Contrario a lo que muchos creen, la animación puede ser el escenario perfecto para tratar temas serios de una forma más amplia
Ciudad de México (N22/Fernando Salinas).- El planeta ha sufrido el embate de la guerra desde hace más de 4 mil 500 años, ubicando el primer conflicto en Mesopotamia, de acuerdo con registros encontrados de los enfrentamientos entre las ciudades sumerias Lagash y Umma. La guerra por sí misma ha cambiado el mundo, ha puesto en juego el destino de una nación y, por supuesto, ha terminado con millones de vidas a lo largo del planeta. Estos conflictos bélicos no se quedan en los libros de historia, han superado la barrera transmedia a partir de la ficción en distintos formatos, uno de ellos, la animación. Y es que, aunque el tema sea el mismo, la perspectiva y el acercamiento a la guerra pueden tener muchos tratamientos.
En este rincón del mundo (Kono Sekai no katasumi ni, 2016)
Suzu, la protagonista de esta historia, es una joven japonesa que vive su niñez de forma modesta y sueña con convertirse en una dibujante. Al crecer, Suzu tendrá que aceptar su destino y casarse como lo había acordado su familia. Esta historia que en un primer acercamiento puede parecer sosa y aburrida, cambia al hablar del eje que la motiva: la Segunda Guerra Mundial. Este lamentable hecho que trajo consigo dos bombardeos y la muerte de cientos de miles de personas en las islas de Hiroshima y Nagasaki es presentado en pantalla a partir de la aproximación de Sunao Katabuchi, director de la cinta. El realizador hizo labor de investigación para replicar, no solo el sentir de una nación en apuros, también los sonidos, locaciones y datos históricos vertidos en su trabajo.
El ánimo de la película oscila entre risas y lágrimas, por eso, aunque es evidente que el ambiente es tenso por la invasión, Suzu se olvida del miedo y encuentra lo bello en los aviones y barcos preparados para atacar, por lo menos antes de tener una pérdida que la hace deprimirse, madurar y cambiar su visión de la vida. Este trabajo que bien se puede catalogar como una obra maestra por todas sus virtudes, sabe manejar los contrastes a su favor, algunas veces tomándonos por sorpresa ante la crudeza de la guerra.
Japón es un país que logró salir adelante después de un largo proceso de reconstrucción tras la segunda guerra mundial; sin embargo, la cicatriz, consecuencia de una herida de tal magnitud es imposible de olvidar. Por esta razón, la guerra se ha vuelto un tema recurrente en las obras de aquel país. Estudios Ghibli, considerada por muchos como la máxima casa de animación japonesa, ha abordado este tema en varias ocasiones, dejándolo implícito en obras como La tumba de las luciérnagas y Se levanta el viento.
La tumba de las luciérnagas (Hotaru no Haka, 1988)
La impresión del nacionalismo y el dolor heredado siguen vivos en la película de Isao Takahata. En abril de 1988 la cinta fue estrenada el mismo día que Mi vecino Totoro de Hayao Miyazaki, se dice que aunque ambos trabajos se encuentran justo al límite de lo opuesto, las dos forman una sola película con motivaciones similares. Y es que, La tumba de las luciérnagas pone en pantalla una manifestación de hermandad en su máxima expresión, una oda al dolor y al sacrificio durante la segunda guerra mundial. Una lucha de supervivencia en la que los hermanos Seita (de 14 años) y su hermana Setsuko (de 5 años) huyen de los bombardeos y deambulan en busca de alimento y un lugar seguro. Una historia hecha para mover el corazón de japoneses y fanáticos de la animación en todo el mundo.
