El dramaturgo alemán se encuentra en México para colaborar con la compañía Bola de Carne. Aquí una charla sobre el valor del teatro en el siglo XXI, sus temáticas y la interdisciplina
Ciudad de México (N22/Alizbeth Mercado).- Si ves a Thomas Köck, ves a un joven tranquilo, cualquiera de la generación llamada millennial, pensativo y por momentos sonriente. Pero detrás de esa imagen está un dramaturgo austriaco con una carrera que va en ascenso. A sus 32 años cuenta con los premios de Dramaturgia de Mülheim 2018, el Kleist en 2016 por su obra Paradies Fluten, el premio de Dramaturgia de la Alianza de Teatro de Austria, el premio Else-Lasker-Schüler-Dramatikerpreis y el Osnabrücker Dramatikerpreis.
Thomas estudió filosofía, escritura y cine en la Universidad de Berlín. Está en México porque colaborará con la compañía Bola de Carne en el espectáculo Desaparecer que, en sus palabras «está desaparecido» (sí, también tiene buen humor) porque apenas se encuentran planéandolo, que quizás se trate sobre surrealismo, la Segunda Guerra Mundial o Maximiliano, figura que le despierta interés. La colaboración es el resultado de la Semana de Nuevas Dramaturgias en 2018, donde ambos trabajaron y coincidieron en algunos puntos creativos.
«Bola de carne interpretó una de mis piezas el año pasado Paradies Fluten, creo que conectamos, me gustó su trabajo y ellos tienen una forma muy colaborativa y abierta de pensar. Seguimos en contacto y así fue como terminamos aquí, pensando cosas en las que nos gustaría trabajar».
En tus obras siempre existe una mirada social, ¿te importa transmitir algún mensaje o preocupación sobre el mundo que vivimos?
Sí, me interesa trabajar con la pregunta ¿qué consideramos natural? Porque si piensas esta pregunta puedes pensar en muchas problemáticas que la sociedad ha basado en estructuras sociales que no son naturales, pero es algo de lo que siempre parto, por eso estoy muy interesado en la noción de clima y en lo que está más allá de la historia, más allá de los hombres, que existió antes que la humanidad y existirá después de la humanidad.
Las diferencias de las estructuras sociales que hemos naturalizado, si piensas en ejemplos sencillos como las diferencias entre mujeres y hombres, dicen «las mujeres son débiles», «los hombres son fuertes» y es algo que pienso ¿quién lo inventó? Tuvimos que adaptarnos a eso que, sí es natural (la división), pero no es natural (las categorías), es una forma social de verlo. Es algo en lo que siempre estoy pensando.
¿Qué piensas antes de escribir una pieza, en una escena, partes de una noticia, una imagen?
En muchas cosas. Algunas veces parto de una noticia que leo, pero siempre pienso en un problema filosófico que sea interesante: ¿quién cuenta la historia?, ¿somos nosotros los que contamos la historia de Austria o México? O ¿quién ha contado la historia de México? ¿es la gente de México, el gobierno, los historiadores?
De forma inmediata nos encontramos en medio de un problema porque se trata de pensar quién cuenta la historia y si te pones a pensar, en Austria el gobierno es quien escribe. Las historias de las minorías no serán escuchadas porque no está interesados en las minorías. Es algo en lo que siempre pienso ¿quién o quiénes están representados (en la historia)?, ¿qué voces serán escuchadas? ¿qué tiempo será contado? ¿en qué tiempo estoy?, ¿quién decide sobre mi tiempo? Cosas de ese estilo. Presentar dentro de la “gran fotografía” problemas pequeños.
En Paradies Fluten hablas del capitalismo y el sistema económico, ¿cómo haces para crear una narrativa “entretenida” y, al mismo tiempo, hablar de estos temas?
Es una pregunta interesante. Creo que lo curioso, para mí, es que, por ejemplo, pensamos que el teatro es entretenimiento y no queremos escuchar en ese lugar sobre temas económicos y complejos, pero, de hecho, la post democracia como estructura, inventó que la economía y la política es muy complicada para las personas, así que se la dejan a los expertos. Por eso, si les preguntan a los políticos “¿qué piensas de esto, o de aquello?, ¿cómo lidiamos con la pobreza?” Siempre dicen “vamos a hablar con los expertos” y lentamente la gente se aleja, pensamos que los problemas son muy complicados para pensar en ellos si no somos expertos o puedes lidiar con ello, y piensas “no quiero molestarme a mí mismo con eso” y estoy en contra de eso.
