“Es una gran responsabilidad, pero también una oportunidad para tratar de convencer y concientizar a políticos, tomadores de decisiones, industriales y otros actores sociales que el planeta en que vivimos es uno y conservarlo es responsabilidad de todos”, enfatizó la bióloga, maestra en hidrobiología y doctora en ciencias ambientales e ingeniería.
Aldo Leopold (1887-1948) fue un naturalista y ecólogo estadounidense que influyó en la conciencia y en la ética ambiental. En su honor, el Stanford Woods Institute for the Environment de esa universidad tiene un programa que lleva su nombre, que otorga una beca anual para apoyar a científicos en ejercicios de comunicación que les ayuden a explicar de manera sencilla los graves problemas ambientales y de sostenibilidad, sensibilizar sobre ellos e influir en la toma de decisiones para resolverlos.
“Leopold hablaba de la armonía entre el ser humano y la naturaleza. Yo trabajo en el área de ciencias ambientales, me dedico al agua como un recurso natural fundamental para la sobrevivencia humana, para la producción de alimentos y la conservación de los ecosistemas.
“Para mí fue una distinción, la veo como una oportunidad porque me abre la posibilidad de que con elementos técnicos, se interactúe en el planteamiento y resolución de problemas complejos, aquellos que tienen más de una solución, o que pueden originar conflictos nuevos”, señaló Mazari, en entrevista.
La beca, que iniciará en junio en Madison, implica un entrenamiento de 10 días continuos para 20 expertos de América del Norte, de los cuales 19 son de Estados Unidos y Canadá, mientras Mazari es la única proveniente de América Latina.
Rescatar al río Magdalena
La investigadora del IE está involucrada en varios proyectos, como el rescate de Xochimilco y del río Magdalena, el único que aún fluye al sur de la Ciudad de México.
“El río Magdalena es la única fuente de abastecimiento superficial de agua para uso y consumo humano en la urbe, y con elementos técnicos y propuestas de un grupo interdisciplinario no hemos logrado convencer a las autoridades de la importancia de rescatarlo”, reconoció.
Una parte está entubada y junto al afluente existen asentamientos irregulares que no están conectados al drenaje y vierten sus desechos en ese cuerpo de agua. Una parte del Magdalena desemboca en el río Churubusco, ya entubado, y otra fluye en forma paralela a los Viveros de Coyoacán.
En el río Magdalena se inició la actividad industrial de la metrópoli, con fábricas de hilados y tejidos. Entre los vecinos que han vivido en la delegación Magdalena Contreras por generaciones, se ha reforzado la conciencia de su importancia, de su uso como fuente de abastecimiento de agua, no como parte del sistema de drenaje, destacó.
Mazari advirtió que, de los 45 ríos capitalinos, la parte alta aún podría rescatarse. “Algunos son reversibles, pero muchos se han convertido en sistemas drenaje al llegar a la mancha urbana”.
La investigadora participa en la iniciativa Bosque de Agua, por parte del Laboratorio Nacional de Ciencias de la Sostenibilidad, que se desarrolla con apoyo del CONACyT y que busca conservar el área boscosa ubicada en la parte alta de las cuencas, que provee servicios ecosistémicos, principalmente abastecimiento de agua a las ciudades de México, Toluca y Cuernavaca.
Para el río Magdalena, un grupo de científicos de la UNAM, al que pertenece Mazari, propone tratar el agua y vertirla de nuevo para que se conserve como un sistema que fluya, y sea de buena calidad. “La tratada podría usarse en los Viveros de Coyoacán y cambiar la utilización del líquido limpio por el de reuso, tratado para riego”, explicó.
En su laboratorio del IE, la investigadora liga esta problemática del agua contaminada con análisis de riesgo.
“Analizamos los riesgos que existen en una zona densamente poblada como la Ciudad de México, al tener microorganismos y compuestos químicos en esos drenajes, algunos a cielo abierto y otros cerrados. Exploramos la relación entre agua y salud pública”, precisó.
En cuanto a Xochimilco, destacó que el modelo ancestral y ejemplo de sostenilidad de las chinampas ayuda a la infiltración de los acuíferos, produce alimentos y crea conciencia entre los habitantes rurales, que tratan de conservar este modelo de agricultura sostenible.