Se levanta el viento (Kaze tachinu, 2013)
Cuando Hayao Miyazaki anunció su retiro se dijo que esta sería su última película, promesa que afortunadamente rompió con el paso de los años. En el trabajo de Miyazaki la guerra ha sido visto como un absurdo que genera más dolor, esto queda claro desde Nausicaä y lo reafirma con La princesa Mononoke y El castillo vagabundo. Su visión en contra de la carrera armamentista quedó clara cuando decidió declinar su invitación a recibir el Óscar a la mejor película de animación por El viaje de Chihiro,. Sobre esto, el director comentó que no acudiría a un país que está bombardeando a Irak. Sin embargo, con Se levanta el viento, hubo una contradicción, el tema central es el desarrollo de nuevas tecnologías para la guerra en Japón, de hecho, esta obra es más un homenaje a Jiro Horikoshi, ingeniero aeronáutico que diseñó el avión de combate Zero, vehículo armado que formó parte del escuadrón de ataque en Pearl Harbor durante la Segunda Guerra Mundial. Desde el principio se muestra de forma positiva el ideal de Hiro de surcar los aires, un sueño que poco a poco se vuelve realidad con esfuerzo y dedicación. Aunque hay un claro cuestionamiento sobre su labor de diseñar una máquina para matar, la narrativa se refugia en la posición tras bambalinas y no como el papel de un genocida. Finalmente, Jiro sólo está cumpliendo su sueño: crear un vehículo que lo lleve por el aire.
El eje crítico no se queda únicamente en Japón, producciones de otros países han visto la luz. Y aunque al principio la animación era una herramienta de alienar la mente de los opositores y erigir el orgullo estadounidense como país dominante. Lo cierto es que, con el paso de los años se han abordado temas como la rebelión y el periodismo muy aparte de exponer la destrucción que la guerra lleva a su paso.
Cuando el viento sopla (When the wind blows, 1986)
Este trabajo basado en la novela gráfica de Raymond Briggs, nos ubica en Inglaterra, donde Jim y Hilda Bloggs viven con paz y tranquilidad. De la misma forma que En este rincón del mundo, la narrativa parte del día a día a la estrepitosa realidad de la guerra, en este caso, un ataque nuclear en Reino Unido de parte de la Unión Soviética. Una tragedia bellamente ilustrada con dibujos hechos a mano combinados con stop motion.
Persépolis (2007)
El monocromo es un recurso que marca contrastes en escala de grises, esta técnica es aprovechada en Persépolis, película francesa basada en la novela de Marjane Satrapi. En el filme acompañamos a una niña iraní que llega al hartazgo y se rebela contra el sistema durante la Revolución Islámica y durante la guerra entre Irak e Irán. La aproximación a estos temas geopolíticos llama la atención porque lo vemos a partir de los ojos de una niña que, en un ambiente lleno de restricciones, es influenciada por occidente y decide romper los límites que se le han impuesto. Esta obra que de hecho, es la historia de vida de Marjane Satrapi, recibió el premio del jurado en el marco del Festival de Cannes 2007
Un día más con vida (Another day of life, 2017)
Raúl de la Fuente y Damian Nenow, directores de nacionalidad española y polaca respectivamente, toman como inspiración la novela de Ryszard Kapuściński, que comparte nombre con el filme. A primera vista, la animación es regular, sin textura, movimientos erráticos sin corregir y sobre todo, sin alma por los diseños burdos trabajados a partir del rotoscopio que trata de emular los dibujos de los cómics. Dejando de lado este trago amargo, la película destaca por su acercamiento histórico y con una visión crónica de lo que vivió Kapuściński durante la descolonización portuguesa en Angola.
La película se vale de fragmentos de la vida real en la que sobrevivientes comparten sus vivencias durante este oscuro suceso. El protagonista raya en el cliché del héroe de acción que sale avante de toda situación, sin embargo, resalta su labor como periodista y las peripecias que vivió en Angola,en plena Guerra Fría.
El cine de animación ha demostrado que contrario a lo que muchos creen, puede ser el escenario perfecto para tratar temas serios de una forma más amplia y con un enfoque creativo. Pero sobre todo, que actualmente la asociación entre los dibujos animados y lo infantil es una falacia.