Más de trece horas nadando para conseguir lo que para muchos es imposible: «pasas por una serie de procesos de retos dentro del mismo nado que vas cumpliendo y sorteando, que es como la vida misma»
Ciudad de México (N22/Huemanzin Rodríguez.- Estefanía Gómez cruzó a nado el Canal de la Mancha. Son aguas frías que se agitan entre Inglaterra y Francia. Este 2019, a sus 49 años logró recorrer esa distancia en un tiempo de más de 13 horas. Nadie le apoyó, ella misma solventó los gastos para darse el gusto, como dice, de «estirar» el cuerpo y hacer con él lo que algunas personas dicen que no es posible. Nos encontramos en un club en Insurgentes Sur, a la orilla de la alberca en donde aprendió a nadar y ganó sus primeras medallas en la niñez y adolescencia. Tiempo después optó por las aguas abiertas y lo mismo ha estado en La Paz, Los Cabos y el Cañón del Sumidero, que en Manhattan. Estefanía dice que entre cada brazada pasa la mismo que con la vida, las emociones, el cansancio, el dolor, el júbilo y los objetivos.
«Desde chica mi mamá nos inculcó el deporte. Probamos de todo, mis hermanos remaron, yo me quedé en la alberca. Lo dejé a los 14 años para dedicarme a la escuela. Y no lo retomé formalmente hasta hace diez años cuando encontré en esta alberca un remanso, mi vida dio un giro y aquí encontré mi terapia, mi estado zen, mi paz espiritual, física. Y me fui metiendo más y más. Hace cinco años empecé a hacerlo en aguas abiertas hasta llegar al Canal de la Mancha.
¿Cómo descubriste tu habilidad en aguas abiertas?
En realidad creo que poco a poco fui descubriendo mis capacidades. Me empezó a gustar, perderme dos, tres, cuatro, cinco horas dentro de la alberca sin saber si estaba pensando o no o resolviendo el mundo o mi vida. Y al salir me sentía diferente. Hasta que un día pensé en hacer un cruce en La Paz, que se hace cada año, para ayudar a los niños con cáncer en el hospital local y lo hice por equipo un par de años. Y me dije “¿qué tal si lo hago sola?” Decidí probarme. En cuanto terminé me pregunté: “¿Qué sigue? ¡Tengo que encontrar algo más!” Y mi pareja me dijo que yo podía nadar el Canal de la Mancha. No tardó mucho en convencerme. Antes me propuse hacer la Vuelta Manhattan, me pareció interesante y la verdad desdeñé el nado a favor de la corriente, pero no fue fácil, son olas grandes. Tuve algunos entrenamientos muy largos de preparación que me permitieron lograr un clic entre mente y cuerpo en el Canal de la Mancha. Puedo decir que ahí tuve un nado perfecto desde que puse mis pies en el agua fría. Me propuse disfrutarlo, así fue, aunque claro que tuve adversidades.
No sólo son aguas frías las del canal, también son agitadas. ¿Qué adversidades tuviste?
Primero, es la ventana de oportunidad. No es tan sencillo como llegar al sitio y nadar, tienes que hacer una reservación de dos años previos, pues sólo puedes nadar en una época específica del año: durante el verano. Hay veces que tienes que hacer tu reservación hasta con tres años. En esa ventana de oportunidad hay corrientes altas y bajas, a mí me tocó alta porque era lo que más me convenía para acomodar fechas con mi entrenadora. Pasó toda la semana del 15 al 20 de agosto y el día 20 todavía no sabía si iba a nadar. Y eso no estaba contemplado en mis planes, pues yo estaba decidida a nadar, a cruzar a Francia. Ahí me di cuenta que el clima podía echar abajo toda mi preparación. Las condiciones del mar fueron posibles hasta el último minuto, que fue el 21 de agosto a las 2 am. Las aguas estaban tan agitadas que, unos minutos antes de entrar al agua, una ola enorme golpeó el barco en el que estaba y me aventó contra el piso. Me di un golpe durísimo que me tuvo recostada un momento. Durante todo el nado me dolieron las costillas, una parte de la pierna y la cadera. ¡La adrenalina hace milagros! Así empecé.
La sal del agua te quema, escalda los labios, la lengua, se acumula en el traje de baño y te rosa. Tenía mucho miedo de que me picara una aguamala, nunca me había picado una y no sabía cómo iba a reaccionar mi cuerpo. Pasando la mitad del Canal, cuando empezó a hacer un poco más de calor, empezaron a salir a la superficie y me picó una. ¡Me dolió muchísimo! Me dio un latigazo entre el muslo y la rodilla de la otra pierna. Paré y le dije a la tripulación del barco que te acompaña: “¡Me picó una aguamala! ¡Me duele!”. Y seguí nadando, no iba parar por eso. Después de eso la tripulación se fue al frente para avisarme si había más mantarrayas.
