- El director hispano-mexicano Diego Quemada-Díez quiso contratar a migrantes reales para darle veracidad a esta trama
Comúnmente las películas que abordan el tema de la migración lo hacen de México a Estados Unidos, aunque La jaula de oro se suma a la innumerable lista con esta temática de la migración, no debemos de dejar de prestar atención a la fuerte y aclamada participación que ha tenido en diversos festivales de cine como el realizado en Londres, Chicago y por supuesto Cannes.
Al comienzo uno podría pensar que es capaz de predecir de qué va la historia, Juan, Sara y Samuel adolescentes guatemaltecos salen de su hogar en busca de una oportunidad al otro lado de las fronteras, la mexicana y la estadounidense, para vivir en el país donde existe la promesa de una mejor calidad de vida.
Apenas comienzan el viaje, cuando a ellos se suma un indígena tzotzil al que entienden por nombre «Chauk» y que solamente habla en su lengua natal. Uno como espectador sabe que la esperanza de una ruta fácil es insustentable, sin embargo, nos atreveríamos a apostar que los tres tendrán un final feliz.
Durante 110 minutos en que se desarrolla la película el espectador es consciente de que apenas y parpadea, el ritmo de la edición es preciso e imperceptible, los diálogos son escasos, los paisajes son similares unos con otros, pero deja muy en claro que no usaron una sola locación con distinto tiro de cámara, es lo que atrae de la película, que nos permite conocer esos lugares de los que hemos escuchado tantas historias de una manera más cercana, verídica.
Cada aspecto de la película ha sido tratado cuidadosamente, no hay paso, movimiento, cambio de luz, sonido, silencio, música, palabra, intensión, personaje o detalle que sobre o falte. Es un filme que resulta naturalmente cautivador.
Nacido en Burgos, España y nacionalizado mexicano, Diego Quemada-Díez dirige este largometraje: «la película es un testimonio colectivo de algo que está pasando en nuestra realidad contemporánea. Es una película que se ha hecho gracias a muchísima gente, era un proyecto con el que llevo casi 10 años y llevaba muchos años intentando levantarlo y fue muy complicado, gracias a que encontré a unos productores que tuvieron la capacidad de arriesgar y de decir, ‘le vamos a apostar a un proyecto tan arriesgado como este'».
Sobre el proceso de casting, Diego comentó: «vimos a más de seis mil chicos y chicas, para escogerles a ellos, fue un proceso bastante largo de unos siete meses, muy arriesgado también porque las colonias donde viven ellos son bastante peligrosas. Y accedimos a poder hacer estos castings gracias a los líderes de estas comunidades, gracias a ellos y a muchísimas personas. Como ven, los créditos son larguísimos, porque la película de verdad fue muy compleja. Pero se entrecruzan los sueños de unos y de otros. Es un intercambio».
Inna Payán, Edher Campos y Luis Salinas son los productores ,»nosotros como productores lo que hicimos fue entender lo que estaba buscando el director, había que seguir el instinto del director, quería filmar en locaciones reales, siempre trabajamos con migrantes reales, no actores, era esa la propuesta del director y nosotros la compramos. Si no hubiéramos hecho así las cosas tampoco hubiera quedado la película como quedó. Desde la producción también fue una experiencia de vida».
Mientras en el Festival Internacional de Cine de Morelia se ha colocado como una de las películas favoritas, habrá que ver cuáles son los resultados que se darán a conocer en la clausura del FICM.