Pueblos de la Sierra de Texcoco conservan cosmovisión indígena

CIUDAD DE MÉXICO, México, (N22).- 
Distrito Federal, 02/05/14 (N22).- Para las culturas mesoamericanas, la
observación de la naturaleza fue de vital
importancia, la astronomía jugó un papel fundamental con el análisis de los
astros y de fenómenos como los solsticiales y lunares, aunado a los conocimientos
tanto del entorno como de los sucesos atmosféricos, los
cuales fueron artífices de un pensamiento y de una cosmovisión que a la fecha
perduran.
     Justamente, los fenómenos meteorológicos
aún convocan una ritualidad que data de la época prehispánica en la Sierra de
Texcoco (cumbre superior de la Sierra Nevada que reúne los pueblos de San Juan
Totolapan, San Jerónimo Amanalco, Santa María Tecuanulco, Santa Catarina del
Monte y San Pablo Ixayoc), región nahua que se encuentra a 40 kilómetros al
oriente de la Ciudad de México, cuya cercanía ha generado muchos cambios en sus
costumbres, pero aún conservan en algunas comunidades la lengua y una
cosmovisión esencialmente precolombina.
    
El etnólogo David Lorente y Fernández, investigador de la Dirección de
Etnología y Antropología Social, del Instituto Nacional de Antropología e
Historia (INAH), indaga los sistemas de etnometereología nahua y sus rituales,
personificados en la figura de “los graniceros”.
   
“Se trata de personas que controlan el tiempo atmosférico, conocidas con
el nombre de graniceros; son los intermediarios entre los pobladores de la
comunidad y los seres que traen la lluvia, que producen los rayos y los
fenómenos meteorológicos.  Son personajes
que no son visibles, viven ocultos y por lo mismo, no es fácil acceder a ellos”,
explicó el investigador.
   
En esta región no se celebra ninguna festividad el 21 de marzo con la
supuesta entrada de la primavera. Entre los nahuas tiene lugar un rito muy importante
el 3 de mayo, fecha principal en  su calendario
junto con el 1 de noviembre, el Día de Muertos.
   
“El 3 de mayo es el día que se abre el temporal, y el rito consiste en
hacer una petición a los ahuaques, seres
que controlan los fenómenos atmosféricos, para que traigan las lluvias, y más o
menos coincidiendo con el Día de Muertos, es el cierre del temporal, donde se
agradece que las precipitaciones hayan sido buenas para los cultivos”, dijo.
    
En dicha región se encuentra el Monte Tláloc ─con 4,120 metros de
altitud─ que alberga las ruinas de un santuario prehispánico, en el que, en la
época de los mexicas, se hacían rituales muy importantes al dios de la lluvia
en una fiesta que se llamaba Huey Tozoztli, que tenía lugar alrededor del 29 de
abril de nuestro calendario. En la actualidad, los graniceros siguen haciendo
peticiones de lluvia en los restos de lo que fue el templo, destruido en el
siglo XVI.
    
“A los graniceros  la gente de las
comunidades los define como ‘los que entienden el tiempo’, el cual no tiene el
mismo sentido que conocemos, aunque se refiere a un tiempo atmosférico”.
    
Los orígenes de los graniceros se remontan a la época prehispánica,
donde se ubican dos personajes de los que pudieron surgir: los sacerdotes
oficiales del imperio mexica, y una especie de magos locales de los que no hay
tanta información por varios motivos, entre ellos, porque al Estado imperante
no le gustaba que hubiera una oposición a su dogma.
    
“Hay documentos coloniales que nos permiten saber de la existencia de
graniceros o pregraniceros en otras regiones. Aunque no contamos con registros
escritos de la Sierra de Texcoco, mi tesis es que debieron existir personajes
muy cercanos a ellos en esta región. La memoria oral conserva aspectos
codificados muy importantes de la historia. Las entrevistas con los graniceros
actuales nos revelan que tienen un conocimiento muy antiguo del paisaje y del
sistema de regadío de Texcoco, que raramente lo podrían tener sacerdotes
oficiales que se hubieran desplazado desde la capital mexica para realizar ritos
en la sierra durante la época prehispánica; así pues, podemos hablar
seguramente de la existencia de graniceros ‘prehispánicos’ en Texcoco.
    
“Mediante el golpe de rayo, los graniceros reciben de los espíritus
‘dueños del agua’ el don para conjurar el granizo, retirar los rayos, los
fuertes vientos, los aguaceros y las diferentes clases de nubes que originan
las tormentas: las ‘víboras’ o ‘culebras de agua’ (mexcoatl), oscuras y semejantes a tornados o remolinos descendentes
que arrasan las milpas; las nubes de granizo propiamente dichas, grisáceas y
con el vientre ennegrecido (a las que se refieren con el término tecihuitl, granizo), y las ‘bolas de
nubes’ (mextolontli) generadoras de
tempestades eléctricas.
    
“Los graniceros reciben poderes que les otorgan los ahuaques, los eligen como intermediarios entre los pobladores y el
mundo de estos seres míticos. Cuando las personas ‘tocadas’ se debaten entre la
vida y la muerte, reciben una iniciación cuando duermen. Según la creencia
local, su espíritu, que es como un alma que se puede separar del cuerpo, viaja
al mundo de las divinidades acuáticas, convive con ellas y recibe el
conocimiento”.
    
