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El filme de los franceses Agnès Varda (cineasta) y JR (fotógrafo), reflexiona sobre la relación de estos conceptos en el presente, además de la construcción de la memoria y el paso del tiempo
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Ciudad de México (N22/Ana León).- “Nos permitimos imaginar cosas y le preguntamos a la gente: ¿podemos mostrar nuestra imaginación en su territorio?”. Esta pregunta, palabras da Agnès Varda (Bélgica, 1928), podría parecer el inicio de una aventura pero en realidad es el fin, el fin de un encuentro entre la cineasta –pionera del cine hecho por mujeres y de la llamada Nueva Ola– y el fotógrafo callejero, JR (París, 1983), quienes se embarcaron en una investigación por el campo y algunos pueblos franceses para narrar historias con imágenes dentro de otras imágenes. Las de Agnès, imágenes en movimiento y las de JR, estampas efímeras que no resistirán el paso del tiempo.
La narrativa de este documental, aunque parece sencilla, construye un relato sobre la relación entre la imagen, el cuerpo y la palabra. Varda recuerda su trabajo como cineasta, su amistad con Jean Luc-Godard –a quien JR le recuerda constantemente– y las historias que se pueden contar a través de las imágenes, es decir, sin hacerlo de manera explícita, se pregunta constantemente, ¿qué hay más allá de una imagen?, ¿de qué está hecha?
Por otro lado, JR, de manera efímera, da forma a una poética de la presencia, del presente. El pasado, en el quehacer de este fotógrafo, sirve como lienzo de las imágenes del presente que no trascenderán en el tiempo por la naturaleza de su material: el papel, pero que desde su particular mirada y estética –el gran formato en blanco y negro–, nos pregunta: ¿qué es lo que vemos?, ¿qué es lo que nos mira?
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En Rostros y lugares, nombre de este documental que forma parte de la 64 Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional y del Festival Ambulante, y que se exhibirá en salas comerciales a partir del 20 de abril, hay reminiscencias del cine de la Nueva Ola, y en específico de Godard, como se puede suponer; guiños a Elogio del amor (2007), en el ritmo de los diálogos y en la construcción de algunos planos. Más allá de eso, el filme nos invita a reflexionar sobre el paso del tiempo y la importancia de la memoria, desde algo tan obvio como la amistad entre Varda y JR, y sobre lo que queda plasmado en las imágenes, aquello que vio la cámara, pero, también, aquello que quedó fuera de la lente.
¿Desde qué lugar se evoca a una persona o qué persona evoca un lugar? ¿Desde dónde se cuenta una historia y qué se recuerda de ella? ¿Hasta dónde puede una imagen? Dice Pierre Fédida, el psicoanalista francés: “Diríamos entonces que lo que llamamos imagen es, por un instante, el efecto que produce el lenguaje en su brusco ensordecimiento. Saber esto implicaría saber que, en la crítica estética tanto como en el psicoanálisis, la imagen es detener el lenguaje, el instante abismal de la palabra.”
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