«La corrupción y la falta de seriedad en establecer cimientos duraderos, ha sido la perdición de las izquierdas en América Latina.»: Jon Lee Anderson

El periodista y documentalista estadounidense participa en el Hay Festival Querétaro con una conversación en torno su próxima publicación en español Los años de la espiral

Ciudad de México (Noticias 22/Huemanzin Rodríguez).- Para Anderson, esta década en América Latina está marcada por sus propios procesos, de la mano del cambio climático, la presencia de China en la región y de la política estadounidense que considera ha tenido un cambio radical entre las presidencias de Barak Obama y de Donald Trump. En conversación con Noticias 22 Digital desde Nairobi, África, donde se encuentra investigando un reportaje, Anderson hace un balance de la región.

«Vivimos una coyuntura, es el eclipse de la izquierda, la irrupción de un populismo sobre todo de derecha, pero también de una especie de izquierda. Y quizá una era del fin de las ideologías anteriores y de los cimientos de nuevas, que incluye la posverdad. En el periodo de Obama hubo un esfuerzo por establecer una relación nueva con América Latina a través de su relación con Cuba. La irrupción en escena de Trump ha tirado todo al piso y ha reiniciado una especie de política caricaturesca de populismos de derechas. Si Obama quiso enterrar la doctrina Monroe, Trump explícitamente la ha resucitado. Y México es el país que lo siente de manera más aguda que ninguno.»

En la segunda década del siglo XXI, Anderson se ha entrevistado con estos gobernantes del continente, por ello en su libro, lo mismo analiza a Andrés Manuel López Obrador que a los brasileños Inácio Lula da Silva y Jair Bolsonaro; pasando por Daniel Ortega, de Nicaragua; los hermanos Castro, de Cuba; José Mújica, de Uruguay; Evo Morales, de Bolivia, entre otros; además de incluir a ex guerrilleros de Colombia. Considera que la segunda década del siglo XXI ha sido para América Latina tan convulsa como los años sesenta y observa una tendencia a la remilitarización en zonas donde se peleó por alcanzar la democracia.

«El populismo es preocupante y no es exclusivo de América Latina ni de una tendencia política en particular. A la muerte de figuras icónicas de la región como Castro o Chávez, se han levantado otros personajes. En Brasil, el eclipse de Lula y su reemplazo por Bolsonaro es tan semejante, hasta cierto punto, al cambio de Obama por Trump. Quizá estamos en una era posideológica, pero según mi experiencia, las ideológica nunca se van del todo. Se desvanecen los antiguos referentes frente a la creación de nuevos. Sin embargo, aún no veo un discurso social demócrata o liberal convincente, que parezca hacer frente a estos rasgos autoritarios que estamos empezando a presencia en algunos lugares, que se manifiestan de manera inquietante a través de la batalla por el control del mensaje y de los medios, con decretos por tuiter (como Nayib Bukele, en El Salvador) y el amedrentamiento y persecución de periodistas en todo el hemisferio.»

¿Estamos repitiendo lo que se pensaba superado?

Los pueblos americanos padecieron la llegada de los europeos hace quinientos años, hubo matanzas, sólo no se exterminó a los que consideraban útiles de alguna manera. En el siglo XIX, Estados Unidos buscó exterminar a los nativos del norte del continente. ¡Hoy, en Brasil, se habitan al mismo tiempo los siglos XV y XXI! Bolsonaro no es muy distinto a los caciques criollos de hace 200 o 300 años que querían exterminar a los salvajes, que querían erradicar a esa gente que les parecían inútiles. América es un continente que vive varios siglos a la vez.

¿Qué es lo que ha observado en sus constantes viajes por América Latina?

Me he metido a las selvas y bosques antiguos que aún hay, he conocido a los pueblos originarios que quedan en América Latina, uno de los pocos lugares en el mundo en donde todavía los hay. Yo considero esa experiencia como un privilegio. También me siento horrorizado al ver que no estamos libres de esa Historia, y sus rasgos persisten en actitudes y posturas de políticos, empresarios, hacendados, gobernadores, capataces, incluso en la literatura, hasta cierto punto.

En Colombia, cuando sales de Bogotá, entras a un país que cada umbral de la Historia lo ha conquistado con violencia. Hay un gran desapego a la paz en grandes sectores de la sociedad, buscan la violencia para conquistar su estabilidad o su versión de lo que ha de ser la sociedad colombiana. Lo estamos viendo ahora en la puja contra el expresidente Uribe y contra el reciente esfuerzo de dejar las armas por parte de una de las guerrillas de ese país.

México tiene su idiosincrasia propia marcada por la frontera con Estados Unidos, que genera dramas que aún no sabemos adónde nos van a llevar. Sin embargo, creo que América Latina tiene suerte, porque todavía no tiene el bagaje del Viejo Mundo, quiero decir, que los árabes y los judíos no se matan en América Latina. Todavía no.

Es curioso, el Mundo Nuevo ha creado un sincretismo que, si bien es turbulento y sanguinario a veces —lo vemos en Brasil, donde no se ve el fin de las desigualdades, ese lastre histórico que se trajo del Viejo Mundo—, aún no tiene esas riñas sangrientas que vemos en Oriente Medio, el Norte de África y Europa. Hay aspectos en los que se nota que el Nuevo Mundo tiene su exaltación humana, sus porvenires propios y sus posibilidades. Tiene una gran efervescencia cultural propia, producto tal vez, del mestizaje que no es del Viejo Mundo, es de las Américas. América Latina posee esa creatividad despampanante que exporta al mundo y que ayuda a narrar, a analizar, a diseccionar y digerir las experiencias duras y turbulentas del tiempo que vivimos.

