En esta entrega de la serie que sigue la ruta trazada desde la creación audiovisual publicamos la entrevista completa con la investigadora alemana y documentalista Anne Huffschmid cuya investigación se centra en los grupos forenses independientes y los familiares que buscan a sus desaparecidos
Ciudad de México (N22/Ana León).- ¿Qué pasa cuando se juntan los huesos con su historia, cuando los restos dejan de ser sólo materia y hablan y repelen el anonimato? La investigadora y creadora visual alemana Anne Huffschmid, junto a Jan-Holger Hennies, siguiendo una ruta de trabajo sobre lo que ella llama “resistencia forense” iniciada en Argentina, llegó a México para acercarse a la labor titánica que hacen grupos de búsqueda ciudadana y forenses independientes.
Años atrás, en un tribunal argentino, Anne Hufschmid presenció la declaración de una de las integrantes del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), fundado en 1984 tras la dictadura de Videla. Quedó impresionada. Aunque ella venía trabajando tiempo atrás temas de memoria y violencia, aquella presentación donde la especialista convirtió esos «huesitos, que ni siquiera estaban presentes en el tribunal, en dos personas», la impactó. Ahí nació el interés por esta labor de “resistencia forense” como ella la llama, que llevan a cabo especialistas que nada tienen que ver con el Estado y grupos de ciudadanos. Así nacieron el documental Persistencia (2019) y el webdocumental, Forensic Landscapes (2020).
Como un acto de magia, que nada tiene que ver con la magia, estos equipos de especialistas y de formación empírica logran juntar los huesos con su historia. Estos grupos, en el caso de México, echan mano de los hallazgos que no podrían haber sido posibles sin las búsquedas de grupos de familias que tomaron directamente la labor de rastreo en sus manos frente a la inoperancia de las autoridades; grupos que frente a la necesidad de certezas se vuelven también forenses especializados. Se hacen en el camino.
Este fenómeno, el de las búsquedas ciudadanas y el compromiso de especialistas que no tienen ninguna relación con el Estado, es el que mira Anne con profundidad y el que nos presenta en los dos trabajos ya mencionados. Persistencia, por un lado, se centra en la labor de Equipo Mexicano de Antropología Forense (EMAF) y en el trabajo del Colectivo Solecito (Veracruz) y el Grupo Vida (Guerrero); en Forensic Landscapes, fusiona las experiencias de forenses profesionales y empíricos en Argentina, Guatemala y México.
Aquí la charla con ella, que es precisa y generosa con sus respuestas sobre este proyecto que inició en Veracruz en abril de 2017.
¿Desde qué punto te sitúas para iniciar con las grabaciones, con las entrevistas y el levantamiento de testimonios?
Esto empezó como los proyectos, los viajes, con una curiosidad y con algo que uno no se espera. A mí me atravesó hace ya casi ocho años en Buenos Aires. En Buenos Aires ya sabía de la existencia de un Equipo de Antropología Forense, el famosísimo equipo argentino, pero la verdad no los tenía enfocados, los tenía entrevistados, pero mi interés no iba ahí. Cuando por una casualidad del destino espero a otra gente en una sala del Tribunal y de repente me encuentro con una chica, que después me dicen que es justamente una integrante importante del equipo argentino, cuando la escucho y la veo actuar como si fuera un escenario en una de sus muchísimas declaraciones, que es parte de la chamba forense, declarar en los juicios, me parecía como un relato, una especie de performance y un acto de magia. Ella empezó a hablar de un hallazgo muy concreto, de unos huesitos que habían encontrado en las orillas de Río de la Plata y ella al dar su testimonio como antropóloga, como científica, solamente con la ayuda de sus manos, a lo largo de diez, quince minutos, convirtió estos “huesitos” que ni siquiera estaban ahí, en dos personas, en dos personas que solamente estaban ahí a través del nombre. En algún punto en su relato los empezó a nombrar. Ahí había una chispa. No en todos los proyectos podemos decir tan claramente de donde nació, en este caso sí. Ahí obviamente. No es una maga que acaba de hablar, es una científica y es alguien que tiene un poder muy especial: el poder nombrar y el poder narrar. Me pareció una actuación, que en diez años que yo había investigado, filmado y haciendo cosas sobre la memoria, no había visto. Ahí, la acción forense era la narración. Y ahí empezó un recorrido que se guía por la curiosidad hacia esos antropólogos, los profesionales, comprometidos por esa causa y atravesados por cierta locura, esa suerte de magia y locura, una obsesión.