Con relación al agua fría, la estuve trabajando más de un año con pequeñas cosas que significan mucho como bañarme con agua fría todas las mañanas, que su temperatura regular es entre 16° y 18°. Debes de subir de peso porque no puedes nadar con neopreno, sólo con el traje de baño. Esas son las reglas, no tener nada que te ayude a flotar ni a deslizarte mejor. Lo que me costó trabajo fue encontrar la combinación perfecta de alimento, pues nadas muchas horas. Fue difícil encontrar algo que no me cayera mal. Finalmente, fue maltodextrina, una mezcla de carbohidratos con un poco de proteína que me daban cada media hora. Me la aventaban desde el barco en una cuerda que no se puede tensar, pues eso puede ser considerado que el barco que te está ayudando a avanzar. Nada ni nadie debe tocarte desde que tus pies están en la arena antes de nadar, hasta que nuevamente estás en la arena del otro lado del canal.
Claro que me dolió, claro que me costó trabajo, pero supe sobrellevar todo eso. Empiezas a hacer un comparativo entre tus nados y tu vida, ves cómo todo va solucionándose; ves cómo, pese a las adversidades que se presenten, puedes hacer que las cosas fluyan y logras tu objetivo.
¿Desde dónde saliste?
Salí a las 12 de la noche desde el muelle de Dover. Hay dos puntos desde donde sales, uno es Dover y el otro es Shakespeare’s Beach (donde dicen que fue escrita El Rey Lear). Hay otros puntos hacia el puerto de Foxton, como Abbot’s Cliff. Desde Dover la distancia en barco es de una hora. Comencé mi nado a las 2 am en Abbot’s Cliff en Inglaterra y llegas a Wissant, en Francia, una playa de un pueblo pequeño de 50 habitantes, todos nadadores. Fueron poco más de 52 km que recorrí en 13 horas con 34 minutos. Me recibieron todos los habitantes del pueblo, la gente se te acerca con champagne.
Nora Toledano, mi entrenadora para el Canal de la Mancha, me había dicho que calculaba que yo haría 14 horas. Y yo me menosprecié, pensé que haría 16 horas, y unos días antes me mentalicé para hacer el trayecto en 20 horas, por cualquier cosa. Finalmente hice menos tiempo del que ella me dijo. De todas las mujeres que hemos nadado el Canal de la Mancha, estoy clasificada a la mitad, más o menos, y soy la mujer mexicana de mayor edad en haber cruzado el Canal de la Mancha.
Hay un momento que parece que tu cuerpo ha llegado a su último esfuerzo, donde todo duele; sin embargo, algo ocurre con cierto tipo de dolor que de pronto, al superarlo, pareces haber cruzado una especie de umbral que te da el vigor del principio. ¿Cómo experimentaste eso?
Mi hermano compitió en Juegos Olímpicos, una vez me sujetó del brazo y me apretó con todas sus fuerzas, me dijo: “aguanta, en un punto te dejará de doler”. Recuerdo mucho eso. Conforme iba entrenando aprendí a distraer los dolores. Si te duele un hombro, no le pones atención y te deja de doler. Es como si la cabeza jugara con el cuerpo; y cuando ya no hay cabeza, te queda el corazón. Me puse como regla no llevar reloj y no querer saber cuánta distancia me faltaba. Hubo un momento que en el nado vi a Francia en el horizonte. Me dio alegría, me puse a llorar y le grité a la tribulación: “¡Ahí está Francia!” No me dijeron nada porque para ellos Francia tenía dos horas de ser visible y faltaban otras seis horas más para llegar. Después, me dije, “ya no puedo ver Francia”, así que dejé de mirar al frente y sólo veía el barco que me acompañaba, que se llamaba “High hopes”. Seguí nadando, lo único que me anunciaron fue cuando restaban 800 metros, me dijeron cuánto tiempo llevaba y cuántos récords había dejado atrás. Ahí es cuando nadé con todo. En aguas abiertas muchos deciden empezar muy rápido y yo me tomo mi tiempo, tengo mi propio ritmo (64 brazadas por minuto), que es el que tengo que tener para cerrar. Así, entro en ese ritmo y mi mente queda en blanco. Es como estar en un estado zen acuático. Se te borra todo, no piensas en nada.
Pasas por una serie de procesos de retos dentro del mismo nado que vas cumpliendo y sorteando, que es como la vida misma. Es como el día a día. ¿Tienes un problema? Hay que resolverlo. Tenía yo un problema con el piquete de la mantarraya y lo que tenía que hacer era seguir nadando, porque tengo que llegar, para eso estoy. Dos años de entrenamiento culminaban en trece horas.
