Con manifestaciones de apoyo y un festival cultural que inició cerca de las 15 horas en el Zócalo, Andrés Manuel López Obrador celebró su llegada a la presidencia de México
Ciudad de México (N22/Irma Gallo).- Habían sido días grises, fríos pero este 1 de diciembre el sol salió muy fuerte. Y a pesar de que las cabezas se les estaban quemando, miles de personas permanecieron en el Zócalo, que se empezó a llenar poco a poco. Desde las calles aledañas, como 16 de septiembre y Madero, vendedores ambulantes ofrecían banderas, playeras, sombrillas, cachuchas y gorros, para tratar de dominar al sol, además de muñecos de todos los tamaños con la imagen del nuevo presidente, Andrés Manuel López Obrador.
Cerca de las tres de la tarde empezó el Festival Cultural por la Cuarta Transformación. Con música y danzas tradicionales de distintos estados del país y la senadora Jesusa Rodríguez como maestra de ceremonias, que lanzó un mensaje muy concreto a los medios de comunicación: “Queremos chayotes, porque son plantas maravillosas, no queremos chayoteros”.
A la sombra de los edificios que rodean el zócalo, algunos colocaron sillas plegables, mientras otros se sentaron o de plano se acostaban en el pavimento. Compartían alimentos, compraban souvenirs con la imagen del presidente, charlaban. El ambiente era festivo y relajado. Una imagen muy distinta a la del 2005, cuando el desafuero.
La música sonaba. La actriz y senadora Jesusa Rodríguez leía poesía y hablaba de lo importante que era ese día, de lo mucho que muchos lo habíamos esperado, entre cada intervención musical. La gente esperaba pacientemente la llegada de Andrés Manuel López Obrador, como lo había hecho tantas veces en ese mismo lugar. Poco después de las cinco de la tarde, el presidente llegó al Zócalo. Entre gritos de “Es un honor, estar con Obrador”, avanzó por un costado de la plancha, saludando a quienes lo esperaban. Lo acompañaba su esposa, la doctora Beatriz Gutiérrez Müller. El semblante de López Obrador era de satisfacción mientras avanzaba hacia el templete donde ya lo esperaban los representantes de los pueblos originarios de México, así como de las comunidades indígenas de Estados Unidos.
Lo primero que recibió de estos representantes fue un ritual de purificación. La mujer que lo practicó dijo que lo hacía para proteger al presidente de las malas vibras. Andrés Manuel López Obrador, con los ojos cerrados, permanecía de pie al lado de su esposa, tranquilo, serio. Una vez terminado el ritual de purificación, los representantes de los pueblos originarios le entregaron el bastón de mando, que según dijeron, había sido bendecido desde las cinco de la mañana, y con el que le recordaron su obligación para con ellos. Con lágrimas y la voz temblorosa, hincado, un hombre le entregó el bastón. Andrés Manuel se hincó también. Más tarde, en su discurso, recordaría la frase de Ignacio Ramírez, “El Nigromante”: “Yo me hinco donde se hinca el pueblo.”
Después de leer su plan de 100 puntos, lo cual le llevó cerca de una hora y media, y en el que enfatizó su compromiso de campaña “por el bien de todos, primero los pobres”, López Obrador entró en la recta final de su discurso, flanqueado por artistas como Regina Orozco, Eugenia León, Damián Alcázar y Susana Harp: “No habrá divorcio entre pueblo y gobierno. Yo les digo de corazón, de manera sincera, les necesito.” Recordó historias en las que gobernantes revolucionarios “cometen el error de separarse del pueblo. Gente buena que se ha ido quedando sola.” “Yo les necesito”, repitió, y recordó a Benito Juárez, “porque con el pueblo todo, sin el pueblo, nada.”
Es cierto que la plancha del Zócalo ya no estaba llena como cuando empezó a hablar el presidente. Pero para el momento en que pronunciaba estas palabras, los que quedaban agitaban las banderas con emoción. Después del “¡Viva México!”, Andrés Manuel López Obrador se retiró del templete, despidiéndose de ese pueblo que lo eligió con poco más de 30 millones de votos, y al que se comprometió a no fallarle. Mientras, la voz de Regina Orozco retumbaba en todo el Zócalo, reiniciando el Festival Cultural, la bandera de México ondeaba en lo alto del asta, con el cielo ya negro de fondo.
Imagen de portada: © Santiago Arau
Imágenes en texto: © Irma Gallo