Una aproximación a la obra cinematográfica del cineasta mexicano y algunas ideas sobre su quehacer en la disciplina
Ciudad de México (N22/Julio López/Huemanzin Rodríguez).- La pasión por filmar de Jaime Humberto Hermosillo no conoció límites, es y será pieza fundamental de la cinematografía nacional. El cineasta nacido en Aguascalientes el 22 de enero de 1942 privilegió la experimentación y buscó caminos alternativos fuera de la industria tradicional para filmar las cuarenta películas que deja como legado, la última fue Un buen sabor de boca, que realizó utilizando una cámara GoPro.
«Soy hijo de la Nueva Ola. Si ven “Sin aliento” (Jean Luc Godard), me abrió puertas para decir: La perfección técnica de Hollywood no es lo más importante. Se puede filmar con poca luz. Y si la cámara tiembla al moverla, lo que importa es lo que se cuenta. Y hasta la fecha sigo pensando lo mismo», declaró en una charla posterior a la proyección de la versión restaurada de su cinta Matinée, durante el FICG de 2015.
Su quehacer artísticos siempre fue rebelde y libre, tachado de inmoral y subversivo, pues mostraba lo que nadie se atrevía a retratar en pantalla. Más de un vez su cine fue censurado, el caso más sonado fue Las apariencias engañan, una película de 1983 protagonizada por una de las actrices mexicanas mas cotizadas del momento, Isela Vega, quien participó en la película aunque no tenían presupuesto ni para pagarle a una maquillista. En su momento, Margarita López Portillo, quien estaba al frente de RTC, declaró que mientras ella estuviera en el poder esa película no se exhibiría.
«Fui afortunado porque con mis primeras películas, llamémoslas “profesionales”, en 35mm y con presupuesto (Fernando Macotela produjo una de ellas, “Matiné”), gané premios nacionales y mis películas fueron a festivales internacionales. Y yo pensé: Ya la hice, lo que yo escriba me lo van a producir. Y escribí un guión que se llama Las apariencias engañan y lo presenté a los que en ese momento tenían el control del cine nacional y se hizo un silencio. No me respondieron. Ese fue un momento importantísimo en mi vida porque dije: ‘yo no voy a estar dependiendo si papá gobierno me va a dar el presupuesto para hacer mis películas’.»
Su cine independiente enfrentó todo tipo de tropiezos, incluso para competir en los Ariel. A pesar de su extensa filmografía sólo obtuvo catorce nominaciones a los premios que otorgan los miembros de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas y la razón era muy sencilla: sus trabajadores no estaban afiliados al sindicato así que ni siquiera pudo inscribir muchas de sus películas.
«Siempre que me toca hablarle a los jóvenes les digo: Piérdanle el miedo a los defectos. Si están esperando la película perfecta que cueste no sé cuántos millones de dólares o pesos, ojalá los encuentren. Mientras tanto, con los avances de la tecnología ahora yo hago las películas solo. Claro que siempre vienen manos de amigos y actores extraordinarios, que no cobran por trabajar conmigo. No tienen [las películas] una distribución adecuada, pero existen. De otra manera se hubieran quedado como ideas en mi cabeza. Y las ideas en la cabeza se pudren y hacen daño.
Aun así, obtuvo seis Premios Ariel, los primeros dos en el año 1977 por La pasión según Berenice. Un filme que deja claro los tema que en los años venideros desarrollaría: el retrato de la clase media, la doble moral mexicana y la sexualidad vista como un tabú.
«Las dos más grandes influencias en mi aprendizaje fueron: un hombre de teatro, estadounidense, pero de origen irlandés, Eugene O’Neill. Y John Ford, también estadounidense de origen irlandés. Y para ambos, la familia era el tema principal porque es un tema inagotable, inagotable.»
La muerte de Jaime Humberto Hermosillo es una ausencia insustituible en el ámbito de la cinematografía. Ahora ocupa un lugar privilegiado en la historia de la cultura de nuestro país.