Y me interesaba, sobre todo, no asociado al Estado. No me interesaban los forenses que conocemos, esa figura del médico o la médica forense, sino los equipos que se habían formado fuera del Estado, que era el argentino, el más famoso. Y también en México, en 2013. El tema de la desaparición estaba absolutamente vigente y yo había estado sobre el tema de la memoria en los sesentas, setentas y luego en 2007, pero el tema forense no estaba tan en la mira. Eso cambia obviamente con Ayotzinapa y cambia con la existencia de fosas, los restos no identificados y con ellos entra a la escena el trabajo forense, que ahí había estado, pero no tan a la luz pública.
En el 2014 empiezo a relacionarme con un muy joven equipo mexicano de antropólogas, de arqueólogas forenses, porque me interesaba la formación de un equipo mexicano, un poco una especie de espejo [con el equipo argentino] y una versión mexicana con características muy propias de forenses independientes. Y bueno, pasa esta otra cosa, muy inesperada para todo el mundo empapado con el tema forense, es que los propios familiares, las mamás sobre todo y otros miembros de la familia, de repente hay otras forenses ahí que se están poniendo en marcha, que rompen con muchos esquemas. Que genera un desconcierto entre el propio gremio forense, hasta en mí misma. Estos grupos salen, meten la pala, meten sus herramientas vernaculares, autoproducidos, digamos, con una especie de intuición en el coraje y esa esperanza de que el buscar puede tener un sentido bastante material, que no solamente buscas la denuncia, sino también puede tener un sentido tangible de meter las manos literalmente en la tierra.
Esto a mí me cuesta procesarlo. ¿Qué es esto? ¿Son forenses? ¿Es una denuncia? ¿Es una búsqueda? ¿Qué pasa con la justicia? Y creo que le constaba a todo el mundo y muchísimo a los forenses.
En 2016 hay un gran Congreso de Antropología Forense en América Latina en México y es hasta entonces que México se inscribe, por fin, en este escenario de, no solamente desaparición forzada, sino de acción forense o como a mí me gusta decir, “resistencia forense”. Ahí empiezo a identificar estos dos escenarios, que finalmente son los escenarios de Persistencia, que me importaba que fueran dos puntos del país lo más contrastados posibles: Veracruz, donde se empieza a trabajar esta mega fosa de Colinas de Santa Fe en 2016; y como contrapunto, el desierto de Coahuila en el norte.
En ese congreso veo a las lideres de los dos colectivos [Solecito y Grupo Vida] y me pareció súmamente interesante que estas mujeres aparecieran y participaran desde su lugar no solamente como afectadas, sino también como quienes saben y ya hacen y ejecutan, una labor forense.
El equipo forense argentino es un equipo que se fue haciendo especialista a través del tiempo y ellos son los que salen y los que buscan a petición de los familiares, pero tú arrojas luz sobre este fenómeno que se da en México que son las búsquedas ciudadanas, los familiares que se organizan y que se vuelven a través del tiempo, especialistas, frente a la inoperancia de un aparato que no funciona. Y acuñas el término de resistencia forense.
Me gusta y me ha importando en Persistencia y también en Forensic Landscapes, hacer un relato que combina y que, de algún modo, conjuga bajo la noción de resistencia, tanto la labor de los equipos independientes como la labor de los familiares sin ponerlos en una sola canasta porque, efectivamente hay, no sólo una diferencia, sino una tensión: ¿quiénes son los expertos? Y se cuestiona el lugar y el monopolio del saber. Les ha costado muchísimo a los antropólogos, hasta a los más comprometidos, y les sigue costando, digo yo, este desempeño de los familiares, de reconocer a los familares como también expertos que no son sólo los que van a recibir pasivamente la información, sino que van a ser quienes participan.