¿Qué significa para ti ser una atleta adulta, que logró este gran tiempo, en un mundo que valora mayoritariamente la productividad de la fuerza joven?
No es nada más el cuerpo, es la vida. Yo trabajo, tengo dos hijos universitarios. Uno está terminando la carrera y el otro la está empezando. Yo retomé mi carrera y la estoy finalizando. Tengo padres, hermanos, tengo pareja. Retomé mi carrera, que dejé porque me casé muy joven, decidí retomarla y titularme antes que mi hijo menor, ellos me inspiraron. Tengo que acomodar mi vida para que todo vaya ordenándose día a día. Afortunadamente tengo una pareja que me impulsa, que me apoya, que me lleva a todos los entrenamientos y tengo hijos que también entienden eso y me apoyan. Pero no puedo dejar de trabajar porque tengo que vivir, tengo que comer, y tengo que pagar el viaje al Canal de la Mancha a meses sin intereses, porque es algo que se nos ocurrió. No puedes llegar a tocar puertas y lograr que alguien diga: “Ok, yo te apoyo, yo te patrocino”. Eso no existe.
Dicen que soy una atleta de alto rendimiento, la verdad no me considero así, yo cada mañana nado hora y media, hora cuarenta y cinco, a veces una hora. Y el fin de semana es cuando viene mi fuerte. El fin de semana está dedicado a esto que me gusta.
No hay tantos apoyos al deporte en México, menos aún para las deportistas y menos a atletas que no son jóvenes. ¿Qué reflexiones tienes de este proceso?
¿Qué necesitas para nadar? Gorra, traje de baño y gogles. No suena caro. Pero nadar en aguas abiertas no es tan sencillo, si no nadaste desde pequeño es difícil que nades en aguas abiertas, no es como caminar. Necesitas una buena base, fuerza y estilo. Para entrenar en aguas abiertas tienes que ir a las Estacas, a Alchichica, que es una laguna de agua fría en el cráter de un volcán entre Puebla y Veracruz. O tienes que ir a otros lugares que nos están en México para entrenar en agua fría. Y eso implica tiempo dinero y esfuerzo. Implica saber que va a costar mucho dinero y que tienes que ahorrar para obtenerlo, porque nadie te va a patrocinar, y menos a una mujer de 49 años. No lo va a hacer la CONADE, ni la Federación Mexicana de Natación. Ni siquiera una marca deportiva. Tienen presupuestos limitados y esos ya están ocupados. Esto que hice cuesta mucho, y no hay apoyos.
En México, todo lo que no es urgente, parece que es un lujo.
Es cierto, los niños y las niñas deben tener deporte y cultura, estoy segura que eso ayudaría mucho en la salud del país. El deporte y la cultura te abre mundos, a cualquier edad.
¿Con quiénes has entrenado?
Mi primera entrenadora fue Pati Colman, después me retiré un poco de las aguas abiertas, porque me vino una depresión después de La Paz. Y cuando lo retomé fue con Nora Toledano, la mujer con más experiencia en aguas abiertas. Ella es una de los tres mexicanos que han hecho los Siete Mares, que es lo que le sigue a la Triple Corona en Aguas Abiertas. Ellos son: Toño Argüelles, Mariel Hawley y Nora Toledano. Con ella estuve en el Canal de la Mancha, con mis hermanos, mis hijos y Arturo quien es el que me conoce muy bien.
Después del Canal de la Mancha, ¿qué sigue?
Sigue el Canal de Catalina. Hay algo que se llama la Triple Corona de Aguas Abiertas, cada una tiene una particularidad. Manhattan son 48 km a favor de corriente, son olas inmensas. Lo hice en 9 horas 26 minutos. Después de eso es el Canal de la Mancha y el que sigue es Catalina, es una isla desde donde sales a las 11 de la noche y nadas hacia Palos Verdes, en California. Son 35 km en agua fría. Se hace en la noche para evitar el tránsito marítimo y los tiburones. Esto lo voy a hacer en tándem con una amiga, las dos tenemos el mismo ritmo. Hemos tenido muchos entrenamientos juntas y lo vamos a hacer con sus hijos, los míos y Arturo, mi pareja, como capitán. Con eso termino la Triple Corona de Aguas Abiertas el 3 y 4 de septiembre de 2020.
¿Qué te ha dado la natación?
Paz, armonía, amor, equilibrio, felicidad. Todo eso. También cansancio y sacrificio, pero todo vale la pena, al final todo vale la pena cuando llegas a Francia, cuando llegas al otro lado.