La historiadora Rebeca Villalobos Álvarez nos acerca a detalle a la construcción simbólica de la figura del estadista y a la historia de mitificación y de enaltecimiento del personaje
Ciudad de México (N22/José Meléndez).- Al fallecer el presidente Benito Juárez el 18 de julio de 1872, inicia de manera formal e institucional la historia de mitificación y del enaltecimiento del Benemérito de las Américas, personaje que se convierte en referente de lo que se supone significa “ser un buen estadista”, el cual goza de legitimidad política y moral. Sin embargo, ¿cómo nos han enseñado a ubicar e identificar la figura y el pensamiento de Benito Juárez? ¿Por qué entendemos a Juárez como un personaje tan trascendente que ubicamos todos los mexicanos? Platicamos con la investigadora e historiadora Rebeca Villalobos Álvarez quién a través de su libro El culto a Juárez. La construcción retórica del héroe (1872-1976), editado por Grano de Sal, hace un recuento de la historia mítica de Juárez.
¿Por qué Juárez es tan trascendente y cuál es el motivo para que lo veamos de esta manera?
Mi libro se llama El Culto a Juárez. La construcción retórica del héroe porque desde mi punto de vista, los héroes son ciertamente figuras míticas en el sentido de que le dan significado a ciertas conductas colectivas, o le dan sentido a una comunidad política o social. Mi propuesta, la del libro propiamente, es invitar a reflexionar en torno a lo que a partir de su muerte se ha asociado con el nombre de Juárez y que por lo tanto condiciona nuestra forma de aproximarnos al personaje o de hablar de él. Es a partir de su muerte que comienza esta historia de mitificación, de enaltecimiento del personaje que es la que a mi juicio mejor explica su trascendencia.
Juárez es importante por lo que hizo en vida, sí, pero también por el referente en que se ha llegado a convertir y ese referente simbólico no lo creo él, ni siquiera lo crearon en su totalidad sus contemporáneos. Ese referente que al día de hoy es tan importante para nosotros se fue creando en función de muchos grupos sociales, de muchas preocupaciones políticas, de muchas coyunturas. Para nosotros Juárez es ese busto, a veces es solo la cabeza impasible, el peinado siempre igual, las facciones siempre las mismas, pero eso en realidad tardó mucho tiempo en construirse. Sin embargo, el mito del héroe articula colectividades, le da identidad a los grupos, digamos, es un dispositivo generador de identidades, identidades que por lo regular no se cuestionan, simplemente se asumen, uno se adhiere a eso, se siente o no representado.
¿Cuál es el primer momento en que es usada la imagen de Juárez de manera oficial después de su muerte?
El primer uso político de la imagen de Juárez es para tratar de aglutinar a las élites o darle una suerte de sentido muy básico a esta sensación de incertidumbre que surge cuando muere y no está claro cuál va a ser el paso a seguir. Pero lo cierto es que en ese momento la muerte de Juárez sirve para reafirmar los valores liberales, por un lado, y también para generar un discurso de unidad y un referente de legitimidad que a partir de ese momento prácticamente no fue abandonado.
¿En qué momento se inicia propiamente el culto a Juárez?
La mayoría de autores que han estudiado el culto a Juárez hablan de 1886 como el año del inicio. Lo que plantean es que el culto tiene que ver con el aprovechamiento oficial, gubernamental de la figura de Juárez por parte de Porfirio Díaz con la organización de todo un ceremonial. Esto se da por sentado en varios estudios que ocurre sólo hasta el porfiriato, sólo hasta 1886. Es la primera, digamos celebración tumultuosa, magna.
La escultura del panteón de San Fernando de los hermanos Islas, por ejemplo, que es desde mi punto de vista el primer monumento al héroe y uno muy eficaz, que testimonia la primera etapa del culto. Si la gente presta atención al mármol de los hermanos Islas, en el cual se representa primero el cuerpo del cadáver, es un Juárez fehaciente, languidece con los párpados hinchados. Seguramente se utilizó la mascarilla mortuoria que se le tomó al morir y que fue vaciada para hacer varias copias; uno no ve en el Panteón de San Fernando al héroe civilista del Hemiciclo.
Esos preceptos ideológicos que hoy identificamos muy bien cuando nombramos a Juárez, soberanía, legalidad, laicismo, se van construyendo, se van definiendo, se van consolidando con el paso del tiempo. Y es cierto, para cuando Porfirio Díaz ocupa no sólo la presidencia sino ya está consolidado su poder presidencial, el culto a Juárez ya existe en realidad. Mi libro se distancia un poco de otras interpretaciones sobre el culto a Juárez. Yo sostengo que aunque es cierto que el hábitat natural, o más inmediato del culto a Juárez, es el oficialismo, el culto a Juárez ni nace con el oficialismo, es decir, nace en todo caso con las élites políticas liberales. Pero el gobierno no lo controla, puesto que existe y tiene una base social, el gobierno de Porfirio Díaz hábilmente lo aprovecha, pero eso ocurre porque ya existía.
¿Qué sucede con la imagen de Juárez durante el periodo de la Revolución Mexicana?