Esa noción de resistencia estuvo un poco al inicio de este viaje como una agencia que se resiste y se niega a aceptar esa parálisis y este hoyo negro generado deliberadamente por una técnica del terror que es la desaparición forzada, sea ejecutada por uniformados o por particulares, pero que recurren a esas mismas tecnologías probadas, además de generar ese limbo como un mensaje.
Desde el principio estaba esa noción de que ahí hay un grupo de profesionales que se enganchan desde la no afectación personal. Me interesó justamente la agencia de los antropólogos porque había ahí una agencia política importante, pero que no pasa por el lugar del familiar y del sobreviviente. También me pareció muy interesante que hubiera esa otra agencia de quienes sí están afectados directamente, les atraviesa la propia vida, y deciden actuar de un modo que no se ha concebido: el apropiarse esa autoridad forense, incluso.
Estos dos mundos se conjugan y, obviamente, hay un tercer mundo, el del Estado, que queda un poco fuera [del documental], forma parte del paisaje, no estaban tanto en la mira. Y me parece importante mirar a este bloque o a este campo.
En la existencia de estos tres mundos que ahora mismo mencionas y en tu investigación, en lo personal y como documentalista, ¿cómo se transforman conceptos como justicia, memoria, olvido y perdón? Sobre todo justicia, porque la mayoría de estos grupos hablan de que ya no buscan culpables, sino que sólo quieren encontrar a sus desaparecidos.
También la justicia es una especie de hoyo negro. Nos desconcierta a muchos, creo, quienes estamos en contacto colaborando durante un tiempo con estas familias movilizadas, estos nuevos agentes en México, que tan deliberadamente parecen renunciar a la noción y posibilidad de justicia. A quienes venimos trabajando estos temas desde hace décadas, nos sacude bastante. Confieso que hasta la fecha lo hace. Yo creo que todos tenemos un pequeño cánon de términos, de valores, a los cuales no estamos dispuestos a renunciar y el tema de justicia o la noción de justicia es uno de ellos.
A mí me pareció un aprendizaje muy interesante. Por un lado, en el sentido que preguntas sobre cómo se transforma, expandir también nuestras nociones de justicia. Hay un lugar que es una institucionalidad, una formalidad, una noción del “teatro de la justicia”, como lo llaman mis colegas que trabajan estos temas, una especie de escenario donde se dice más allá de una sentencia específica, una persona, se hace una especie de teatralidad, se genera ahí y no solamente en lo formal. Hay una cuestión de sentido que es importante, pero que se juega dentro de esa institucionalidad. Me parece que más allá de las sentencias que se pueden lograr ahí específicamente, esa teatralidad tiene un sentido importantísimo. Yo creo que Argentina es un muy buen ejemplo para ello.
Su contra parte, la no justicia, tan anclada, tan normalizada en México que es la impunidad, ese hoyo negro, ese no teatro, ese no esperar… nadie espera y muy pocos tienen una experiencia de que se haya hecho justicia en ese sentido.
De algún modo, los familiares cuando nombran esto, cuando dicen “a mí no me hablen de justicia, yo sé que eso no existe”, hay un realismo radical, por más que nos desconcierte. Se atreven a decir lo que todos de algún modo sabemos. Desconectan de algún modo lo que en la investigación forense no está previsto, pero que de algún modo siempre va de la mano: el reconstruir el cuerpo y la identidad, va con reconstruir el crimen.
El tema de los tribunales es simbólica, social, culturalmente esencial y que empiece a haber juicios creíbles y a haber sentencias, pero también que se instale, y eso me parece más importante, que se instale esa noción social de que puede haber reconocimiento.
Para mí el tema de justicia es el empezar a reconocer socialmente que esto ocurre, que esto ocurrió masivamente, que hubo contrainsurgencia, que hubo terrorismo de Estado, que hubo desaparición forzada como técnica de control y necropolítica, y que hay una realidad donde esto, en las disputas territoriales, se emplea de manera sistemática y masiva. Y ese reconocimiento forma parte de la justicia y de la memoria, de hacer memoria del presente.
