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El premio Nobel de Literatura 1992 se destacó por darle su justa dimensión a la historia y experiencias del pueblo caribeño
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Ciudad de México (N22/Redacción).- El Nobel de Literatura 1992 Derek Walcott falleció esta mañana a la edad de 87 años, en su casa en la isla de Santa Lucía, Barlovento.
Hijo de una profesora de artes de origen afrodescendiente y de un pintor británico, nació en Santa Lucía el 23 de enero de 1930. Cursó sus estudios de licenciatura en la Universidad de West Indies en Jamaica. A los 18 años, hizo su debut con 25 poemas, pero su descubrimiento vino con la colección de poemas, En una noche verde (1962).
Más tarde se mudó a Trinidad y Tobago, lugar en el que fundó el “Taller Trinitario de Teatro”, donde produjo sus primeras obras. En 1981 comenzó a vivir en Estado Unidos y a trabajar en la Universidad de Harvard, posteriormente fue profesor de literatura y composición de la Universidad de Boston.
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“El vocabulario personal, la melodía individuo cuyo metro es la biografía de uno, se une a ese sonido, con un poco de suerte, y el cuerpo se mueve como un caminar, una isla de vigilia.”
Derek Walcott (1930 – 2017)
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En 2011 le fue otorgado el premio T.S. Eliot de Poesía. Fue considerado uno de los más grandes poetas de Caribe por darle su justa dimensión en la mayor parte de sus obras a las experiencias del pueblo caribeño, y su particular mezcla de culturas: africana, inglesa, y holandesa.
Entre sus obras más destacadas se encuentras: Otra vida (1973), Uvas de mar (1976), El reino de la manzana estrellada (1979), El viajero afortunado (1981), Verano (1984), El testamento de Arkansas (1987) y Omeros (1990).
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Sargazos
Esa vela que descansa en la luz,
hastiada de las islas,
una goleta que surca el Caribe
En dirección al hogar, podría ser Odiseo,
camino a casa en el Mar griego;
aquel ansia de padre y esposo
Bajo las arrugadas uvas agrias, es
como aquél adultero que escucha el nombre de Náusica
en el grito de cada gaviota.
Esto no tranquiliza a nadie. La vieja batalla
entre la obsesión y la responsabilidad
no terminará nunca y ha sido la misma
Tanto para el navegante como para el que se retuerce allá en la orilla
sobre sus sandalias al encaminar sus pasos hacia el hogar,
desde que Troya suspiró su última llama,
Y la roca del gigante ciego sacó la batea
de cuyo pozo surgen los grandes hexámetros
que terminan en marejadas exhaustas.
Los clásicos pueden consolar. Más no lo suficiente.
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Imagen principal: The Sunday Times/ © Nigel Parry
Imagen cita: Getty Images
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