Alberto Chimal ahonda en el tema central de la III Bienal Mario Vargas Llosa, fronteras que van más allá del imaginario y de la geografía
Guadalajara (N22/Huemanzin Rodríguez).- Nacido en Toluca de Lerdo, en el año 1970, alberto Chimal es un escritor que transita entre la novela, el ensayo y la ciencia ficción. Su imaginación nutre cada uno de sus personajes. Sobre su oficio y las fronteras físicas, de género, editoriales, sociales e imaginarias, nos habla en esta entrevista en el marco de la III Bienal de Novela Mario Vargas Llosa que sucede estos días en Guadalajara.
En términos de creación, hoy es más flexible que antes, pero a veces la historieta, el cine o la ciencia y ficción o los zombis eran elementos que no eran visualizados para formar parte de una creación literaria, esas fronteras tú las has cruzado constantemente de ida y vuelta, has creado ficción, también has escrito a partir de las cosas que vives de autoficción, si es que se permite el término, entonces en ese sentido constantemente te encuentras en esas fronteras, ¿cómo entiendes la idea de frontera en literatura?
Para mí la idea de frontera en literatura es como en otros ámbitos, una construcción de lenguaje, es un límite inventado, un límite arbitrariamente colocado por cualesquiera razones. A veces sirve tener delimitaciones para entender de qué estamos hablando para clasificar obras y estudiarlas o para crear conceptos, pero a veces también implica una limitación. Y sí, por diferentes razones me ha tocado estar muy consciente de varias de esas limitaciones y tratar de cruzarlas, limitaciones en lo que hace a géneros, a denominaciones, a especialidades, a temas.
Creo que es muy problemático que en esta época seamos, digamos, más conscientes de la existencia de fronteras pero sólo porque de pronto se nos están echando encima, se nos están contrayendo. En realidad estas fronteras de diferentes maneras han existido durante mucho tiempo y son fronteras también en las cuales mucho del potencial o de las posibilidades humanas —igual que sucede en las fronteras marcadas políticamente o socialmente o económicamente—, se malogra, se malgasta constantemente.
Ahora circula en los medios la discusión acerca de este lugar común, pues de cierta parte del espectro político, según, todo lo que una persona puede lograr depende de su propio empeño y la verdad es que no es cierto, la verdad es que cómo una persona viviendo en Ruanda o en Myanmar, en la sierra de Ayutla que llevan dos años sin agua, cómo cualquiera de esas personas va a poder tener acceso a las oportunidades que tienen otras en situaciones menos desventajosas, la verdad es que ese argumento es una falacia que cae por su peso simplemente con que abramos un poco los ojos y contemplemos esas fronteras.
Lo que nos toca es cómo hacerlas más visibles, darnos cuenta de que están ahí, darnos cuenta de que existen y hacer que otras personas se den cuenta también.
Nos vamos a encontrar también las desventajas que implica, por ejemplo, no estar con un mercado editorial, no estar con un tema de moda, no estar con una tendencia, esa es una frontera que la mayor parte de los colegas en el mundo quieren cruzar para subirse al carro de lo que está vendiendo de lo que está rifando, de aquello que es tendencia. Pero resulta que también hay muchas otras posibilidades de la escritura, de la imaginación, del lenguaje que son incluso muy necesarias para lo que puede hacer la literatura en un momento como éste, para que la literatura cumpla esa función de comunicar, de dar sentido, de articular lo que nos preocupa lo que nos urge en un momento determinado. Muchas de estas opciones no las exploramos porque no están dentro de esta delimitación.
La literatura en relación con las fronteras en un momento como éste, tiene la obligación de explorar dónde están estas fronteras y de tratar de transgredirlas, tratar de ir para el otro lado, no hacia donde todo el mundo va no hacia la masificación o la homogeneización del lenguaje, sino al contrario, hacia la diversificación, hacia el descubrimiento que puede dar el lenguaje.
¿Cuáles han sido las fronteras que has decidido cruzar en tu desarrollo, en tu beneficio, en términos literarios?