Estamos muy acostumbrados a que haya un abismo de tiempo que nos separa de nuestro presente y estamos más o menos a salvo. En México esto colapsa, en México estamos con ese desafío de hacer esa reconstrucción en el momento que suceda. Es decir, están desapareciendo y al mismo tiempo estamos tratando de aparecer. Tratar de definir qué es lo que pasó. Todo sucede al mismo tiempo y entoces creo que nuestra propia noción de memoria está colapsada; debatiendo si tiene sentido o no, sobre la inmensidad de fosas que es México, empezar a reclamar ante lo memorial. Lo que aplicaría sería empezar a nombrar, relatar lo que sucede, darle voz, darle cuerpo, sacar de las fosas los relatos. Y conectarlos entre sí.
La noción con la que trabajo y me da más sentido, es la noción de reconstrucción, claro que en México está asociada al terremoto. Es un poco en el sentido forense, sí, pero retornar los cuerpos a lo social, a nuestro mundo, para poder hacer los rituales de despedida. Pero también también reconstruir lo que pasó como sociedad, lo que pasó con las economías criminales ahí. También reconstruir como un acto —no me gusta esa noción cristiana de sanar, tal vez tiene que ver con mi ser alemana— de reparar, de poner junto lo que está fragmentado; un modo de poder seguir viviendo con lo que pasó.
No reniego de la noción de memoria, pero con la memoria se ha hecho tanta retórica… que tiende a sustituir la reconstrucción.
El tercer tema que preguntaste, que en Persistencia no me pude resistir a la tentativa de meterlo de manera polémica, y me interesaba que fuera polémica, la noción del perdón. Que ahí sí hay un posicionamiento muy mío, llevo muchos años trabajando el tema, y que tendrá que ver con el procesamiento que tengo más cerca que es el del genocidio alemán donde la noción del perdón fue absolutamente asociada a un intento revanchista, negacionista casi, de querer tapar con una retórica de la reconciliación todas las complicidades y todas las dinámica sociales que hicieron posble ese régimen genocida que tuvimos del 33 al 45 del siglo pasado. Entonces, claramente en Alemania la retórica y todo ese discurso de reconciliación como una posibilidad de cierre sin haber pasado por estos procesos de reconstrucción y de justicia, no ha cabido. Al igual que en Argentina, la idea de reconciliación fue propuesta por los gobiernos más conservadores que nunca han querido enfrentar el legado de lo que fueron las dictaduras militares. Y también en España, un tercer ejemplo, la reconciliación nacional fue una cortina fascista. Pero para México específicamente, yo diría que no tiene cabida en este momento.
¿Hasta dónde sería posible llegar en las investigaciones del equipo forense independiente mexicano, ya no se diga de los institucionales, sin los hallazgos hechos por los familiares?
Creo que ya es un consenso, y eso ya es un logro en términos de reconocer, y cualquier fiscal te lo dice, que sin los grupos que se han activado más allá de la denuncia —y con ello no estoy diciendo que las denuncias no tienen una eficacia—, pero más allá de la denuncia, de haber salido al campo y de tomar este trabajo que, por supuesto y en cualquier régimen democrático le corresponde al Estado, pero que sin estos grupos que ante la inacción y la ineptitud de muchísimas instancias del Estado han tomado esto en sus manos, sin esto, no se hubiera tenido este conocimiento que se tiene hoy en día de la existencia miles de fosas que las podemos incluso situar y nombrar; la identificación de los cientos de cuerpos, que son muchísimo menos de los encontrados y los cientos, decenas de miles de cuerpos y restos humanos que estan todavía en los servicios forenses de todo el país. Es decir, claramente quienes se hayan movilizado por fuera de las instituciones, tanto familiares como también los forenses y las forenses, sin que este gremio se haya enganchado de otro modo, esto no se hubiera tenido. Lograron hacer un relevamiento, de algún modo, sacándolos de la tierra, poniéndolos en el tablero y obligando a la institucionalidad al decir “se tienen que ocupar de esto y ya no pueden venir con un ‘no tenemos conocimiento’, ‘no tenemos personal’, ‘esto no es tan importante”.