Sobreviene la revolución y Juárez, el Juárez heroico quiero decir, sobrevive embates muy interesantes. Algunos revolucionarios se asumen como juaristas, Carranza, Madero, el primero de ellos, sin lugar a dudas. Nadie hablaba antes de Juárez el demócrata, eso… ¿cuál demócrata? Se quedaba y se quedaba [risas] como demócrata, pero a raíz del levantamiento de Madero empieza uno a ver efemérides, discursos políticos que hablan en ese sentido. Lo cierto es que Juárez es un prócer “a la mano”, digamos. Y ya para este momento, es el gran héroe civil porque Hidalgo es un héroe fundamental de nuestro panteón cívico pero no es un héroe civil y las causas civiles necesitan héroes civiles. Entonces, el constitucionalismo ve en Juárez un referente idóneo. La figura de Juárez siempre se asoció con la ley por su propia trayectoria, naturalmente, pero es increíble cómo con el paso del tiempo ese rasgo se va acentuando. Casi, casi como si Juárez hubiera escrito la Constitución y no. Digo, evidentemente contribuyó a formular muchas leyes importantes y claro, la filiación carrancista por Juárez no es ninguna sorpresa. Vemos aparecer discursos políticos de las distintas facciones revolucionarias que lo reivindican, el propio Madero lo hizo para sí.
¿Cómo se posiciona la imagen de Juárez en la primera mitad del siglo XX?
Ya bien entrado el siglo XX, la época de oro del cine mexicano, en el primer boom del cine hollywoodense, ahí están las grandes películas sobre Juárez, la titulada con su nombre, de la MGM, protagonizada por Paul Muni y Bette Davis, nada más y nada menos. Que en realidad esa película es una amalgama de distintos productos. Juárez comenzó a circular por otros lugares. Cuando lo encuentran López Mateos o después Luis Echeverría Álvarez, Juárez es una figura absolutamente consolidada y, por cierto, muy vinculada al poder presidencial. Ese gesto del aprovechamiento de Juárez como emblema de la embestidura presidencial en México se gestó en el porfiriato, pero luego se debilita mucho en los regímenes posrevolucionarios porque ni Obregón ni Cárdenas son muy fans de Juárez.
Es curioso cómo se van acomodando por un lado la imagen la efigie que a partir de los años cincuenta ahí si empieza a vivir su segunda gran época de oro hasta la apoteosis que se le suele llamar del año de Juárez, en 1972. Para los setentas, nosotros tenemos a Juárez en telenovelas, ahí está El Carruaje, en películas, unas buenas, otras malas, unas de solo entretenimiento. De eso un poco va el libro y la investigación habla de eso, de las distintas etapas, eso es lo que ofrezco en el primer capítulo, pero también de los distintos lenguajes. Tendríamos que tomar esas dos cosas en cuenta para hablar de la figura heroica de Juárez o de cualquier figura heroica.
Ahora recuerdo que en la década de 1970 se suscitó un escándalo que generó el cómico Manuel “El Loco” Valdés, el cual había hecho un chiste de la figura de Benito Juárez. Entiendo que fue censurado.
Es muy curioso, eso ahora ya no pasaría, pero es curioso cómo todavía no hemos llegado a lo que en 1871 era muy común: parodiar a Juárez socarronamente, chapuseramente, eso en 1871 era el pan nuestro de cada día. Mucho nos dice de lo que Juárez ha significado no solo para los gobiernos, sino para la gente a lo largo de los años, el que no se le cuestione ni visualmente.
Ahora apenas empiezan a haber, por ejemplo, estos memes del Juárez extraterrestre que se suscitaron por estos bustos horrorosos que uno develaron me parece en Veracruz, hay varios por ahí circulando en plazas de la República porque además, el prócer, hay que decirlo, lleva el nombre más utilizado en México para plazas, escuelas, calles y un largo etcétera. El nombre de Juárez está por todos lados, igual que sus bustos.
En nuestra cultura visual Benito Juárez siempre está serio como diría Monsiváis, es imposible. Es curiosos que ahora haya algún hueco. En los setenta era impensable, era absolutamente impensable y eso no sólo lo habría dicho el presidente, lo habría dicho mi abuelo también. Mi abuelo jamás se habría burlado de esa figura porque significaba muchas cosas.
¿Qué significado podría dársele ahora a la mención de Juárez en el discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador en su reciente visita a los Estados Unidos?
Los paralelismos están ahí, de modo que no sorprende en absoluto que el presidente mexicano en una coyuntura como la que se está viviendo, con la necesidad de defender, legitimar, la visita a un país cuyo presidente ha atacado tanto a la cultura y a lo mexicano en general, es fundamental legitimar esto que el presidente mexicano tiene que ir a representar. Entonces, políticamente hablando, digamos propagandísticamente hablando, la salida está clara: aprovechar un vínculo que desde luego ya existe.
A veces tengo la impresión de que la gente se sorprende del fervor que muestra el presidente por la historia, le importa mucho la historia y entiende la historia como algo obviamente relacionado con la política, él mismo es un político y así utiliza la historia, como político, los referentes históricos. No es el primero, pero si hay que decirlo, es el primer juarista en varias décadas. Tenemos ya varios sexenios sin presidentes propiamente juaristas. El vínculo con Lincoln, insisto, es natural. ¿Qué es lo nuevo en la coyuntura? Hasta cierto punto el juarismo tan exacerbado del presidente, eso no lo habíamos visto en una cuantas décadas. Pero, desde luego, no lo inventó. Pero sí tiene fuerza retórica, el que el presidente de México vaya y ofrende un arreglo floral en la tumba de Juárez y seguidamente vaya a la de Lincoln, en el entendido de que ese personaje legitima la lucha del juarismo que, al mismo tiempo, es la lucha nacional por excelencia. Esa es la razón por la cual esas dos imágenes son de hecho ya icónicas.
Hay gente que se ha burlado, pero la realidad es que es una imagen que se reconoce en un segundo y que dice muchas cosas. El mencionar a Lincoln y a Juárez en un discurso con ese presidente o con cualquiera de los Estados Unidos, pero ése en particular en la Casa Blanca, tiene todo el sentido retórico del mundo.