Entre el plagio y la reapropiación, una lucha por los derechos de autor de las comunidades indígenas

¿De qué manera se están vulnerando los derechos de autor de las comunidades indígenas? Una mirada al valor histórico y cultural de sus diseños

Ciudad de México (N22/Ireli Vázquez).- La diversidad cultural del México se sustenta originalmente en sus pueblos indígenas. La historia nos muestra que hace miles de años las culturas originarias crearon numerosos objetos, ya sea para satisfacer necesidades de alimento, de abrigo y de techo, como aquellos parte de rituales y ceremonias; todos cargados de un enorme significado.

En la actualidad, hemos sido testigos de una mal entendida reapropiación de diseños tradicionales, patrones textiles y objetos, que son incorporados a nuevos proyectos. ¿En qué momento esta mal llamada reapropiación se vuelve un delito?

Primero debemos comenzar explicando ¿qué es un plagio? Para esto, consultamos al abogado cultural Víctor Eduardo Hernández, quien es integrante del colectivo Raíces del Verso, encargados de la revitalización y la dinamización de lenguas originarias a través de proyectos culturales. Él menciona que «el plagio es una apropiación indebida a los derechos morales por parte o cuando lo haces autorizado y tú te adjudicas esos derechos morales que tiene otra persona que es ese justo reconocimiento a la autenticidad de su trabajo.»

Si bien muchos proyectos y diseñadores, entre otros, basan su trabajo en diseños de los pueblos originarios, según el abogado cultural, esto no significa que este mal, lo malo es cuando no se da el reconocimiento correcto a la persona, la familia o la comunidad de cuyo trabajo se toma esta “inspiración”, pero ¿cómo se puede saber si lo están haciendo de manera correcta? y ¿cómo protege la ley a estos artesanos?

«Es complicado porque esta línea es demasiado delgada y la podemos sobrepasar de manera muy fácil, en muchos proyectos culturales que son bien intencionados, exponen en bandeja de plata a los diseñadores y no a las personas correctas. Derechos de autor no reconoce los derechos colectivos de las comunidades, siempre reconoce a título individual, eso no quiere decir que nosotros como agentes culturales no podamos darles un reconocimiento a los derechos de la comunidad; cuando nosotros creamos una pieza, creamos una obra llámese textil, llámese música, llámese cualquier cosa, y tomamos una inspiración, es justo eso de lo que se tiene que hablar, es muy sencillo, solamente hay que ser muy claros, de dónde proviene esa inspiración, en qué diseños te basaste, o qué persona te enseñó.»

Después de varios meses y mesas de trabajo, en 2019 la Secretaría de Cultura lanzó la primera propuesta de ley que tiene como fin proteger y resolver el problema del plagio que han sufrido diversos pueblos y comunidades indígenas, acordando que se les reconozca como titulares de sus diseños, pues sus creaciones son parte de su identidad: ahí plasman su cosmovisión e historia.

«Muchas veces en las comunidades no quieren un reconocimiento económico, ellos quieren un reconocimiento de su identidad y es un recurso de una lucha por las identidades. Claro que también hay cuestiones económicas, porque para las comunidades es una forma de trabajo, pero nunca está separado del sentido de identidad y esto es lo que nosotros desconocemos totalmente y eso hace que cuando vayamos a un mercado, a un tianguis, no sabemos diferenciar un buen textil de un producto chino, de una imitación; tampoco estamos, muchas veces, dispuestos a pagar por los costos justos», mencionó Víctor Eduardo Hernández.

Socorro Oropeza en su libro, ¿Dónde están los artesanos? (2015), menciona que «la artesanía toma sus raíces de antiguas tradiciones, renovadas generación tras generación. […] Los artesanos no sólo conservan el patrimonio cultural, sino que también lo trasmiten, enriquecen y adaptan a las necesidades de una sociedad globalizada». Pero ¿qué pasa si esta cadena de conocimiento se rompe y el mensaje y la transmisión de la cultura a través de sus objetos no llega o no es la correcta? Hernández explica que para eso también es importante conocer de fondo lo que hay en una prenda, en los objetos y en los diseños que realizan nuestros artesanos.

