Visibilizar y sensibilizar a la sociedad para accionar es parte de la búsqueda de dos proyectos, el Recetario para la memoria y el documental Te nombré en el silencio, que hacen un registro desde narrativas diferentes de la labor incansable de las Rastreadoras de El Fuerte, madres que buscan a sus desaparecidos en un país de fosas clandestinas
Ciudad de México (N22/Ana León).- En el teaser del documental Te nombré en el silencio, una madre da su testimonio, cuenta un sueño. En su sueño, su hijo, víctima de desaparición forzada, la llama. Le dice que si lo alcanza le contará todo. Ella intenta llegar a él, pero nunca lo alcanza. Despierta de ese sueño y está sin él, nunca lo alcanza. Abre los ojos y sigue habitando ese lugar llamado incertidumbre en el que viven muchas madres a las que les han quitado a sus hijos, a sus hijas; familias enteras a las que se les ha negado el cierre, el derecho al rito: enterrar a sus muertos.
La desaparición forzada es una violación a los derechos humanos y un crimen de lesa humanidad. En el artículo titulado “La impunidad en el contexto de la desaparición forzada en México” (2018), José Guevara y Lucía Chávez, de la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos, escriben que en México, la desaparición forzada se ha manifestado, al menos, en tres periodos: la Guerra Sucia, el conflicto Zapatista y la guerra contra las drogas. Es Ésta última la que ha dejado una cifra mayor de víctimas.
Desde 1964 y hasta el 13 de julio de este año, la Secretaría de Gobernación registró 73 mil 201 personas desaparecidas en México. De esta cifra, sólo mil 523 corresponden a desapariciones anteriores a 2006. Desde esa misma fecha, de 2006 a la actualidad, se ha informado de 3 mil 978 fosas clandestinas de las que se han recuperado 6 mil 625 cuerpos. Los estados que más fosas clandestinas tienen son Veracruz, Sinaloa, Colima, Guerrero y Sonora, esto de acuerdo a información proporcionada por Alejandro Encinas, subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración. Más allá de la potencia y la crudeza de estas cifras, está la potencia y lo humano de las historias detrás de ellas.
En julio de 2014, al hijo de Mirna Nereyda se lo llevaron hombres armados del negocio de discos que tenía en Sinaloa. Frente a la nula respuesta de las autoridades, ella decidió buscarlo hasta encontrarlo. Y lo hizo. Creó el grupo Las Rastreadoras de El Fuerte, nombrado así por el periodista Javier Valdéz, quien fue asesinado por su labor. Luego de encontrar a su hijo (muerto), Mirna Nereyda no dejó a las Rastreadoras. El compromiso trascendió el amor de madre a la solidaridad con el dolor, y también con el amor, de sus compañeras. Juntas han encontrado más de cien “tesoros”, como los llaman. Es su labor, frente a la inoperancia del Estado, la que devuelve un poco de paz a las familias de víctimas de desaparición forzada.
Muchos son los grupos de madres que buscan a sus hijos, pero la búsqueda de estas mujeres, y también hombres, fue acompañada por la fotógrafa Zahara Gómez Lucini (Madrid, 1983) y el documentalista José María Espinosa (Sinaloa, 1989). Ella con el Recetario para la memoria; él, con el documental Te nombré en el silencio. Es también la labor de profesionales como Zahara y como José María que se acercan, crean vínculos y documentan estas búsquedas, la que atrae las miradas de la sociedad a la acción de estas madres que buscan a sus desaparecidos en un país infestado de fosas clandestinas, donde la impunidad permea y la violencia sistémica niegan el acceso a la justicia y a la verdad.
Mirando hacia un mismo objetivo: las Rastreadoras, pero cada uno de manera independiente, ambos proyectos se unieron mediante una campaña de fondeo colectivo para lograr terminar el documental, es decir, cubrir los gastos de postproducción, que se vio afectada por las pandemia. Dentro de la campaña, el recetario se entregaba como recompensa a los donantes. Pero, por sí sólo, éste es un proyecto que reúne las recetas de los platillos preferidos de los desaparecidos, que son preparados por una de sus familiares, ya sea su madre o su esposa o su hermana. Nombrar desde la comida para resistir al olvido.
El documental por su parte, hace un acompañamiento de estas búsquedas que cada miércoles y domingo salen a hacer las Rastreadoras.
La campaña termina hoy y la meta, hasta la hora que fue consultada su página, se superó por mucho: de los 150 mil pesos que se necesitaban, se tenían más de 200 mil pesos. Un par de días antes de que esto sucediera, charlamos con ambos para conocer cómo fue acompañar a las Rastreadoras no sólo en las búsquedas, sino en el día a día, en la vida que se vive luego de la desaparición.