Cuando contemplo a América Latina, la veo como parte de mí y nunca siento desesperanza, y es por esa efervescencia creativa y cultural que conozco. Aunque a veces siento que esta dinámica parece no tener fin, no me siento desesperanzado como sí me siento en Oriente Medio y el Viejo Mundo, ahí sí siento una especie de espanto.

En los años sesenta en Estados Unidos hubo una lucha muy fuerte por obtener derechos civiles, muchos de ellos no existían en América Latina; aquí lentamente ha llegado la exigencia de esos derechos, que en los  últimos diez años, se ha comenzado a cosechar muchos de esos derechos civiles. Y muchos de los que promovieron estos cambios hoy o son perseguidos o están en la cárcel.

O están muertos.

Cierto. Y vemos que en la región hay varios sectores democráticos que actúan más en la continuidad de una visión neocolonialista que democrática. En teoría, un Estado moderno tiene entre sus cimientos al derecho, a la impartición de la justicia y la educación. Pero eso parece incomodar a las élites de gobierno.

Hubo un esfuerzo de parte de la izquierda. Remontémonos a las gestas revolucionarias, había un momento fuerte, volátil y con muchas posibilidades; particularmente coincidió en varios países a mediados del siglo pasado entre los años sesenta y setenta —claro que México tuvo su proceso cincuenta años antes. Después de eso yo veo que hubo una especie de repliegue táctico de las fuerzas represoras, de los militares, sobre todo, y una experimentación de la democracia en el estadounidense que, junto con una rapiña del neoliberalismo que vimos en todo el continente, con la venta de todo; lamentablemente dejó muchas secuelas. ¿Cuáles son? Por ejemplo, la pérdida de una cultura propia, la pérdida de los recursos naturales de los habitantes de estos países, el dramático cambio demográfico de lo rural a lo urbano, la irrupción del narcotráfico, de comercios clandestinos paralelos al neoliberalismo.

México lo ha padecido muy fuerte, aunque su economía es lo suficientemente fuerte como para atraer a gente desfavorecida que, en otras épocas, estarían peleando en el monte. Ahora esa gente entra en pandillas. Quiero decir que la criminalización de la sociedad, es una de las consecuencias de esta nueva economía que jala a las personas desde los sectores más necesitados.

Hoy, hay países como Nicaragua, Colombia y Brasil, que tienen zonas en donde la gente trabaja como en los años setenta. ¿Qué pasó? Tanto en los regímenes políticos de centro/derecha o la autoproclamada izquierda, manejaron los recursos de los países. La corrupción es el gran hoyo que ha atrapado a la mayoría de los revolucionarios y socialistas, hay excepciones y no es necesario nombrarlas. Políticos que realmente llegaron al poder a través de las urnas, pero tuvieron que capitanear sociedades capitalistas. Y tuvieron que hacer concesiones, en muchos casos con sus enemigos filosóficos. En algunos lugares funcionó más o menos. Algunos capitalistas entendieron que tenían que ponerle un poco de socialdemocracia para poder seguir ganando.

Eso ha sido el talón de Aquiles de esta secunda generación de izquierda, la primera generación es como Fidel con fusil en la mano, la segunda la chavista. La segunda depende en muchos casos del boom de una economía de extracción capitalista, ya sea petróleo, soya, oro, litio, lo que sea. Y el error fue no capacitarse más, no tener gerencia, mandos medios, nuevos cuadros que pudieran direccionar un cambio o ampliar las sociedades heredadas e impulsar una verdadera transformación, ya sea en un sistema social/democrático o socialismo, de una manera más genuina y duradera. En la mayoría de los lugares todo fue demagogia, o no construyeron la infraestructura necesaria para que los cambios sean duraderos.

Hay excepciones, pero mira a Brasil, Bolivia o Venezuela. Cuba está inmóvil con un discurso revolucionario, con gente que todavía cree en el bien común. Pero hay una dependencia en la inmovilidad al partido, a los militares y a las decisiones verticales. Pero ya tienen una generación nueva, 30% de los cubanos son jóvenes y van a querer más de lo que han tenido.

¿Qué pasó con la izquierda en América Central? ¿Qué pasa con todos los movimientos que tuvieron? ¡Sales de Managua y a una hora de camino encuentras a gente que trabaja por un dólar al día! ¡Como si fuera 1970! Tienen a gente analfabeta que ni siquiera sabe leer los billetes del país. Ortega se ha vuelto como un líder de… ¡qué se yo, Turkmenistán! Estamos en la resaca agudizada por la presencia de Trump y de su lobby entorno a él, que hacen que todo parezca un limbo asfixiante, que afecta a la izquierda como a todos los demás. ¿Quién iba a pensar que un presidente mexicano tendría que tirarle flores a Trump para poder sobrevivir?

No es fácil. Está duro.

Si tuviera que decir cuál fue la perdición, y no soy fatalista, de la izquierda en esta segunda beta, es la corrupción, es la falta de seriedad en establecer cimientos y raíces duraderos. Y la insistencia de permanecer en el poder como echar raíces. No, si entras en alternancia, tienes que vivir con las consecuencias del electorado.

Imagen: El Tiempo