El escritor mexicano apela a abandonar la obsesión por la pantalla que ha traído las series y el mismo cine, y volver a la lectura, la lectura como un acto anárquico
Guadalajara (N22/Huemanzin Rodríguez).- Durante la III Bienal Mario Vargas Llosa pudimos charlar con el escritor mexicano sobre el tema central del encuentro, Fronteras, y la especificidad de la charla en la que participó este martes: Las fronteras invisibles de nuestra literatura.
Este encuentro tiene un motivo de reflexión en torno a la literatura, a la novela, que lo ha definido a través de las fronteras. Dentro de unos momentos vas a hablar sobre “las fronteras invisibles” y de alguna manera me hace recordar un poco esa Geografía de la novela que convocó Carlos Fuentes hace 21 años en la Ciudad de México. Nos ha cambiado América Latina, nos ha cambiado la industria editorial. Ahora podemos leer a más mujeres que antes, pero todavía nos adeuda leer mejor al resto de escritores de habla hispana del continente. Estas fronteras ¿cómo las defines o cómo las ves desde tu ejercicio literario?
Yo creo que la mayor frontera que tiene ahorita la novela es con el lector. Las fronteras se hicieron para cruzarse a través, en este caso, de la lengua. Nos entendemos perfectamente en Latinoamérica, sea el español de Argentina, sea el español de Colombia, sea el español de México, ahí no tenemos fronteras. Pero sí tenemos fronteras en el modo en el que circulan los libros y en la posibilidad de llegar a los lectores, un libro que no tiene un lector se le atraviesa una frontera que no pudo nunca cruzar. Y hay que entenderlo así, porque las fronteras se hicieron para cruzarse. Hay muy pocas fronteras que son definitivas, que son una barrera que ya no se puede atravesar.
La novela para los creadores es un género que no tiene fronteras a la hora de escribirla, no tiene más fronteras que las que nos pueda limitar nuestro talento, nuestro proyecto mismo. Una vez que se publica es cuando el libro comienza a tener las fronteras, no el género novela, pero sí el libro que sabemos no circula como debería y también los lectores, que no tenemos tantos lectores como quisiéramos. Creo que ésa es la principal frontera, la del lector.
Hablando de medios o de plataformas, se acaban de cumplir cien años de la muerte de Amado Nervo y pienso un poco en la forma en que él tuvo contacto con su público, no fue no a través de los libros sino de las publicaciones periódicas: revistas, fanzines, magazines, periódicos. Eso ya no es posible, conectar con un público en nuestros días así y pareciera que el libro tampoco lo es, ¿cómo establecer una mirada recíproca con los lectores y los autores para poder llegar a la literatura? A veces hablamos más de autores que de libros.
Espero que haya una especie de revolución. Que la gente entienda que no hay nada tan anárquico hoy como leer, leer literatura, leer a los clásicos, volver a los clásicos, todo eso es un modo de ser anárquico, de ser rebelde. Ahora se está hablando mucho del reguetón, y en el reguetón se siente cierta rebeldía de la juventud contra las generaciones. Creo que la gran rebeldía sería volver al libro en cualquiera de sus formatos.
Espero que empiece a debilitarse toda esa estructura del cine, de las series que tienen tan obsesionada a la gente y que empiecen a voltear otra vez a ver a la palabra escrita, a la palabra pronunciada incluso, otras formas de literatura y el teatro.
A Amado Nervo sobre todo lo conocemos como poeta y claro que había una época donde proliferaba la poesía dentro de las revistas, los suplementos, los semanarios, los periódicos, los diarios publicaban poesía. Había una forma de acercarse a estos lectores. Hoy sabemos que los mismos suplementos empiezan a desaparecer, ya son muy pocos. Los que tenemos posibilidad de todavía escribir en suplementos nos empiezan a quitar el espacio.
Nadie se hizo inteligente viendo cine, sino leyendo. La lectura es la que nos puede llevar a una mejor apreciación del cine. Si queremos ver muchas historias, porque somos consumidores de historias, tanto en pantalla como en otros medios, yo creo que el papel y la palabra escrita es la que más nos convierte en seres humanos, ser críticos, apreciar la vida de otro modo. La literatura es un medio para meterse de lleno en la realidad, para tener las experiencias más profundas. Yo no veo una diferencia entre “la realidad” y “la ficción”, esto que quieren separarlo, pero la lectura es una experiencia y es una experiencia real, es haber tenido una experiencia enriquecedora.
¿En tiempos de hiperrealismo, tal vez sea el territorio literario lo que permite confrontarnos con lo real?
Con la realidad, pero también una realidad que tenemos que crear en la imaginación, porque ya que hablas del realismo, aunque la novela ha tenido muchas veces la etiqueta de novela realista, lo cierto es que el lenguaje es poco realista. Si nosotros decimos una frase tan ordinaria como “era una mañana clara de agosto cuando el personaje salió a la calle…”, bueno, ¿qué es una mañana clara? La palabra nunca es precisa, siempre sugiere y en esta sugerencia es el lector el que tiene que crear esta realidad o mundo imaginario, pero es donde tiene que participar porque la palabra es muy abstracta y entonces eso es precisamente por lo que se enriquece el lector.
Cuando uno ve una película, pues “la mañana” está ahí y los cien espectadores vemos la misma mañana, en cambio en la lectura cada mañana va a ser diferente, cada personaje va a ser diferente, cada situación, cada temperatura de las palabras y su significado. Por eso una novela que no ha cambiado en más de cincuenta años que es Pedro Páramo, sí cambia su lectura y cambia cada vez que uno la vuelve a leer encuentra una novela nueva. Esta es la magia de la literatura: cada lectura es individual.
Imagen: Bienal MVL / © Susana Rodríguez