Las fronteras que me han tocado cruzar no sé si siempre han sido en mi beneficio, pero han sido las fronteras de género, las fronteras de diferentes formas de escritura, de diferentes temas, de diferentes valores que se otorgan a la escritura y a la lectura. Me parece que una idea con la que crecí o que me tocó reconocer desde muy pronto cuando me estaba formado era la idea de que la literatura o el lenguaje tienen solamente un lugar muy pequeño en la vida humana, y particularmente en la vida de la gente joven. Creo que fue una de las primeras fronteras que tuve que cruzar simplemente porque yo encontraba de manera inarticulada, de manera inocente, infantil, algo más en la posibilidad de la lectura y a partir de esa vinieron otras.
Me parece que todavía estamos en un momento en el cual muchísimas personas no cruzan nunca esa primera frontera […], esa posibilidad de entenderse a ellas mismas, de entender al mundo que es el lenguaje.
Hay algo que dices que me intriga mucho Alberto, espero no equivocarme al tratar de plantearlo: la promesa del progreso y la promesa de civilización a veces pareciera que está emparentada al deber hacer y en ese deber hacer, debes leer, debes aprender, debes haber leído un canon a tal edad, pero los libros llegan cuando llegan y entonces ese deber limita la posibilidad de dejarse ir, por un lado, en la otra promesa de civilización, de la otra promesa de progreso, que entre ellas tiene la idea de abordar cualquier cosa que sea el libro, hay libros que tú escribiste que hoy resultan inaccesibles para los mexicanos, entonces en alguna editorial que ya no se reeditó, que el mercado decidió que debía de ser un tiraje y que llegó no necesariamente quien quería leerlo. Y eso hablamos dentro de México, ya no digamos en Ecuador, ya no digamos en Paraguay y lo mismo de regreso, quién es un escritor de tu generación de Quito, difícil poder saberlo acá, porque dentro de esta promesa de orden estamos separados.
Ahí hay un criterio de exclusión que no nos dimos cuenta o no nos quisimos dar cuenta que estaba implantándose, que ha estado implantándose desde hace mucho tiempo, sobre todo los últimos veinte o treinta años de la globalización no han hecho más que reforzar.
Hubo un tiempo ya mitificado en el cual había más comunicación entre las diferentes literaturas hispanoamericanas, más comunicación entre los autores y los lectores, luego con las crisis económicas de los años setenta, con el ascenso de las dictaduras también de fin del siglo XX de pronto todo ese medio desapareció, fue absorbido principalmente por un puñado de grandes consorcios internacionales, españoles primero, globales después, que imponen su propia lógica estrictamente mercantil, una idea de separación, “para qué voy a publicar en México el libro Quiteños si nada más le va importar a los lectores quiteños y nada más ellos lo van a comprar”, es más o menos el argumento que es un argumento falaz, es un argumento totalmente desinteresado de la literatura o del lenguaje, es un argumento interesado nada más en la cantidad de libros que “se mueven” como se dice y que afectan no solamente a la impresión y a la distribución, sino también a la difusión, a la crítica por supuesto. Pero insisto, es un argumento económico es un argumento que está implicado, enlazado con un montón de otras acciones de la lógica del capitalismo global que pasan por toda clase de resultados terribles en su persecución del beneficio económico más grande, más rápido.
Creo que estamos en un momento en el cual nos estamos dando cuenta de que incluso esa otra promesa de progreso o de comunicación, intercambios sin fricciones, sin fronteras, que iba a ser la comunicación en línea, la comunicación globalizada, también fue un poco una mentira porque no existe, no existe esa especie de aldea global, de comunidad de todos entre todos, sino que al contrario, se refuerzan esas fronteras físicas y se crean nuevas fronteras mentales intangibles que forman estas comunidades totalmente cerradas, estas burbujas informativas en las cuales se vuelve imposible el disenso. Se crean estos conflictos terribles que a veces desembocan en conflictos en la vida real, creo que estamos en un momento en el cual tenemos que darnos cuenta de que ese proyecto o esa forma actual de ese proyecto está fracasando y está planteando una serie de peligros muy graves, muy serios, muy reales para la especie en general.
Yo quisiera pensar que el lenguaje, y que aquella porción del lenguaje en la que practico, la novela, el cuento, podría servir en algún momento dado para tratar de mitigar este daño, pero parte de ese ideal tiene que pasar también por encontrar nuevas maneras de comunicar el lenguaje, por encontrar nuevas maneras de apoderarse de esos espacios, de esas plataformas digitales y de las otras también que es algo que todavía se está haciendo de manera muy imperfecta.
Imagen: III Bienal MVL / Bernardo De Niz