Además  tienen tres funciones como
puente entre lo divino y terrenal: pedir la lluvia cuando escasea, retirar las
tormentas de granizo y curar a las personas que se han enfermado en los
manantiales, a donde no deben de acudir al mediodía, pues se cree que es la
hora en que comen o hacen su vida los ahuaques.
    
“Son varias las formas en las que realizan su trabajo: salen durante la
tormenta, se colocan debajo de las nubes y, con una palma bendita del Domingo
de Ramos, un crucifijo o a veces los dedos de la propia mano en forma de cruz,
le rezan a las nubes, donde se entiende que están los ahuaques, para pedirles por favor que no granice en los campos que
están cultivados, que lleven su granizo a otro lugar”.
    
De acuerdo al experto, en Tlaxcala, Morelos, Estado de México, parte de
Puebla y de Veracruz todos los lugares tienen sus particularidades, y aunque
existan en ellos graniceros, las concepciones de lo que es el tiempo
atmosférico son completamente diferentes.
    
“Desde la perspectiva de los nahuas, los ahuaques se alimentan de aromas
de ciertas cosas, ellos son una categoría de muertos y son muy agresivos. La
idea local es que, cuando cae granizo en un campo de cultivo, estos seres están
deliberadamente arruinando las semillas para comerse el aroma que se desprende
de la semilla cuando ésta cae al suelo”.
    
Para los ahuaques –explicó
Lorente y Fernández─, el granizo que arrojan a la tierra son semillas, ellos se
alimentan de las mismas, pero cuando empiezan a faltarles es cuando las tiran
para poder hacerse de más.
   
“Esta idea de cómo ven los ahuaques
a las semillas y al granizo domina todas las creencias sobre el clima en
Texcoco; en mis investigaciones no he encontrado una concepción desarrollada de
tal manera y con tanta importancia en ninguna otra región. En otras partes,
como en Morelos, por ejemplo, se acusa una influencia muy fuerte del
catolicismo en los rituales de los graniceros, que entienden los fenómenos
meteorológicos como un combate entre el bien y el mal, concibiendo en términos
muy distintos el sistema de etnometeorología”.
   
Otro ejemplo de cómo los graniceros de Texcoco aprecian los fenómenos
atmosféricos sucede con los rayos que, según ellos, son una especie de látigo
que los ahuaques lanzan contra lo que
se quieren llevar. Con el granizo se llevan el aroma de las semillas, mientras
que con el relámpago se llevan el principio espiritual de un objeto: una casa,
un árbol, un coche, pues para los nahuas todo está vivo, incluso las piedra
tienen alma.
   
“Los ahuaques, que en algún
momento fueron seres humanos, viven en un mundo muy parecido al de las
personas, eso ocurría en la época prehispánica. En la actualidad ocurre algo
semejante, su mundo es una copia del mundo humano, por ello, estos seres
míticos van a necesitar lo que nosotros necesitamos hoy, si les cae un rayo.
Este sistema de creencias les permite a las personas de esas comunidades
entender el porqué de las cosas, por qué el rayo cae en un sitio y no en otro”.
   
En un sistema de filiación mesoamericana indígena, tan elaborado como el
de los nahuas de la Sierra de Texcoco, que pervive en una región tan cercana a
una gran urbe como lo es la Ciudad de México pese a los cambios que supone la
modernización, es interesante saber cómo se transmite ese conocimiento
milenario, cómo pasa de una generación a otra.
   
“Es un conocimiento sobre el que, generalmente, no se puede hablar
abiertamente, como sucede en muchas prácticas de este tipo; la gente tiende a
negarlo, por lo que, después de haber hablado con adultos, platiqué con niños,
a quienes les hice cuestionarios sistemáticos en sus escuelas”, dijo el
investigador del INAH.
    
Los resultados de las encuestas revelaron que los chicos de 12 y 13 años
estaban al corriente del sistema cosmológico en grados sorprendentes, por
ejemplo, podían relatar qué parientes habían enfermado y en qué condiciones.
   
Entre los nahuas, el sistema de parentesco es muy importante. Uno
pensaría que la persona que más les había transmitido historias a los menores
era la mamá, por su cercanía con los infantes, lo cual en este caso era
erróneo, pues en dicha cultura los parientes paternos tienen prioridad sobre
los maternos, y tanto el papá como los tíos pasan más tiempo con los pequeños.
   
“Las historias sobre los graniceros, el clima, el control de los
fenómenos, no se les contaba a los niños como si fuera una advertencia formal, como
ocurriría en la escuela. Las historias aparecían espontáneamente en la vida
cotidiana, por ejemplo, cuando estaban cultivando un terreno que estaba cerca
de un curso de agua o si estaban en el monte y se formaban nubes amenazantes.
Así, los chicos escuchaban las historias como comentarios, y a partir del recuerdo
de las narraciones iban reconstruyendo el modelo”.
     
David Lorente y Fernández agregó que los graniceros están conscientes
del cambio climático, ya que han percibido una alteración meteorológica muy
fuerte durante las últimas cuatro o cinco décadas.
    Lorente y Fernández es autor del  libro La
razzia cósmica: una concepción nahua sobre el clima. Deidades del agua y
graniceros en la Sierra de Texcoco
, publicado por el CIESAS y la Universidad
Iberoamericana en 2011.

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