Ai Weiwei: memoria, justicia y perdón

¿Cómo visualiza la memoria de dos culturas como la china y la mexicana? ¿Cómo hablar sobre el perdón respecto a la violencia de Estado? Preguntas en la charla que el artista sostuvo con el curador del MUAC, Cuauhtémoc Medina, y María Luisa Aguilar del Centro Prodh

Ciudad de México (N22/Ana León).- «Mi identidad siempre tiene un problema: no siento que pertenezca a ningún lado, y al mismo tiempo siento que pertenezco a todos lados y mi trabajo es igual, no siempre es el mismo y se ajusta al ambiente. En esta exposición es igual, se muestra esta lucha política y esta ruina que muestra la belleza», explica Ai Weiwei a Cuauhtémoc Medina, curador del MUAC y a María Luisa Aguilar, del Centro Prodh, en una conferencia abierta al público realizada un día antes de la inauguración de su exposición en el Museo Universitario Arte Contemporáneo: Restablecer memorias.

Sentado al centro, Weiwei toma fotografías del público asistente a la Sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario. Es muy activo en sus redes sociales; en su cuenta de Instagram documenta los lugares a los que asiste, la gente con la que convive y demás datos curiosos del entorno inmediato, como aquella vez en 2016, cuando recorrió las calles de Tepito.

La cita en esta sala es para hablar sobre temas centrales de la muestra, razón por la que también está invitada María Luisa; uno de éstos y el que ocupa mayor tiempo de la charla es el monumento visual en el que reprodujo los retratos de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, más tres asesinados, con piezas de LEGO. No es la primera vez que este artista chino y disidente se interesa por crímenes de lesa humanidad o derechos humanos. Apenas en 2017 realizó la cinta Marea humana, que aborda el grave problema migratorio que afecta al globo. Y ha experimentado en carne propia la violencia de Estado de su propio país: en 2011 fue detenido en el aeropuerto de Pekín y pasó 81 días confinado en una celda de 16 metros cuadrados acompañado las 24 horas por dos militares que observaban cada movimiento.

«Fui un exiliado en mi propio país, mi padre estuvo en la cárcel, lo castigaron por sus escritos, por agitar al público». Al enfrentar una realidad hostil, el artista reflexiona y pregunta, ¿es esta la sociedad moderna? Y en el caso específico de México, ¿cómo es posible que 43 estudiantes desaparezcan? Interesado no ya en la manera en la que sucedieron los hechos sino en la memoria de las familias, en lo que sucede luego de la desaparición, Weiwei llegó al Centro Prodh, donde pudo acercarse a las madres de los 43, platicar con ellas, con sus otros familiares y crear así no sólo el monumento visual sino también el documental To Be, en el que aún trabaja —en la muestra sólo se exhiben algunos fragmentos de las entrevistas—. Su objetivo era analizar las voces de las víctimas y dar salida a esas voces: ¿qué viene después? ¿cómo contar esa historia?, se preguntó el artista.

Hay tres conceptos importantes en esta obra: imagen, memoria y perdón. ¿Qué es lo que las imágenes de los desaparecidos representan?, cuestiona el curador. Para María Luisa es entender que no se habla de cifras, es poner una cara a quien se está buscando, es hacer evidente que lo que se busca son personas. Para el artista: es recordar la lucha de las madres con las imágenes de sus hijos, imágenes que son parte de su vida, «y cuando ves una cicatriz en el rostro de esos estudiantes, es una cicatriz en un país.»

Sobre el perdón, tanto para María Luisa como para Ai weiwei, el perdón no puede venir sin justicia. El perdón no es algo que un tercero puede tomar el derecho de dar. El perdón significa dar voz a las víctimas y escucharlas, pero más que todo, en palabras del artista: «el perdón sólo puede suceder cuando hay justicia.»  Y la justicia, dice el mismo artista, «sólo viene de aquellas personas que la piden, no viene sólo del exterior. Viene de la lucha y no es fácil ganar.»

La memoria es un concepto que no sólo cruza el monumento visual sino también esa otra mitad de la exposición: el Salón ancestral de la familia Wang (2015), un templo de mil 300 piezas que proviene de la dinastía Ming y con una antigüedad de entre 400 y 500 años. ¿Cómo dialogan estas dos obras? Detrás de cada una de ellas está el reconocer una historia, y en el caso de templo, una que es más grande que nosotros, dice Weiwei, «sólo somos un fragmento entre un pasado extenso y esperando que haya un futuro». En esta exposición se muestra tanto la belleza de la ruina, como la lucha política. «Yo quería mostrar algo más grande, algo que no entiendo, esta sociedad y nuestra memoria. Y las similitudes entre estas sociedades [la mexicana y la china]: ese componente estético, moral y trágico. Ambas son tragedias contemporáneas.»

Imagen: © Ollin Buendía