Los franciscanos, precursores del humanismo en Tlatelolco

Por
Rafael Cervantes

Distrito Federal, 20/08/13 (N22).- A la
manera de sus antecesores franciscanos durante el siglo XVI, el padre Francisco
Morales –director del Centro de Estudios Franciscanos en Humanidades “Fray
Bernardino de Sahagún” de la Biblioteca Franciscana en Cholula, Puebla–,
convirtió por un momento el auditorio del Centro Cultural Universitario
Tlatelolco en una versión actual del Colegio de la Santa Cruz, en el marco del
ciclo Tlatelolco en el siglo XVI: lugar
de historias y saberes
.
Su
ponencia “Santa Cruz de Tlatelolco, centro de los primeros humanistas
mexicanos” sirvió para despejar varias dudas acerca de las labores de su orden
en la entonces naciente Nueva España. Mientras tanto, los asistentes como si
fueran sus alumnos, tomaban nota de sus explicaciones, quizá igual que aquellos
cien primeros estudiantes indígenas que aquel 6 de enero de 1536 comenzaron a
adentrarse en el estudio del Trivium
y el Quatrivium.
La
labor de los jesuitas como difusores de la cultura y humanistas es de sobra
conocida gracias a personajes como Francisco Xavier Clavigero, sin embargo,
antes de esta conferencia la duda era ¿de qué manera los franciscanos se
relacionaron con el ámbito académico, y por consiguiente, en los profesores de
los indígenas en el Colegio de Tlatelolco? Para ello el sacerdote se remitió al
siglo XIII, en la Edad Media.
La
labor humanista de los franciscanos puede encontrarse en frailes como San
Antonio de Padua y Haymo de Faversham, quienes primero fueron profesores
universitarios y posteriormente decidieron incorporarse a la orden. La
producción de obras también se remonta a esa época gracias a religiosos que además
fueron exploradores, como Juan de Pian del Carpine y Guillermo de Rubruck, que
combinaron el estudio misionero-universitario y lo reflejaron en Historia Mongolorum e Itinerarium, respectivamente, producto
de sus viajes a China y Mongolia.
Esta
tradición humanista tendría un impacto siglos más tarde en la Nueva España,
cuando en 1523 llegan los tres primeros franciscanos, que eran de origen
flamenco: Juan de Tecto, Juan de Agora y Pedro de Gante. Ante las dificultades
que resultaban de trabajar en esa capital que transitaba de ser Tenochtitlan a
la Ciudad de México, deciden mudarse a Tezcoco, donde Gante aprende la lengua
náhuatl.
El
hablar pausado del franciscano Morales no distrajo la atención del público,
mucho menos le pareció aburrido o arrullador cuando explicó la magna tarea que
realizaron los tres frailes, quienes comenzaron a evangelizar a los nativos a
través de sus propios canales de comunicación, en este caso la escritura ideográfica
practicada en los códices prehispánicos, que sirvió para dar a conocer Per signum sanctae crucis (Por la señal
de la santa cruz) y Pater noster
(Padre nuestro).
El
método pedagógico franciscano no fue cosa del otro (Viejo) mundo. Simplemente recurrieron al contexto de los indios
para explicar sus enseñanzas. Por ejemplo, In
toyaihuan xitechmomaquistili
(“De nuestros enemigos líbranos”) fue
representada por Gante de la manera más sencilla: con el dibujo de un
conquistador español.
La
segunda etapa del proceso educativo franciscano ya implicó el uso del alfabeto
latino para representar los sonidos de la lengua mexicana, así como una
gramática romanzada para aprenderla, es decir, “utilizar el ejemplo de (Antonio
de) Nebrija para esforzarse por sintetizar este idioma”.
El
trabajo de estos tres primeros frailes humanistas fue la base de lo que trece
años después, en 1536, resultaría en el Colegio Imperial de Santa Cruz de
Tlatelolco, impulsado por el virrey Antonio de Mendoza, la Real Audiencia de
México, representada por su presidente Sebastián Ramírez de Fuenleal, y los
mismos franciscanos.
En
el Colegio, además de la enseñanza común (catecismo) se instruía a los indios
en las Sagradas Escrituras, las artes liberales (incluidas en el Trivium y el Quatrivium), pero además, la enseñanza especializada, que incluía
conocimientos políticos e históricos, algo que resultaba un disparate para los
detractores del Colegio; sin embargo sus defensores como fray Alonso de Castro,
conscientes de que algún día llegaría el ocaso del imperio español, optaron por
dar recursos a los nativos para salvaguardar la
cristiandad ante la ausencia de la metrópoli.
Imagen:http://bit.ly/13Fztb1
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