Objeto de arte inmaterial, el género cuestiona el estado del arte y sus propios procesos además de replantear, constantemente, el rol del artista y del espectador
Coreografías: Maria Hassabi / Mårten Spångberg / © PJ Rountree
Ciudad de México (N22/Ana León).- El performance es “una estructura mental y física” como lo ha definido la autodenominada abuela del género, Marina Abramović, pero es también algo que sucede más allá de algo que se puede ver, que se exhibe. Sin embargo, desde hace ya un par de años atrás, el performance ocupa las salas de galerías, museos y ferias de arte pues, como la misma Abramović señala , “cuando se logra la experiencia los objetos pueden dejar de utilizarse”. En esta misma línea de pensamiento es que el performer inglés Tino Sehgal rechaza este nombre, el de “performance”, y prefiere utilizar el término “situaciones construidas” para nombrar su trabajo. El término, hace una referencia directa al manifiesto situacionista de Guy Debord, “construir momentos que provoquen que el espectador abandone su pasividad”.
El género se vuelve un instante a la venta, pero también una disciplina que demanda una reacción del espectador. A ratos radical a ratos un producto más de consumo, las discrepancias respecto a su concepción continúan. Para Sehgal, por ejemplo, el espectador tiene que estar siempre en el centro, como declaró en una entrevista con El País, mientras que para la coreógrafa e historiadora del arte, Dragana Alfirević , esta exigencia es un “tic del consumismo”, y para la crítica Jasmina Založnik, el performance se ha convertido en una de las disciplinas “que reproducen en el mundo del arte las relaciones laborales del capitalismo avanzado”, como escribió en la edición 92 de la revista La Tempestad. Pero también, se ha articulado como un medio para reflexionar y construir una crítica respecto al estado del arte, de la producción y del trabajo (“inmaterial”). Para hablar de la disciplina charlamos con Michelangelo Miccolis, el curador de Inmaterial, el programa de performance de la feria de arte Material que en su edición de este año, que se llevó a cabo los primeros días de febrero, y que incluyó obras de los coreógrafos Maria Hassabi (Chipre) y Mårten Spångberg (Suecia).
Si bien este es el segundo año que sucede, ¿a qué inquietudes responde la introducción de un programa de performance en una feria de arte?
No sé si pueda hablar de inquietudes pero seguramente de una urgencia respecto al estado actual del objeto inmaterial, como metáfora de todas esas prácticas que se desarrollan por diferentes medios y que no necesariamente finalizan en algo tangible. El programa de la feria Material tiene, de por sí, la función de introducir una plataforma para la presentación de obras en vivo que en México se han llevado a cabo de forma intermitente y poco puntual. El tentativo de Immaterial es intentar llenar un hueco y traer una selección de obras de artistas nacionales e internacionales que han recibido gran visibilidad en el extranjero.
En un presente dominado por la inmediatez ¿es una especie de respuesta a la impermanencia de las cosas que el performance haya tomado un lugar relevante dentro de los espacios de exhibición que estaban destinados al objeto material, incluidas ferias de arte?
Más que nada, creo que es un síntoma relacionado al constante y necesario cuestionamiento del rol del artista. La forma en que nos movemos hoy día, dialogamos y colaboramos está formando un nuevo aparato de referencia, de formatos efímeros, digamos, que silenciosamente y quizá en una escala aún relativa (si consideramos que la mayoría de los recursos de los grandes museos e instituciones siguen privilegiando una lógica de conservación y no de producción) se está haciendo notar. Lo que está provocando el performance es reconsiderar el rol mismo del museo como espacio de exposición. Finalmente lo que estamos viendo en estos lugares, en apariencia, no es tan diferente de lo que fuimos testigos en teatros o happenings durante los últimos cincuenta años. Lo que está cambiando más bien es la forma de presentación, que un lugar que nació como “agregador” social de individualidades, ahora abra la posibilidad a un espacio que sea de contemplación y producción colectiva. Lo que estamos viendo a nivel global de parte de grandes instituciones de incluir arte vivo en sus programas es muy prometedor pero todavía no se ha dado realmente una arena democrática y continua de presentación.
¿Es el performance una herramienta o vía más eficaz para analizar o criticar la realidad por ésta misma naturaleza de lo efímero y lo inmediato y por el diálogo directo que entabla con el espectador quitándole este papel y convirtiéndolo en parte de esta obra de arte vivencial como sucedía en los solos de Staging, la pieza de Hassabi?