Ambos tiene dos proyectos que se unieron, pero que son muy distintos. Por un lado está el Recetario… y por el otro, el documental. En cada uno de los casos, ¿cómo fue el contacto con las rastreadoras y cómo decantó en cada uno de los abordajes?
José María: El contacto de nuestra parte se dio de manera fortuita. Nosotros estábamos haciendo un pequeño cortometraje sobre la normalización de la violencia en Culiacán y en esta investigación conocimos a Mirna, que es la líder de las rastreadoras del El Fuerte. Cuando hicimos las entrevistas para ese cortometraje, me di cuenta que con lo que estábamos tratando era un tema mucho más urgente. Tenía una cierta urgencia que no tenía la normalización de la violencia.
Zahara: En mi caso, yo vengo trabajando sobre el tema de la desaparición forzada en diferentes geografías de Latinoamérica y, especialmente, con los equipos forenses. Y en México me contacté con el equipo forense mexicano, estuve colaborando con ellos un ratito y de ahí escuché hablar de las Rastreadoras de El Fuerte y de otros muchos grupos. Justo en esta investigación, yo quería ir a Culiacán y de ahí me fui a conocerlas en directo. Ese fue el primer conecte y, de hecho, creo que la primera vez que fui conocí a Chema.
¿Cómo fue el trabajo para crear un vínculo con ellas, un vínculo de confianza, estar en su día a día, en la búsqueda, pero también en los hallazgos?
José María: Se dio de manera muy natural, yo soy de Culiacán. A pesar de lo que se piensa en el mundo y en el país, somos personas muy fraternales los sinaloenses. Y se fue dando de manera muy natural.
Sí se realizó esta labor de acompañamiento con todo el respeto que merece su lucha y ellas mismas por hacer lo que hacen y, poco a poco, se fue abriendo una confianza para que ellas pudieran abrirse, para que ellas pudieran contar sus historias. Creo que como documentalista, sí vas a pedirles que den un salto al vacío —que eso es volver a contar su historia, yo lo veo como un salto al vacío— tienes que estar ahí para cacharlas. Tiene que haber responsabilidad, confianza entre el documentalista y en este caso, las Rastreadoras. Son grandes personas, son personas que luchan todos los días por recuperar a sus hijos.
Zahara: En mi caso creo que es diferente porque yo no trabajo con equipo. Siempre, cuando he ido para allá, me he quedado en casa de alguna de ellas. Entonces eso también conlleva un cotidiano compartido. El proyecto del Recetario… en sí, apareció y fue todo un diálogo. Yo quería proponer todo un proyecto en coautoría o con un pensamiento colectivo. Entonces estuve yendo y haciendo registro, digamos, más documental clásico, pero se me quedaba un poco corto a nivel fotográfico. Entonces, seguí yendo y de hecho, en un momento dejé de hacer foto y estuve apoyando en otras cosas, hasta que surgió esta idea. Pero surgió también de esos espacios compartidos que no eran la búsqueda, no era la acción de buscar en sí, sino los espacios y tiempos compartidos de la vida, del resto del tiempo.
Así, de a poquito.
En tu caso, Zahara, ¿cómo es que de la fotografía transitas a la idea de narrar sus historias a través de la comida?
Zahara: Bueno, vuelvo a esta cuestión de coautoría. Quería pensar cuál podría ser un formato en donde la firma estuviese conjunta. Y por otro lado, fue mucha la inquietud de cómo se puede abrir o llamar la atención a otras estructuras sociales que no sean defensores de derechos humanos o periodistas o gente que ya está alerta de la cuestión o sensibilizado. Por ahí se fue construyendo desde ese deseo.
Es un tema muy complejo que tiene mil capas. Creo que sea lo que sea, es muy necesario hablar de ello. Y creo que también había una necesidad de decir ¿cómo podemos hacer para que esto nos incluya a todas y a todos?, porque estoy convencida que nos concierne a todos y a todas.
Y, a la vez, esos tiempos compartidos de decir bueno, en realidad la receta que voy a registrar fotográficamente va a ser perfecta […] porque está dedicada a una persona que se llevaron y que tenía sus preferencias gustativas. Por ahí se fue manejando.
Hay un ejercicio de los dos que yo entiendo así: en el caso del Recetario…, mirando más al pasado, a los gustos, a los recuerdos de estas Rastreadoras; y en el caso del documental que está en el presente, y viendo hacia el futuro, en la esperanza de encontrar. Y a los dos los hermanan justo el desplazar la cifra y contar una historia. ¿En qué momento deciden trabajar juntos y unir ambos proyectos?
