“Nación Asesina”

La cinta de Sam Levinson se estrena este 12 de octubre: ¿una crítica a la sociedad moderna hipercomunicada e hiper visibilizada o sólo un comentario superficial prejuiciado?

Ciudad de México (N22/Fernando Salinas).- Desde los primeros minutos, Nación asesina nos deja en claro que en la película habrá de todo, de manera literal nos advierte lo que veremos, casi como si se tratara de una invitación morbosa a quedarnos en nuestros asientos con un mensaje inverso. Y es que, el filme no es más ni menos que una comedia de humor negro con un evidente mensaje aleccionador, un sentimiento de culpa que puede convertirse poco a poco en burla, en risas, en una batalla de fuego contra fuego.

La historia nos ubica en la vida de Lily Coulson y su grupo de amigas que buscan triunfar, enamorarse y mantener su estatus de chicas populares. Algo así como una versión contemporánea de Chicas pesadas. Sin embargo, poco a poco, la película evoluciona, todo se vuelve más mordaz, más gráfico, más crítico. La privacidad o mejor dicho la falta de, es el eje que motiva los conflictos existenciales de la comunidad de Salem, lugar en el que se desarrolla la historia y, cabe mencionar, sirve como una alegoría a la cacería de brujas que sucederá más adelante: sexting, discriminación, machismo, transfobia, todo tipo de prejuicios y sobre todo: el derrumbe de la barrera entre lo público y lo privado.

Y aunque se trate de ficción, las grandes bases de datos y registros son una realidad, la huella digital es perpetua y el hecho es que, todo lo que se hace en Internet se queda en Internet para siempre. Detalles escabrosos de un alter ego que, si salen a flote, pueden destruir la reputación de cualquiera y eso, es justo el conflicto de la trama.

Arrepentimientos y descalificaciones se quedan como rumores a voces hasta que un hacker, sin motivación aparente, decide ventilar los secretos de un político intachable. Enseguida, otro representante de la paz y armonía en la comunidad es señalado. La necesidad de encontrar un culpable es más que necesaria, sobre todo porque el siguiente movimiento del hacker es mucho más ambicioso.

A partir de aquí comienza una cacería de brujas y acusaciones que, de hecho, son la justificación para designar un culpable. En este punto muchos personajes se empiezan a quebrar, especialmente nuestra protagonista que al final sufre una transformación.

Cerca de la parte conclusiva, Nación Asesina se convierte en un chiste, la pizca de realidad que intenta sobrevivir es cambiada por cucharadas de exageración tan rápido que es difícil darse cuenta de la transición. Literalmente, todo ocurre en función del lema “el fin justifica los medios”.

A pesar de eso, la ironía se mantiene y no deja morir la trama, que, aunque desde el principio critica el estilo de vida norteamericano, no deja de lado el ambiente perturbador, ultraviolento y absurdo que tanto gusta a los fanáticos del cine basura.

Aunque suene a contradicción, la película tiene su encanto. Durante su desarrollo mantiene un ritmo ágil. La iluminación, los encuadres y los juegos de cámara se disfrutan al grado de ganarse nuestra total atención. Sus debilidades, por otro lado, se notan desde el principio. Aunque inclusivos, sus personajes se construyen a partir de un molde y espera cumplir con la cuota de diversidad, sobre todo al final con una forzada alianza feminista. Situación que evidencia su falta de profundidad e incluso los hace sentirse algo huecos.

Al final, Nación Asesina cumple, es entretenida y transgresora, pero deja en tela de juicio si pretende heredar una moraleja al espectador o se mofa de la figura del llamado Social Justice Warrior (término peyorativo para denominar a quienes promueven visiones socialmente progresistas en redes sociales).