No diría que el performance es la respuesta más eficaz, pero sin duda parece desencadenar un cambio en el público e inevitablemente descolocarlo. De alguna forma el espectador está forzado a tomar algún tipo de posición, también si ésta acaba siendo total indiferencia. La inmediatez de la que hablas es algo que yo definiría más bien un encuentro. Los solos de Staging rechazan una idea de narrativa. Citando a Maria Hassabi, “el interés primario es simplemente trabajar con imágenes, que podríamos decir es lo más convencional que se pueda pensar”, pero lo que ocurre con Staging, y es ahí creo donde proviene la fascinación de gran parte del público, es que derroca la relación con el objeto mirado, porque la herramienta usada en este caso es un cuerpo real, con una mirada hacia ti. En eso no hay ninguna provocación de por sí, pero lo que sucede es que esa mirada nos vuelve de pronto vulnerables, en cuanto seres humanos. El trabajo y el talento del performer se inserta en esta área de indeterminación donde el papel no es tanto mostrarse, sino más bien ser un puente entre la obra y tú, espectador.
¿Qué puertas de análisis o ventanas de comunicación permite abrir la introducción de performance en una feria de arte, donde el objeto, lo creado, y su aparente trascendencia en el tiempo y el espacio (se venden las obras) llevan el rol principal?
Personalmente, creo que es fundamental que este tipo de programas se presenten dentro de una feria (hay siempre más ejemplos a nivel global, a partir del programa Live de Frieze), donde se establece el valor real y económico de una obra de arte. Si lo que hacemos es simplemente promover la presentación del performance pero sin sostener la real producción de una práctica, y sin entender que los artistas necesitan otro tipo de apoyo, sostenible y duradero, lo que se propone es establecer una nueva economía alternativa y paralela. Realmente hay que entender cómo estas prácticas pueden circular en el mercado, al mismo nivel y, repito, de forma democrática.
Sin embargo, ¿qué sucede cuando en proyectos como los que viene realizando el inglés Tino Sehgal, se venden situaciones y momentos a coleccionistas?
Lo que sucede es que se ponen en discusión los protocolos de venta, conservacion y distribucion de la obra. Finalmente lo que se propone no es un modelo disruptivo ni provocativo sino simplemente una nueva forma de pensar el aparato expositivo como un espacio de producción o de ocupación. Ha habido ejemplos concretos durante los últimos diez años, principalmente en bienales que cumplen con los tiempos de presentación de un museo convencional, que han demostrado que esto es definitivamente posible y consistente en la durabilidad de la propuesta. Se podría pensar como uno de los ejemplos más puntuales y quizá menos obvio, el Pabellón de España en la Bienal de Venecia de 2011, con el proyecto Lo Inadecuado de Dora García.
Frente a la sobreproducción de objetos Sehgal lanza esta hipótesis: “la danza transforma acciones para llegar a un producto u obra que se produce y se deja de producir al mismo tiempo”, frente a esta sobreproducción el performance avista el futuro de las ferias: ¿la exhibición y venta de instantes?
Personalmente, lo deseo mucho, pero es muy pronto para poder traer ese tipo de conclusiones. Por lo que se refiere a Tino, con el que yo mismo sigo trabajando desde hace años (justo en estos días para la exposición en los nuevos espacios de OGR, en Turín) lo que propone él es un modelo alternativo que se aplica a él personalmente, pero que no necesariamente es satisfactorio para todos. Lo que pienso es que seguimos en una fase de larga transición al respecto. El mismo rol que asumo yo es algo parecido al de un “cambiaformas”. Soy performer de formación y trabajo con diferentes artistas como coordinador de exposiciones time-based. Para Immaterial, hasta la fecha, he trabajado más bien como productor, que como curador. Esto quiere decir que el cuidado mismo al trabajo y a la presentación de estas obras no se han dado siguiendo un protocolo curatorial convencional. Yo mismo he sido responsable de la activación de la mayoría de los trabajos durante la primera edición del programa (que contaba también con un estand de una galería inmaterial, tanto como performer y como coordinador. Mi mismo trabajo se encuentra en una fase de indefinición ya que los museos cuentan con equipos de curadores principalmente de formación académica, así que el tema es realmente extenso y toca áreas que van más allá del momento efímero al que nos referimos.