas y por eso su cultura es efervescente, dinámica, volátil, sincrética, hipersincrética. No carga con algunos de los viejos sectarismos que desangraron al viejo mundo. En Latinoamérica los judíos y los árabes no se matan. Acá se mata por otras cosas, sobre todo por desigualdad, pobreza e injusticia. El modelo democrático nunca ha cuajado en América Latina, en parte por la forma como fue conquistado y dirigido por tantos siglos, pero la creatividad, la innovación, el gusto por la vida en América Latina es algo que lo marca, que lo distingue y que siempre me llena de optimismo. ¿Qué corre por sus venas? El deleite de la vida, las ganas desde seguir viviendo. La pasión, el sueño del porvenir, porque es un continente que no ha terminado de hacerse, un pan que todavía está en el horno, y eso mismo le da la emoción y la sensación de posibles utopías y también de realidades distópicas. Está en ebullición todavía, por eso siempre termino con una sensación optimista en torno a América Latina, por más cruenta que sea su realidad a veces. 

Si tuvieras que elegir a uno de los personajes que retratas aquí para escribir un libro, ¿quién sería?

Elegí ya, porque estoy trabajando en una biografía de Fidel Castro. Serán dos tomos sobre la Revolución Cubana, la primera parte sobre el Ché y la última sobre Fidel. Ahí termina un poco mi baile vital con la revolución que tanto encarnaron estos dos seres. Si tuviera que escoger un personaje que al contemplarlo y retratarlo me llena de alegría siempre, sería Gabo. Hice un perfil y un par de cositas a través de los años sobre él, pero es uno de los personajes más geniales que he conocido entonces por preferencia personal me quedo con Gabo y en lo profesional, con Fidel.  

¿Qué te atrajo de ellos?

Gabo es un tipo de buen corazón, afectivo, muy empático y eso se notó en todos sus intercambios, era un buen hombre. De Fidel destacaría su cautiverio por la historia y la conciencia de su poder. Un hombre que cambió la pauta del destino y la historia de América Latina durante más de medio siglo. Recién estamos saliendo de eso. Por algo murió la izquierda al morir Fidel. Su presencia en el escenario fue contundente para todo lo que ha pasado en la política en América Latina, tanto con la efervescencia de la izquierda en los años 60, 70 y 80, y con las contrainsurgencias que arrasaron con la izquierda en esa época. También con la vuelta al ruedo de la segunda izquierda liderada por Hugo Chávez y su trillón de dólares del boom del petróleo, pero asesorado por Fidel. Fue a través de ellos dos que llegaron al poder gente como Correa, Lula, Bachelet, Mujica, todos un poco bajo ese paraguas. Si bien tuvieron sus diferencias y algunos fueron más independientes, como el Pepe Mujica, fue contundente la presencia de Fidel y la llegada al poder de Chávez con dinero del petróleo. Esto coincidió con Bush en Estados Unidos. Su dejadez hacia América Latina y su beligerancia manifiesta en el mundo, crearon un vacío a través del cual pudo surgir un Chávez carismático que parecía llenar ese vacío. Significó también una posibilidad para los que todavía querían enfrentar el poderío de la única potencia en el mundo. Sin embargo, todo eso se desmoronó de nuevo y quizá el clavo en el cajón fue la muerte de Fidel, por supuesto la de Chávez, y el consecuente desmoronamiento del sistema de la revolución bolivariana debido a la mediocridad y corrupción de las actuales políticas de gobierno en Venezuela. Lula tampoco pudo con su país, se lo tragaron. En fin, es todo un tema, pero creo que Fidel fue clave. No se puede separar el desplome de la izquierda de la muerte de Fidel, van de la mano, en parte.

¿Cómo ves el futuro tras la pandemia, qué lecciones nos ha dejado?

En la pandemia nuestras realidades salen a flote, si bien nos pusimos ropa antes, nos hemos quedado desnudos; si somos autoritarios, queda clarísimo en la pandemia; si nos importan nuestros ciudadanos, también. Es decir, todos los gobernantes se han mostrado durante la pandemia, los más irresponsables son los presidentes de los países donde hay más muertes: en Estados Unidos, Trump; en Brasil, Bolsonaro. Creo que todos lo hemos sentido y experimentado en la vida personal, nos damos cuenta, coño, de lo que importa: la familia, el tiempo, el medio ambiente. También de lo que realmente nos fregaba de la vida anterior: el ruido de las ciudades, por qué estar en ciudades, lo efímero de la vida. Creo que ha sido un balde de agua fría que algunos olvidaremos olímpicamente, pero otros conservaremos para siempre la memoria de cómo se sintió e intentaremos, en la medida de nuestras posibilidades, de ajustar nuestras vidas en consecuencia de este periodo. En parte porque nos damos cuenta de que la vida es bastante corta, más corta de lo que pensamos, no sabemos cuándo termine esta pandemia y ya echamos de menos cosas que hicimos antes, sobre todo el contacto social. Nos damos cuenta de que hay que hacer mucho para consolidar nuestras sociedades porque los gobernantes no siempre hacen lo que deberían hacer. Deberíamos tener más presencia en sus decisiones, nos deberían tomar más en cuenta, tenemos que buscar democracias más vibrantes y rigurosas que respondan a nuestras exigencias. 

Imagen de portada tomada de lacontradejaen.com / Davide Monteleone