José María: Como bien dijo Zahara, yo la conocí en un rastreo. Ahí fue cuando tuvimos la primera comunicación. Yo sabía que ella estaba haciendo un proyecto fotográfico y siempre se me hizo muy bello. Dentro de la campaña [https://bit.ly/3g0Ky1L] de Kickstarter que estamos haciendo, estuvimos buscando aliados, qué personas están haciendo trabajos en relación con las Rastreadoras, como la desaparición forzada y siempre habíamos tenido en mente a Zahara y a su proyecto porque tiene, aparte que es sobre el mismo grupo, muchos vasos comunicantes el documental con el Recetario para la memoria.
Zahara: Antes de contestar a tu pregunta, quiero sólo apuntar que el desafío, la apuesta con el Recetario, no sólo es mirar para atrás, es realmente invitar a la gente a cocinar, por lo tanto, invitar a accionar desde su lugar, desde sus herramientas, desde su cocina y desde su casa. Pero hacer presente esta cuestión que el documental con otras herramientas narrativas creo que tiene esa voluntad.
A mí se me hacía desde un inicio muy interesante hacer un diálogo con Chema; otra persona que ha trabajado sobre el mismo tema, con el mismo grupo, aparte. Poder crear un diálogo, porque si bien hay intereses comunes, las formas son muy diferentes. Los desafíos han sido diferentes, los cuestionamientos han sido diferentes. A mí me apetecía mucho entrar en ese diálogo.
En el caso del Recetario para la memoria, el 50% de las ganancias de las ventas de los libros pertenecen a las Rastreadoras. Y en esta inquietud de, bueno invitemos a que esto sea un debate conjunto, era más o menos natural crear ese puente que ya estaba en realidad, porque la primera vez que estuve en Mochis conocí a Chema, pero más bien activarlo.
¿Cómo saber hasta dónde llegar? Respecto a ustedes al registro de la labor de las rastreadoras y hasta dónde llegar al buscar mirarlas tan de cerca, aproximarse a su experiencia, sus recuerdos, sus riesgos.
José María: Creo que es una labor, yo diría sagrada, la que están haciendo las rastreadoras y los grupos de madres que buscan en todo México, porque no son el único grupo que existe, son muchísimos. Y el acompañamiento es algo muy delicado. ¿Cómo explicarlo? La primera vez que fui a rastrear con ellas el único sentimiento que podía expresar fue de shock por saber todos los elementos. Tú piensas ah, ok, van al desierto y solamente los buscan, pero todo lo que gira alrededor es muy, muy complicado. Todas las redes de información que existen en las rancherías del narco… están ellos súper enterados de adónde van, qué hacen. Y no solamente eso, están expuestas a los elementos, al Sol, que si alguien se ha echado una vuelta aquí a Sinaloa, el Sol de las doce, literal te puede matar, no es una exageración; los animales.
Cada vez que salen a rastrear, estas madres, las mujeres, arriesgan la vida. Y nosotros teníamos que estar ahí, acompañando, pero sin entrometernos en su labor. Tratar de capturar esa labor sagrada con el ojo más objetivo que se pueda y tratar de reflejar la lucha que estas mujeres hacen dos veces por semana, los miércoles y los domingos, que son los días que salen a rastrear.
Zahara: Creo que eso va variando mucho, según los momentos. Si hay una cosa que yo he visto en grupos de búsqueda en general, es que parece que ya no tienen miedo a nada, pues porque ya les quitaron todo.
Hay una cosa en rastreos que las energías van cambiando mucho según los días. Hay días donde hay un sentimiento de mucha fuerza y hay días de sentimientos de mucha inseguridad, pero creo que eso más lo genera el grupo. El contexto de todas maneras es lo que es.
Creo que es un poco extraño. No sé muy bien cómo contestar a la pregunta porque al final me da la sensación de que no es tan importante. No es tan importante si de alguna manera una decide meterse ahí, pues una decide meterse ahí y esos límites pueden ir variando, no son siempre los mismos. No hay una línea recta de “no, aquí no traspasas”. No tienes ni idea. Y, a la vez, lo impresionante que es ver a grupos civiles organizarse, en este caso de mujeres, y que le hacen frente o dejan de lado el miedo o ya no tiene miedo. Y bueno, o te subes o te bajas. Pero una vez que estás arriba,es un poco difícil dar marcha atrás.
José María: Si te refieres hasta dónde voy a llegar, nosotros, el crew, para registrar todo esto es, hasta donde tenemos que llegar. Se dice muchísimo que ninguna película vale la vida de una persona, pero nosotros, tanto Zahara, yo creo, como el grupo, la gente que las acompaña, estás consciente qué es lo que estás haciendo porque es lo que hacen ellas dos veces por semana. Claro que siempre hay miedo, pero se controla y se sigue con el trabajo que se tiene que hacer.
