Desde el domingo 4 de noviembre parte de la Caravana Migrante arribó a la Ciudad de México, una estación de paso en su camino hacia la frontera norte, para algunos un sueño, para otros una necesidad
Ciudad de México (N22/Alizbeth Mercado).- Hace mucho que no sabemos cómo se debe marcar para hacer una llamada a Estados Unidos. David Estrosa preguntó cómo hacerlo y no supimos qué decir. Él es un joven hondureño de 19 años al que un primo espera en ese país. Es parte de los 4 mil 500 migrantes que han llegado a descansar al Estadio Jesús Martínez Palillo de Ciudad Deportiva, en la Ciudad de México. Viaja solo, en su país se quedaron la tía que lo crió y su mamá. “Si me voy es por unos diez años. Allá hay trabajo pero no hay un futuro mejor para uno (…) si llego [a los Estados Unidos] quiero ahorrar e irme de vuelta porque no puedo dejar a la familia sola aún”.
Después de esta parada, David tomará un camión hacia Monterrey, por eso quiere llamarle al primo que irá por él. Para David, migrar no es el “sueño americano” como para Denis Alberto de la Cruz de 31 años, quien salió de Guatemala y se sumó a la Caravana Migrante que salió de Honduras el 12 de octubre pasado. “Bueno, en Guatemala no está tan duro como los hondureños dicen que está en su país, pero mi ilusión siempre ha sido ir a Estados Unidos y ya que de México se hablan muchas cosas tras el transcurso, si uno quiere pasarlo a pie para que no le salga tan caro, pero está la migración, los federales, eso es ‘bonito’, ya que lo agarren los grupos criminales ya es más duro, por lo mismo no había pensado en cruzar pero cuando se dio la oportunidad, vi en televisión en casa, que venía la Caravana de hondureños y me decidí unirme, los alcancé en Huixtla. No le dije a mi familia, sólo agarré dinero que tenía y me vine.”
Denis busca, además de una oportunidad laboral, reencontrarse con su mamá en Estados Unidos quien vive allá desde que él tenía cuatro años, su ilusión es ayudarle económicamente, aunque ella tiene miedo de que cruce la frontera. El paso por México, dice que le resulta muy distinto a como lo vió en televisión, “no estoy acostumbrado a dormir así, los primeros días sí me afectó demasiado, pero lo voy asimilando. Al llegar a la frontera trabajaré ahí, dejo que se apacigüen las aguas y cruzo”. En Guatemala trabaja como pescador artesanal de agua dulce.
Mientras descansa en las gradas del estadio, conserva una libreta y una pluma de color azul, “pensé estar escribiendo, pero son muchos pueblos que hemos visitado y no carga uno el cerebro para tanta cosa, lo que uno busca cuando llega a un lugar es ver dónde come, descansar, ver dónde hay baños, es difícil […] estaba pensando hacer un diario, pero es duro”. Sin embargo, la libreta no está vacía, a David le gusta dibujar y lo ha hecho en el trayecto “pero acá no hay nada bonito que dibujar, más que carpas”.
Las miradas de los migrantes se encuentran en estado de alerta constante, parece que son, o han aprendido, a ser muy observadores, algunos tienen la mirada curiosa y otros decida, algunos un tanto reflexivos como José Larios de 40 años, quien vende cigarros para no quedarse sin dinero en el trayecto, salió de Honduras con 500 lempiras (equivalentes a 405 pesos mexicanos o 20.5 dólares) que ya se le acabaron, pero una parte la destino para comprar los cigarros. “Si compro 100 cigarrillos, gano 100 pesos”. Lo obtenido es para él y su hija de 17 años “vengo cuidándola, a esto me dedico sólo un rato y después me voy para dónde está ella.”
Ellos también salieron por la delincuencia “uno no puede vivir allá; decididos a no regresar y a darle pa’arriba, ojalá el presidente de Estados Unidos de el permiso para entrar […] Guatemala y México nos han dado ropa, comida, todo, nos sentimos contentos porque ya llegamos a la Ciudad de México, nos sentimos cansados pero siempre queremos seguir para delante.”