«Los gestores somos facilitadores de procesos, no protagonistas, y eso es algo que luego los colectivos no entienden, los colectivos quieren ser el protagonista, siempre quien debe de estar adelante es la comunidad, las personas, el artesano, cuando lo puedes identificar y si no, por lo menos el nombre de la comunidad, la carga simbólica, toda esta cuestión de la cosmovisión, de la tradición, que tiene lo que estás haciendo.

»Por ejemplo, si a mí me gustan mucho los huipiles, debo saber no en todos lados se le dice huipil y hay muchas formas de hacerse un huipil, cómo se teje, si se hace de arriba hacia abajo, en qué épocas del año, si lo hacen los abuelos, si lo hacen las mamás cuando van a dar a luz, si lo hacen las niñas cuando tienen su primer periodo. Toda esa carga simbólica no la conocemos y ha habido un sentido de una política cultural, una política pública, que ha negado estos accesos a la información y por parte de la ciudadanía también hemos creado una brecha», explicó.

Los retos para los productores son complejos: un mercado cada vez más cambiante, una competencia desigual que da otras perspectivas a su producción, a la diversificación y a la venta. La diversidad cultural es necesaria porque constituye un patrimonio que pertenece a la humanidad, las expresiones culturales deben ser reconocidas y salvaguardadas en beneficio de nuestra historia, del presente y de las generaciones futuras.

¿Qué pasa con las grandes casas de moda?

En Junio de 2019, la colección crucero 2020 de la casa de moda Carolina Herrera fue acusada de plagio por parte del gobierno mexicano. La secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, solicitó en una carta dirigida a Carolina Herrera y al director creativo de la firma, Wes Gordon, «una explicación por el uso de diseños y bordados de pueblos originarios».

En el documento, Frausto reivindica los derechos culturales de los pueblos indígenas, así como una explicación con los fundamentos con los que  decidieron hacer uso de elementos culturales cuyo origen está plenamente documentado. Su respuesta: «La nueva colección crucero 2020 de Carolina Herrera se inspira en unas alegres y coloridas vacaciones latinas, el amanecer de Tulum, las olas en José Ignacio, el bailar en Buenos Aires o los colores de Cartagena», según la agencia EFE. Lo que no convenció al gobierno de México pues en las prendas no se contienen la cosmovisión de los pueblos indígenas mexicanos.

Carolina Herrera, colección 2020

Sin embargo, Carolina Herrera no es el único caso, pues Zara, Mango, Isabel Marant, Louis Vuitton y Michael Kors, Santa Marguerite o Etoile, son las empresas que también han recibido una llamada de atención del gobierno de México.

Zara

«México es parte de los Tratados Internacionales y está la Organización Mundial de Propiedad Intelectual, que se encarga de dar seguimiento a este tipo de problemáticas; sin embargo, cuando un Estado, un país, no es parte de estos convenios internacionales, no hay forma, no podemos hacer muchas cosas porque sus sistema de derechos de autor es totalmente diferente, su sistema jurídico es diferente, y no estamos apegados a las mismas reglas, por eso es complicado aterrizar el discurso. Pasa lo mismo que en los pueblos originarios, ellos tienen un sistema normativo diferente y por eso hay conflicto cuando vienen de otros países», comentó Hernández.

¿Cómo se puede apoyar?

Si bien a esta propuesta de ley le falta mucho por avanzar para que se haga cargo de los derechos de autor de las comunidades indígenas de una forma correcta, también es importante que como sociedad apoyemos y consumamos sus productos e historias.

«No regateen, yo sé que es muy clásico, de verdad no hay que regatear, más bien hay que valorar y consumir los productos, hay que comprar, pero comprar con responsabilidad, hay que valorarlo, hablar menos y escuchar más. Uno debe de interesarse, tomarnos cinco o diez minutos, para regalarle una sonrisa, y que la gente se siente interesada por su producto y no que lo vean  como eso, como un producto comercial», concluyo abogado cultural Víctor Eduardo Hernández.