Una vez nos pasó que estábamos junto con las señoras en un predio en las afueras de Mochis y echaron bala para arriba, para asustarnos, ninguna señora se inmutó, todo el mundo siguió rastreando, buscando; ni el equipo.
Creo que al hacer estos proyectos tienes que estar muy consciente de en lo que te estás metiendo y tratar de cuidar a tu equipo con estas medidas de seguridad hasta donde se pueda, porque no hay una garantía total, ni para ellas ni para nosotros, de que vamos a regresar.
Frente a esto, ¿cómo cambia en ustedes la idea de justicia?, ¿se modifica?
Zahara: No sé si es el término de justicia, creo que por lo menos a mí desde antes —por eso decía que el trabajo con desaparición forzada viene de años—a mí me interesa qué pasa cuando no hay un ritual, el hecho de que no se pueda enterrar o el hecho de que no se sepa dónde están, eso me parece muy injusto.
Ya después otro tema es cómo se construye la violencia. Ese punto de decir, bueno, hay un momento en que, para seguir caminando, necesitas ese proceso de rito que es enterrar a una persona. Esa incertidumbre creo que es de un dolor tremendo. Lo digo porque yo le entro desde ahí a esta temática […] y entiendo o desde ahí comprendo que haya grupos de familiares que salgan a buscar. Es como no me interesa saber quién, no me interesa saber cómo, no me interesa saber cuándo, pero denme esa posibilidad.
José María: Dentro del documental hay un personaje que repite eso [hay una frase que se lee en la descripción que dice: «No buscan culpables, tampoco justicia»] que dijimos, pero creo que no todos piensan igual. Algunas creo que sí piden justicia, algunas sólo piden ver a sus hijas o a sus hijos regresar o estar en paz, teniendo sus cuerpos o teniendo adonde llevarles una rosa o hacer una oración.
Yo creo que para algunas de las señoras, de las mujeres, la justicia o algo justo, fuera tener a su desaparecido, para tener un cierre. Pero creo que la mayoría de las mujeres no aspiran a tener una justicia normal en donde se procese a la persona que desapareció a su hijo, a su familiar, en donde se sentencie y esta persona cumpla con su castigo. Yo creo que a lo que aspira la mayoría es a recuperar, a tener paz.
¿Qué pasa cuando la sociedad civil, documentalistas, artistas, ponen sobre la mesa estas investigaciones, estas historias y revelan lo que el Estado no hace o, en algunas ocasiones, van más allá de la propia investigación que hacen las instituciones, dan herramientas para llegar a la verdad?
Zahara: Yo no sé si se está dando las herramientas para encontrar, sería fantástico, pero no creo que sea así. En todo caso, hay mucha gente trabajando sobre esta temática porque creo que notamos que se necesita, que lo necesitamos, es una manera, como si fuese un cubo rubik y todas las herramientas, no sé si soy muy positiva, pero creo que todas las herramientas para poder abordar esta temática son necesarias. Tanto la labor de un periodista, de una nota de prensa, de una abogada, de un documentalista, todos son granitos, al final.
Si el trabajo permite el acercamiento a esto, creo que ya es un gran paso. No creo que estemos solucionando la problemática, sólo subrayando, tal vez.
José María: Creo que la chamba, la chamba de verdad la están haciendo ellas. Quiero ver esta película, este documental, como un vehículo para exponer por lo que están pasando ellas. Creo que en el contexto, en el país que vivimos no hay nada más que empujar hacia adelante cuando ves la insuficiencia, la inoperancia, la ignorancia del Estado en cuanto a estos temas. Tratar de amplificar estas voces que ya existen para tratar de hacer un cambio. No lo puedo definir yo como otra cosa.
Este documental se hizo para concientizar, está hecho para un público. No está hecho para festivales, no está hecho para programadores; está hecho para causar un impacto y para poner a pensar, como dijo Zahara, no para resolver, porque no es suficiente poner ahí. Empezar una nueva conversación sobre cómo vamos a comenzar a entrarle a estos temas como sociedad y cómo vamos a empujar hacia adelante estos temas tan urgentes como es la desaparición forzada.
Zahara: Creo que las herramientas que permitan hablarlo, empezar a sacar estos temas, aunque a ti no te hayan desaparecido a alguien, aunque tú no estés en esa situación, pero hacerlo tuyo de alguna manera. Tal vez ahí sí se pueda empezar a pensar conjuntamente.
Imagen de portada: Recetario para la memoria / Zahara Gómez Lucini