La mayoría de los migrantes que he encontrado al paso son jóvenes, y muchas mujeres, algunas acompañadas de algún familiar como el caso de Karen Lizeth Pérez de 27 años, quien se lesionó la rodilla por la caminata, pero eso no ha detenido su paso. “Nos ha tocado muy duro el camino, pero ahí vamos, no nos podemos quejar y Dios de la mano de él vamos. Nos han recibido en lugares y no hay queja alguna. Es bien difícil salir, fue de un día para otro. Yo me gradué en el 2010, dejé papeles y nunca se dio la oportunidad, sólo tuve dos trabajos temporales y bueno, de ahí a esta manera de que dijeron ‘ahí va la Caravana’ dijimos pues vámonos a probar suerte” Ella se graduó como bachiller técnico en computación.
A propósito del riesgo que las mujeres corren, Karen dice que sí le da miedo, pero depende de la persona que las acompañe, quienes no están solas, “con él [su marido] me siento muy segura, no me deja botada en ningún momento, porque he visto mujeres que los esposos las dejan botadas con niños y todo, y cualquier hombre te dice cosas y es mejor seguir el camino, no demostrar miedo porque si lo demuestras más te quieren intimidar.”
De acuerdo con datos de la organización Migration Policy, sólo de El Salvador, hay 54.3% de migrantes hombres entre 35 y 39 años y 45.7% de mujeres en el mismo rango de edad, que es el más frecuente. Datos de la Secretaría de Gobernación de 2016 contabilizaron que ese año, 39 mil 593 mujeres migrantes de América Central fueron detenidas.
¿Por qué decidiste salir? es una pregunta que puede resultar compleja pues muchos de ellos no “decidieron”, se vieron forzados a dejar su país su por la violencia y la falta de oportunidades laborales. Isabella tiene 20 años y es de Guatemala. Viene con su esposo y se unió a la Caravana en Chiapas, donde, contó, fueron perseguidos por la policía, aunque a su paso ha encontrado “más gente buena que mala”. “Es que no es tomarla (la decisión), a mí y a mi esposo, yo trabjo en una guardería y mi esposo en una fábrica de maquiladoras. nos amenazaron los sicarios, porque son puras cuotas, si no pagas se desquitan con uno que es trabajador y uno qué culpa tiene.”
De acuerdo con Gabriel Lesser y Jeanne Batalova del Migration Policy Institute, “en 2015, aproximadamente 3.4 millones de centroamericanos residían en los Estados Unidos, representando el 8% de los 43.3 millones de inmigrantes en el país. 85% de los centroamericanos en Estados Unidos eran del Triángulo Norte, formado por El Salvador, Guatemala y Honduras.”
La CEPAL dice que “Estados Unidos constituye el principal país receptor de la emigración mexicana y centroamericana. Hacia el año 2015, el 97% de los emigrantes mexicanos (12.1 millones) y el 78% de los centroamericanos (3.13 millones) residían en Estados Unidos. Para 2017 (…) la población residente en este país había crecido en más de un 35% acumulado”.
“Me siento algo feliz porque ya avanzamos un poco, ya estamos acá en México que es lo que queríamos. Nosotros los centroamericanos queríamos avanzar a México para la frontera, porque allá en nuestro país está bien duro, allá en Guatemala, en Honduras, en El Salvador no se puede vivir, hay mucha delincuencia, mucha corrupción hay allá”, nos dijo Isabella.
Aunque varios de los casos que presentamos tomarán a México como un lugar para darse un descanso no sólo físico, sino laboral, el propósito es cruzar la frontera norte para modificar su vida. No supimos si David logró marcar pero, sin duda, es tan significativa la brecha de esta acción (buscar en Google o preguntar cómo marcar a Estados Unidos) para un migrante que sólo tiene el teléfono de su primo en la memoria como única cifra que le puede dar esperanza de seguir avanzando, mientras que nosotros seguimos en nuestra cotidianidad.
Imagen: EFE