Es interesante verlo en Veracruz y en Coahuila, que es donde le hemos dado seguimiento, hay un reconocimiento importante, incluso de las autoridades correspondientes. No importa tanto si son de un estado gobernado por Morena como en Veracruz o por otro partido en Coahuila, sino que las propias autoridades ya se ven obligadas a reconocer el expertise, la acción y el sentido político de esa acción. Los propios familiares te lo dicen, que sí lo hacen para recolectar los “pedacitos”, pero también para exhibir que “los otros” [las autoridades] no lo hacen. Tiene un doble sentido y están conscientes de eso, también es un acto de denuncia. Una denuncia in situ, digamos.
Por eso destaco la labor de estas profesionales en el Equipo Mexicano de Antropología Forense (EMAF). Que no son las primeras, hubo muchos intentos de establecer equipos forenses, pero creo que es el más consolidado en ese sentido. Y muy tempranamente han empezado a trabajar desde su desconcierto, de algún modo con ellos, pero en vez de refugiarse en su arrogancia profesional como algunos forenses lo están haciendo, sean del Estado o independientes, ellos se han acercado, han ofrecido talleres a estos grupos para compartir saberes. Armamos un proyecto que se llama Pedagogía Forense, justamente para compartir y hacer de ese monopolio del saber una herramienta compartida.
Ahora, sí me gustaría decir esto para no caer en una especie de romantización, porque creo que quienes estamos con la fascinación de algo emergente —me incluyo absolutamente—, podemos también romantizar y proyectar una agencia social, como en este caso los grupos buscadores, como si fueran la solución y claramente no lo son por razones múltiples. Por un lado, esta gente está al límite de lo que puede hacer. Hay un agotamiento social, monetario, de sostener la vida psicológica y física, grupal e individual y, también, hay un límite de lo que pueden y pretenden hacer, es decir, esto, lo que ellos hacen y han tenido un éxito impresionante, si se puede llamar éxito, es la localización de cuerpos y de fosas. Donde ya no pueden entrar son a los laboratorios. Ahí ya dependen de la voluntad, de los recursos, de que haya políticas decididas de hacer avances importantes en temas de identificación. Ahí claramente es un tema que ya le corresponde a la institucionalidad, sea estatal, sea federal y, también, el tema que ya hablamos, la justicia, porque estoy convencida de que esa separación estratégica-táctica que hacen los familiares de cuestiones de identificación y de recuperar los cuerpos, y el tema de reconstruir los crímenes e iniciar procesos de justicia, es muy legítima, pero la sociedad no se puede dar ese lujo. Y tampoco el Estado. Y eso no le corresponde a las familias afectadas. Ahí va a ser lo difícil, porque como el equipo argentino lo dijo, se fundaron fuera del Estado porque ese Estado no se iba a investigar a sí mismo. En México estamos un poco en lo mismo. Si se toma en serio el tema de la justicia, eso implica que una parte del Estado implicada con estos crímenes de lesa humanidad y sistemáticos, se tenga que investigar a sí mismo. Y veremos.
¿Cómo se desprende de Persistencia, Forensic Landscapes?
Forensic Landscapes es el intento de regresar al inicio del viaje y empezar a hacer una bitácora compartida y conjugar lo que había visto y experimentado en el trabajo de campo audiovisual, pero también en las muchas entrevistas con este campo de la antropología forense independiente del Estado en países como Argentina, Guatemala y también México, con lo que habíamos registrado en este nuevo trabajo de campo a partir de 2017. Era ver la manera de si podemos generar una especie de geografía compartida, que era atrevido por poner sin hacer nítidamente la diferencia entre México, Argentina y Guatemala. Y ahí, la narrativa transmedia y este fabuloso equipo con el que logré finalmente trabajar en eso, me libró un poco y me di la licencia a mí y nos dimos entre todos la licencia de sí hacerlo, de sí ponerlos a todos juntos, conectarlos. Lo que nos están platicando de Guatemala, los familiares que están buscando a sus desaparecidos en los ochenta… por muy específico que sea el contexto, tiene algo que ver con el afán y el ímpetu de búsqueda con alguien en la Argentina o incluso con quienes buscan hoy en día a sus seres queridos.