Creo que la política, la economía, son cosas que afectan las vidas de todos diariamente y deberían ser discutidas en todos lados. Lo político es completamente entretenimiento, tenemos que trabajar con esto, el entretenimiento es político y la política es entretenimiento.
¿Cuál es el punto que el arte puede investigar si un creador decide tocar temas sociales? ¿Cuál es el «deber ser»?
Para mí es que, si escribo una historia o estoy en medio de una situación política, lo primero que hago es pensar quién lo contará, en qué tiempo, sobre la vida de quién y con qué estructuras. Para mí no hay arte que no sea política. Por otra parte, lo que tú quieres contestar es cuál es el objetivo de hablar de política en el arte. Para mí lo importante es tocar estructuras que en la vida cotidiana están escondidas, los pilares, los sentimientos en las estructuras económicas, y eso es algo que puedes tratar con el arte porque el arte es una herramienta que puede utilizarse para confundir o romper con las cosas que están ocultas, y eso es un acto político, porque si tú sacudes los fundamentos de la sociedad con arte o si utilizas el arte para hablar de algo que muchas personas saben pero no hablan de ello, en ese momento se convierte en un acto político.
Por otra parte, algunas veces el lenguaje teatral, sea o no político, suena muy bien.
En Strotter hablas sobre distopía, un concepto que nuestra generación (me atrevo a decir) encuentra fascinante, ¿por qué hablas de esto?
Lo curioso es que en Strotter la distopía es parte de un juego, de jugar con las fantasías de la gente. Me interesa el tema en dos niveles: en el primero encuentro que hay un nivel de distopía en este tiempo que estamos viviendo, que es la noción del capitalismo tardío, porque siento que el capitalismo empezó y se introdujo a los cuerpos en el momento en que dejamos de tener tiempo libre. Te despiertas y produces contenido, el capitalismo está en lo más profundo de nosotros y eso produce una especie de sensación distópica. Por otra parte, creo que es muy divertido que muchas personas tienen la sensación de distopía como el fin de los tiempos, y en un nivel político creo que es curioso que para la gente es fácil imaginar el fin del mundo, pero no el fin del capitalismo.
Eso es gracioso porque en los argumentos de las películas siempre dicen «es el fin, el mundo se terminará», pero ¿dónde está la película postapocalíptica sobre el fin del capitalismo? Ni siquiera podemos imaginarla y eso es un problema filosófico, ¿por qué no imaginamos el fin del capitalismo en vez del fin del mundo? Eso es algo de lo que hablo en Strotter y en otras obras.
En Jenseits von Fukuyama hablas de la decepción de los jóvenes, eso me recuerda la «culpabilización» (que interpreto, se tiene) hacia los millennials por muchas cosas que no podemos hacer como las otras generaciones, por ejemplo: comprar una casa, pero nuestra generación tiene muchas decepciones: laborales, económicas, ¿estamos decepcionados?
Por una parte, lo que encuentro interesante es esta sensación de promesas rotas del modernismo y el mundo que se nos prometió, quizá no iba a ser el mejor mundo, pero pensábamos en vivir en un mundo liberal y humanista, digitalizado, con derechos humanos; pero crecer en ese mundo y darte cuenta de que seguimos defendiendo a las minorías me hace pensar en la imposibilidad como una forma de imaginar un mundo diferente. Eso me pone a pensar que tenemos la posibilidad de empoderarnos por estas promesas incumplidas.
En la obra ellos intentan inventar un mundo diferente y aunque todo se esté yendo a la basura, ellos dicen «no, no, no, hubo una promesa y hay algo que puede salvarse, un remanente, aunque todo se haya ido», lo que me hace pensar en una utopía de resistencia. Me gusta hurgar en los sedimentos de las promesas rotas porque puedes ver en lo que la gente esperaba, y que después de diez años, nada pasó, pero, de nuevo, es un dolor que puede crear algo nuevo. Aunque nuestra generación esté decepcionada, creo que hay resistencia, estoy seguro.
