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Con esta idea en mente, que los libros salvan vidas, la periodista y escritora libanesa participa en el encuentro Puebla, capital de lectura
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Imagen: Joumana Haddad. © Isabella De Maddalena
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Ciudad de México (N22/Víctor Gaspar).- Joumana Haddad es una periodista, activista y escritora de origen libanés que participa en el encuentro Puebla, capital de lectura, organizado por la Secretaría de Cultura. Su intervención está conducida por la premisa de que los libros salvan vidas.
¿Cómo inicia en el periodismo?
He iniciado en el periodismo en 1997. Trabajaba como gerente de ventas y me sentía muy miserable. Entonces ya que escribo desde que tengo doce años, pensé que sería bueno para mí empezar con la traducción en un periódico. Ellos tenían ese puesto disponible y después de tres años me volví una periodista cultural; después de siete años se decidió que yo fuera la responsable de las páginas culturales del periódico.
Una periodista cultural que habla siete idiomas, según entiendo.
Sí
Se ha acercado no sólo a la gente que habla estas lenguas sino a quienes la llevan a su máxima expresión. Me refiero concretamente a las entrevistas que ha realizado, desde Mario Vargas Llosa hasta Umberto Eco; Yves Bonnefoy, el poeta francés, y una multiplicidad. ¿Cómo le ha portado la literatura y la visión de cada uno de estos autores a su labor tanto como activista así como periodista y escritora?
Todos eran escritores que me han ayudado durante mi infancia, adolescencia y juventud a soportar la realidad difícil que vivía. Ha sido mi sueño encontrarlos. Y cuando le propuse a mi director hacer estas entrevistas me dijo: pero ¿cómo lo vas a hacer? ¿Vas a viajar a encontrarlos? No podemos pagarte esos viajes. Empecé con una entrevista con Paul Auster, el americano, sobre el teléfono. Con la entrevista tuve tal éxito que el director me dijo: te vamos a pagar los viajes y a encontrar a esos escritores.
Esta posibilidad de hablar con ellos y también de tener contacto casi permanente con ellos después, porque se volvieron un poco como amigos o mentores, me ha dado esta fuerza a la fe que tengo de que de verdad la literatura es el único modo que tenemos, casi el único que tenemos, para luchar contra el miedo, contra la intolerancia, contra la injusticia.
Mató a Sherezada y también dice que Superman es árabe…
Pienso que es mexicano también.
¿Por qué?
Porque el machismo continúa existiendo en todo el mundo. Sé que sufrimos muchísimo de las normas patriarcales en el mundo árabe. Cuando publiqué este libro (Yo maté a Sherezade, 2011), que ha sido publicado en varias lenguas, muchas mujeres me han escrito, y muchos hombres también, de lugares diferentes de América Latina, para decirme que hay mucho Superman aquí también. Lo podemos notar, por ejemplo, con el problema de feminicidios que sigue existiendo en México y en América Latina. Yo pienso que es un problema, ante todo, de educación porque continuamos, aun cuando sufrimos como mujeres de ese machismo, continuamos educando a nuestros hijos como si fueran reyes del mundo y a nuestras hijas como un ser accesorio al hombre, como seres menos importantes. Claro, sin generalizar, hay excepciones. Eso es lo que tiene que cambiar. Tenemos que enseñar a los niños el respeto hacia la mujer, no como cuerpo, como objeto, sino también como cerebro, como capacidades, y que la mujer puede ser un socio muy importante en la vida. También tenemos que enseñar a nuestras niñas la fe en sí mismas, porque sin esa fe continuarán teniendo ese miedo, el miedo de no ser suficiente.
También está la parte, dentro de las muchas que se pueden abordar en torno a la mujer, la parte del cuerpo y una potencia que le es inherente, que es la potencia erótica. Ha explorado esta senda a través de una revista —especializada en literatura y las artes del cuerpo—, ¿qué descubrimientos y qué aperturas ha encontrado en el mundo árabe, el mundo del Líbano?
Cuando empecé a publicar mi revista que se llama Jasad, quiere decir cuerpo en árabe, claro que ha sido muy controvertida porque todos los temas relacionados al cuerpo en el mundo árabe, como puedes imaginar, son tabú. Ha sido un gran desafío hablar no sólo del poder erótico del cuerpo sino también de la violencia que imponemos con el cuerpo o al cuerpo. Fue muy importante para mí abordar este tema con la literatura y con el arte, porque hay arte erótico y literatura erótica en el mundo árabe, en nuestra herencia que, poco a poco hemos olvidado o hemos querido olvidar. Yo empecé a reinventar ese lenguaje, ese vocabulario un poco olvidado, temido también, y las reacciones. Había reacciones muy positivas y también había reacciones muy violentas, muy negativas. Pero cuando haces algo que es importante para ti, que es vital, el precio no es nada. Siempre hay un precio que pagar, pero merece la pena.
¿Considera que la construcción que hemos hecho en ese denominado mundo occidental del mundo árabe, es cercana a la realidad o está manipulada?
Yo pienso que la imagen que tenemos los unos de los otros está siempre infestada de clichés. Hay muchos clichés que tenemos del mundo árabe. Del mundo árabe los clichés en occidente son casi divertidos: la mujer sumisa y débil que no tiene ningún control sobre su vida o la mujer muy sensual, una Sherezada con la danza del vientre o algo así.
Hay muchas mujeres que pertenecen a un grupo, a un tercer grupo, el grupo de la mujer poderosa, luchadora, guerrera que está haciendo todo lo que puede hacer para cambiar su situación, para ayudar a otras mujeres, para utilizar su voz y su capacidad de manera que los velos que impiden a otros ver a esa mujer sean cancelados. Siempre hablamos, cuando hablamos de la mujer árabe, del velo, pero los velos son muchos y tienen muchas texturas. No son los más peligrosos, no son físicos. Son los velos de la ignorancia, del miedo del otro, de la discriminación.
¿Considera que Occidente ha visto con amor al mundo árabe? Y se lo planteó en el contexto de las imágenes de inmigrantes sirios que han intentado llegar a Europa para buscar una vida más digna. Esto parece ser una escisión no solamente de índole político o económico sino también ético entre Oriente y Occidente. ¿Cuál es su opinión al respecto?
Pienso que Occidente se ha mostrado muy poco generoso con esa crisis. Líbano tenía ya una situación económica muy difícil antes de la guerra en Siria y nosotros somos cuatro millones de personas y hemos acogido a más de dos millones y medio de refugiados sirios. Cuando veo que un país europeo, rico, con muchas posibilidades, decide sólo aceptar cinco mil refugiados, pienso, que es una injusticia. Esta condescendencia tiene que desaparecer y tenemos que hacer algo para hacerla desaparecer. No puedo imaginar cómo. Sabes que muchos de los que emigran no lo hacen porque lo han elegido, lo hacen porque tienen la necesidad de escapar de una situación casi mortal. Entonces no sé cómo Occidente puede tener, el Occidente rico, puede tener la capacidad de decir no a seres humanos que lo necesitan y continuar hablando al mismo tiempo de igualdad, de democracia, de libertad y de respeto a los derechos humanos.
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