Me importaba mucho salir de esta cuestión de “mirarse el ombligo” y no conectar lo que nos sucede aquí con otros espacios y con otras temporalidades. Hay un presentismo fuertísimo, sobre todo en México, como si no hubiera una historia del del terror sistémico como ciertas técnicas de desaparición, la tortura… que ha atravesado tiempos y espacios, y no solamente en América Latina. Y también esa noción de resistencia lleva ya décadas. Entonces, entrelazarlo y atrevernos a salirnos un poco de los moldes de lo que es lo audiovisual, de lo que es el documental.
Me asustaba un poco al principio trabajar con animación, con lenguaje gráfico, temía que eso iba a ser como una especie de infantilización. Y bueno, siempre es la sabiduría en equipo de poder atreverse, proponer otro tipo de narrativa y conjugar tiempos y espacios.
Y genera algo de otro modo que Persistencia. Hacer una narrativa interactiva que apostara a sumergir a quienes vayan a visitar el relato. Que el relato sea una especie de espacio visitable, transitable a tu tiempo y a tu ritmo, que fuera otra experiencia que la del documental. Una experiencia que nos invitara a hacer de esa linealidad un espacio e incluir ahí más espacios y más tiempos, y que respirara un poco más.
Mi idea de la cuestión del cómo se relata eso, que ha sido una interrogación constante, siempre ha sido que respirara. Que ante un hecho tan atroz y tan poco imaginable, que hubiera una posibilidad de respirar. Por eso en el documental [Persistencia] optamos por lo no literal, no música, no dramatización, sino dejar respirar los propios paisajes. Y en la narrativa interactiva, de algún manera te da más posibilidades de respiro porque hay ambientes sonoros, te puedes, incluso retirar, puedes volver… que te des un aire, que no te dejes aplastar, que no te dejes paralizar, porque para mí de eso se trata, que no nos dejemos aplastar y que nos permitamos mirar y sentir, no sólo entender, también sentir y procesar lo que sentimos.
Y creo que ese es el gran desafío de la mucha gente, gente que admiro y de la que aprendo, que se atreve a mirar estos campos del terror.
¿Es esa posibilidad que da la mirada estética, la de narrar desde otro lugar que ya no es lo periodístico o la frialdad de una cifra?
Una cierta estética. Creo que estética de algún modo producimos todos. Una estética que permite respirar, quedarte ahí, que te permita contemplar estos paisajes de muerte, pero que también son paisajes de vida y son paisajes de resistencia, no ésa de la retórica que te deja muy fría, sino esa otra resistencia que no pasa por la discursividad.
Creo que todos permanentemente estamos ante este desafío de cómo encontrar un lenguaje sonoro, visual, gráfico, coreográfico… encontrar lenguajes que nos permiten hablar. Y, tal vez, el cliché más común que menos quisiera repetir, no es tanto la frialdad de la cifra, también, pero más bien cierto molde que estamos muy acostumbrados —y además en muy buenas películas también, yo no descarto para nada eso—, pero hay una cierta noción de escuchar a los afectados relatando el terror. Eso para mí ha sido importantísimo porque te permite el roce con el sufrimiento y bueno, en las investigaciones de campo uno se pone a escuchar porque es lo único que uno puede ofrecer, la escucha y te traviesa y siempre aprendes. Pero lo que quise incluir en mi relato, ofrecer, ya no pone el foco en el relato de sufrimiento —ni Persistencia, ni Forensic Landscapes—, me interesa el hacer y que haya el mirar y aprender de este hacer. Que la gente hace cosas, ya está procesando lo que les pasó. Ese punto es el que me interesa y cómo ellos reflexionan y le dan significado a su hacer.
Necesitamos primero escuchar al otro para permitir que esto nos afecte, porque si no hay la afectación como punto de partida, estamos perdidos. Pero necesitamos trascender eso. Y entonces la cifra puede, incluso, tener sentido.
Imagen de portada: Captura de pantalla de Forensic Landscapes (2020)