A propósito de tu colaboración con Bola de Carne ¿conoces a las audiencias mexicanas?
No. Pero tampoco conozco a las audiencias alemanas, ni a las austriacas, porque siempre me sorprendo con las audiencias de distintas ciudades, aunque no he hablado con ellas, no sé qué les guste, pero sé que están ahí, ven las obras y algunas aplauden más que otras, pero no sé qué quieran.
¿Qué papel tiene el teatro en el siglo XXI? Pensando en que puede guardar cierta competencia con los servicios de streaming u otras formas de entretenimiento. ¿Qué posibilidades tiene el teatro como espectáculo?
Si ves alrededor del mundo, sí, el número de teatros está bajando. En Alemania, por ejemplo, hay un sistema funcional de teatros y creo que es un medio que ha estado aquí por más de dos mil años y Netflix ¿cuánto lleva? Y para mí, no es competencia porque habrá gente interesada en ver teatro. Y si piensas en las audiencias, bueno, yo no veo muchos programas de Netflix con cien personas alrededor, no hay muchos programas de Netflix que permitan eso. Sí, sales y hablas del programa, pero la fortaleza del teatro es que hay alguien en el escenario, interpreta para alguien, no hay mediadores, no hay cámaras, solo personas que hacen como si fueran otra.
Esta presencia es única, por eso no pienso que exista competencia. Sí, en el cine y en la televisión hay grandes fotos, grandes imágenes, pero en el teatro hay magia porque sabes que por dos horas sucederá la obra sin nada que intervenga. Las obras se desvanecen, desaparecen y las películas persisten; en el teatro ves algo que desaparecerá, es hermoso, como el atardecer que se va, puedes verlo todos los días, pero cada día es distinto. Eso es lo que amo del teatro (por supuesto que amo el cine) compras un boleto para ver algo que se terminará. Me encanta.
Leí que sientes interés por el postdrama y que esperas que sea una constante en el teatro ¿qué te atrae de este concepto?
El postdrama se inventó en Alemania a finales del siglo XX, por un especialista y es un concepto que se ha discutido mucho en Europa sobre si existe un drama pensado como el teatro clásico, lo que eso signifique, o estamos en el postdrama, pero tampoco sabemos bien qué significa. Lo teatral es muy grande. No soy un fundamentalista en esos conceptos.
A mí me gusta pensar en estos términos como herramientas y utilizar lo que trajo el postdrama e integrarlos en mi trabajo, usar herramientas que dan a las personas la posibilidad de ver las cosas de una forma diferente. Porque si lo piensas con detenimiento, Shakespeare, quizás, era más postdramático de lo que la gente pensaría. Se cree que lo que hizo es el teatro clásico, pero fue parte de un ensamble que utilizó los textos como herramienta y eso en Alemania es postdrama. A mi me interesan las herramientas que me da el postdrama, pero tampoco pienso en las oposiciones porque el teatro es teatro; me gusta trabajar con bailarines en el escenario y muchos dirán que eso no es teatro, pero me pregunto: ¿por qué no? Ellos son intérpretes como los actores, los primeros bailan los segundos hablan.
¿Qué herramientas tomaste del postdrama?
Para mí es importante no pensar en los personajes, prefiero que los intérpretes se concentren en la música del lenguaje, en el ritmo de la estructura, alejar el lenguaje de la representación. Prefiero pensar el lenguaje como algo que está en el escenario. Me gusta más pensar en los conflictos, los cuerpos en conflicto y utilizar medios distintos. Por ejemplo, ahora estoy trabajando con personas con capacidades diferentes que no son actores, me interesa, es importante. Quizá fracase como escritor clásico de comedia, a quienes admiro, por supuesto.
¿Te interesa el trabajo multidisciplinar en tus obras?
Sí, cuando empecé a escribir colaboré con ensambles de bailarines, yo hacía mis cosas, pero colaborábamos y discutíamos para encontrar otras formas de entender el teatro.
Después de leer esta entrevista, la imagen del joven introspectivo desvela a un creador preocupado por el mundo que habitamos.