Por Adán
Medellín
Medellín
Distrito Federal, 18/01/13, (N22).-
A 90 años del nacimiento de Ricardo Garibay, la agencia N22 recuerda a este imprescindible personaje de las letras mexcianas, con un acercamiento a su texto Beber un cáliz. (N. de la R.)
*
He aquí un
libro del dolor. A secas, tajante. Mientras leía, necesité dibujar ese dolor
esquemáticamente porque casi lo veía florecer. En Beber un cáliz, el dolor es el centro, el núcleo, la raíz, el concepto
aglutinante, y sus ramas serían leitmotiv del cáliz bíblico o la copa del dolor
que bebió Cristo, las reflexiones sobre el pecado y la gracia, el cuerpo y el
sufrimiento, el examen y la exaltación de la vivencia dolorosa, su conclusión
como trampolín a una vida eterna.
libro del dolor. A secas, tajante. Mientras leía, necesité dibujar ese dolor
esquemáticamente porque casi lo veía florecer. En Beber un cáliz, el dolor es el centro, el núcleo, la raíz, el concepto
aglutinante, y sus ramas serían leitmotiv del cáliz bíblico o la copa del dolor
que bebió Cristo, las reflexiones sobre el pecado y la gracia, el cuerpo y el
sufrimiento, el examen y la exaltación de la vivencia dolorosa, su conclusión
como trampolín a una vida eterna.
Beber un cáliz es la
crónica de la agonía y la muerte del padre de Ricardo Garibay, narrada por una
escritura poética, detallada, microscópica que examina minuto a minuto, día
tras día, la pérdida de la vida de un hombre. Garibay se dice, se desdice, se
vuelve indiscreto consigo mismo, con su familia, con los personajes alrededor
del enfermo, se cuestiona sus propios sentimientos y su actuar en el gran
instante de la muerte, pero también en todas las secuencias que preceden o
suceden la pérdida. Por eso es capaz de preguntarle a su padre si sufre, o de
decirle al progenitor agonizante, en el lecho de muerte, que lo bendiga, con
todas las connotaciones dramáticas de tal petición; y posee la misma
suficiencia para volver, destazar y ahogarse en cada una de las últimas
palabras del moribundo.
crónica de la agonía y la muerte del padre de Ricardo Garibay, narrada por una
escritura poética, detallada, microscópica que examina minuto a minuto, día
tras día, la pérdida de la vida de un hombre. Garibay se dice, se desdice, se
vuelve indiscreto consigo mismo, con su familia, con los personajes alrededor
del enfermo, se cuestiona sus propios sentimientos y su actuar en el gran
instante de la muerte, pero también en todas las secuencias que preceden o
suceden la pérdida. Por eso es capaz de preguntarle a su padre si sufre, o de
decirle al progenitor agonizante, en el lecho de muerte, que lo bendiga, con
todas las connotaciones dramáticas de tal petición; y posee la misma
suficiencia para volver, destazar y ahogarse en cada una de las últimas
palabras del moribundo.
Eso es lo que
tortura, lo que inunda, lo que cansa en el texto; lo de Garibay es una
narrativa tan orgánica que literalmente nos agota el cuerpo y la mente, pero no
es por un defecto en la composición ni la estructura, sino porque las preguntas
que hace en Beber un cáliz están
hechas para jodernos la existencia, para que nos hundamos y volvamos del abismo
al tenue simulacro de la luz y la vida.
tortura, lo que inunda, lo que cansa en el texto; lo de Garibay es una
narrativa tan orgánica que literalmente nos agota el cuerpo y la mente, pero no
es por un defecto en la composición ni la estructura, sino porque las preguntas
que hace en Beber un cáliz están
hechas para jodernos la existencia, para que nos hundamos y volvamos del abismo
al tenue simulacro de la luz y la vida.
Beber un cáliz es un
libro de enumeraciones y sentimientos que nos hace acceder a imágenes rotundas,
plásticas, poderosas y personales, que pueden perfectamente pasar por poesía:
una especie de Coplas de Jorge
Manrique en versión de un hidalguense que vivió en San Pedro de los Pinos en
los años 60; o si se busca una coordenada más nacional y cercana, un familiar
prosístico de Algo sobre la muerte del
Mayor Sabines, de Jaime Sabines.
libro de enumeraciones y sentimientos que nos hace acceder a imágenes rotundas,
plásticas, poderosas y personales, que pueden perfectamente pasar por poesía:
una especie de Coplas de Jorge
Manrique en versión de un hidalguense que vivió en San Pedro de los Pinos en
los años 60; o si se busca una coordenada más nacional y cercana, un familiar
prosístico de Algo sobre la muerte del
Mayor Sabines, de Jaime Sabines.
Se trata de un volumen reiterativo que
pretende narrar la muerte y se convierte en una autoexploración tortuosa,
continua, cruel, al sentimiento de pérdida y luto en el tiempo real de la
escritura. Para decirlo brevemente, trata de todo lo que pasa mientras está muriendo ese padre mágico,
poderosísimo, admirable, bello, noble, violento, que vive en la prosa de
Garibay.
pretende narrar la muerte y se convierte en una autoexploración tortuosa,
continua, cruel, al sentimiento de pérdida y luto en el tiempo real de la
escritura. Para decirlo brevemente, trata de todo lo que pasa mientras está muriendo ese padre mágico,
poderosísimo, admirable, bello, noble, violento, que vive en la prosa de
Garibay.
Todo aquí está
cubierto por un velo muy peculiar en la literatura del siglo XX. Porque el
libro de Garibay es el libro de un escritor problemático, joven, torturado,
orgulloso, pero creyente a su modo, que intenta explicarse, comprenderse,
consolarse y manejarse bajo el orden y la escatología católicos. Palabras como
pecado, Dios, Gracia, cáliz; olvidadas en buena parte de la ficción
contemporánea, vuelven a ver la luz en la mórbida pieza paterna. La visión que
el narrador nos ofrece de su padre no sólo lo coloca a la altura de un coloso.
Garibay diviniza a su progenitor y entiende una especie de vía purgativa en su
dolor canceroso que redimirá al viejo fallecido en el momento de la muerte
transformándolo en un niño de inocencia recobrada.
cubierto por un velo muy peculiar en la literatura del siglo XX. Porque el
libro de Garibay es el libro de un escritor problemático, joven, torturado,
orgulloso, pero creyente a su modo, que intenta explicarse, comprenderse,
consolarse y manejarse bajo el orden y la escatología católicos. Palabras como
pecado, Dios, Gracia, cáliz; olvidadas en buena parte de la ficción
contemporánea, vuelven a ver la luz en la mórbida pieza paterna. La visión que
el narrador nos ofrece de su padre no sólo lo coloca a la altura de un coloso.
Garibay diviniza a su progenitor y entiende una especie de vía purgativa en su
dolor canceroso que redimirá al viejo fallecido en el momento de la muerte
transformándolo en un niño de inocencia recobrada.
Imagen:http://bit.ly/WNdCJT
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