Alonso Arreola, junto a Sofía Mora, Denise Gutiérrez y Juan Manuel Torreblanca, hace una nueva lectura del cuento de su abuelo, Juan José Arreola, La migala
Ciudad de México (N22/Ana León).- La historia es esta: Un hombre suelta en su casa a la migala, una araña altamente venenosa, a la espera de que ésta lo pique y llegue la muerte. Su mundo se reduce a esa espera postergada que lo libera del dolor de un amor no correspondido, pero al mismo tiempo se abre a la esperanza, la posibilidad de que la muerte no llegue. La historia fue escrita por Juan José Arreola y justo lleva el nombre del arácnido, La migala y apareció en libro Cuentos breves latinoamericanos, publicado en 1952.
Más de cincuenta años después, este texto es retomado por el nieto del escritor, el músico Alonso Arreola en La migala. Una lectura suicida. Esta migala no sólo es texto, es música, performance, un programa de radio, lectura en voz alta, todo a la vez. Una pieza que ronda a la muerte, pero donde también hay humor, melancolía y belleza.
Cuatro personajes se reúnen en torno a un programa de radio dedicado al suicidio, “La noche suicida”, el programa es la forma en la que se desarrolla la lectura dramatizada. Para Alonso Arreola, en este ejercicio a cuatro voces, hay un trasfondo importante: «la relación de un nieto con un abuelo que las 24 horas del día estaba actuando, pero para quien la lectura en voz alta era imprescindible.»
En su origen, La migala fue creada para suceder sólo una vez justo en el centenario de nacimiento del escritor tapatío y participaba en lugar de Torreblanca, Mardonio Carballo. En palabras de Alonso Arreola, éste «es un ejercicio poético musical donde tanto los textos de las canciones como los textos de los poemas nos importan. Todos rondan, digamos, no la idea necesariamente de la muerte, pero sí provienen de suicidas y eso a nosotros a nivel artístico y personal, nos da mucho para trabajar, tallerear y reflexionar. […] Tocamos a más de 22 suicidas. Y no es una apología del hecho, pero sí es una reflexión pertinente que desde luego no tiene nada de coyuntural con eventos recientes, pero toma como pretexto un cuento de mi abuelo, y eso nos permite ser cuatro personajes que entretejen sus hilos. Todos vamos tejiendo una telaraña en torno a una triste belleza.»
Si bien no se habla en específico de la muerte, sí se le rodea a través de los textos de los suicidas, de las canciones, de la idea misma de la espera del protagonista del cuento. Y está también el contexto, este país que se fascina con la muerte y que al mismo tiempo la padece y es también la realidad imperante desde hace más de quince años. Pero en este ejercicio de reactivación de los textos de Arreola está el humor, la precisión del lenguaje y, sobre todo, el juego.
«El ejercicio de la lectura en voz alta que no es actuación, que no es teatro del todo, sí permite una profundidad y una intimidad en cada momento, entonces ahí sí hay una suerte de locura en el brinco hacia el programa de radio, hacia la canción, hacia el poema, hacia la carta y cómo todo se va desarmando y volviendo a armar como un juego, como un juguete que a la vez es bello y que a la vez cobra un sentido particular para quien lo vea y lo escuche. Sí hay humor como una suerte de defensa necesaria porque si no sería tal vez demasiado triste y eso también lo vuelve muy humano», especifica Torreblanca sobre este trabajo.
Y aunque en un principio Alonso enfatizó que este ejercicio no hace referencia a ningún evento coyuntural, sí cree que «hay que traer a la mesa reflexiones, conversaciones incómodas, dolorosas, pero utilizando a la belleza del arte como vehículo y eso en realidad puede transformarnos. No es a partir de la ingenuidad que lo digo. Sabemos que estas cosas ayudan a que de pronto el cauce de los ríos cambie un poco.»
Otra lectura sobre este mismo ejercicio la hace Denise Gutiérrez. Para ella «hay muchísima belleza en todo lo que está pasando, porque cuando tienes que interpretar la voz de un Chris Cornell o de una Lupe Vélez, en la parte del canto al interpretarlos a ellos, regreso a lo bello que es el canto. Para personajes como ellos, el canto o la música siempre fue su balsa de escape.» Y también se trata un poco de «la simple idea de tener esa opción, la opción de decidir cuando se termina la vida.»
Es innegable que con esta aproximación hay un ejercicio de reactivación de este texto de Arreola desde lo performático y desde la música contemporánea, y esto es importante porque justo ahí es donde una obra de arte es, cuando es retomada, cuando es releída, cuando el lector/espectador la completa y adquiere una cantidad indefinida de nuevos significados.
Alonso: «Hay una fascinación en la precisión que creo que también intentamos respetar en las lecturas, pero con un subrayado muy particular en lo performático. No sé si él estaría contento con esto o no, pero sé que le parecería interesante porque hay juego. Era un tipo que jugaba todo el tiempo y creía en las posibilidades del juego, del lenguaje cuando vive luego de su intento de perfección.»
La Migala se presentará el 7 de junio y el 11 de julio en el Foro del Tejedor, en el Péndulo Roma.