«Plegarias nocturnas» de Santiago Gamboa, un libro de amor entre la desdicha y la «violencia invisible»

  • Una de las cosas
    interesantes que puede hacer la literatura es traer noticias de otros
    lugares.
  • Sí hay mal que dure 100 años y
    cuerpo que lo resista, ahí está Colombia que lleva más de 100 años en guerras
    civiles matándose unos a otros tratando de encontrar un lenguaje común, estoy
    muy esperanzado.

Por Alizbeth Mercado


Distrito Federal, México, 03/10/12, (N22).- Manuel y Juana son dos hermanos que salen de su natal Colombia en
circunstancias indeseables. Él está acusado de tráfico de drogas y es detenido
en Bangkok, ella está desaparecida desde años atrás, ese es el recuerdo más cristalino de
Manuel. Ante esta situación el Cónsul colombiano en Nueva Delhi, formará parte
del relato al ayudar a estos hermanos a encontrarse.
Esa es la trama de Plegarias Nocturnas, el nuevo libro
de Santiago Gamboa, quien presentará el texto hoy 3 de octubre en la Casa
Citlaltépetl a las 19:00 horas. Gamboa platicó con la Agencia N22 acerca de
esta novela.
Alizbeth Mercado (AM): ¿Por qué
hacer una novela de desaparecidos?
Santiago Gamboa (SG): Digamos que
la desaparición de Juana es uno de los elementos centrales de la novela, pero no
es toda la novela. Lo que quiere es interrogar cierta época de Colombia, la época durante la presidencia de Uribe, quiere
interrogar eso a través de una familia de clase media, de unos niños que crecen
en ese ambiente hostil que los hiere, que les corta las alas por unos padres
mediocres, arribistas. Es decir, gente que vio en Uribe una especie de salvador
divino y se entregó a ese especie de odio terrible que hubo en época de Uribe
en términos verbales, una violencia invisible muy poderosa. Ese es un elemento
más de la novela, pero en el fondo es una novela de amor entre dos hermanos que
quieren estar juntos y escapar de esa familia mediocre de la que forman parte;
escapar de esa ciudad violenta y arribista en la que nacieron y odian en el
fondo escapar de esa sociedad que los hiere y contamina.
AM: ¿La novela es una alegoría a
la libertad?
SG: Sí, porque lo que quieren es ser
libres pero sobre todo ser felices a través de la cultura del arte, de la literatura,
del cine, del dibujo (el muchacho hace graffiti), ellos quieren una segunda oportunidad,
es lo que quiere toda la gente que ha pasado infancias tristes, quieren algo
nuevo, volver a empezar para tratar de tener algo mejor y ser felices.
AM: ¿De qué se trata la “Violencia
invisible”?
SG: Pues es una violencia que no
es de disparos ni de muertos, sino es de palabras, de insultos, es de gritos y humillación.
Es de familias que se pelean, porque todo tiene que ver con el mundo político.
Durante el uribismo, el que no era uribista era considerado terrorista,
entonces en las familias habían quienes lo eran y no; por eso terminaban en
unas batallas campales, amigos que no se volvían a ver, porque nunca antes en
la historia del país.

La violencia política pero la
violencia verbal invisible, no las balas, los tiros, la sangre, sino las
palabras; había sido tan poderosa como
durante esos ocho años donde se llegó a una exacerbación de la vida.

Colombia venía obsesionada por el
problema de la guerrilla y terminó entregándose a las manos del
paramilitarismo, todo eso está presente pero no es el argumento.
AM: ¿Por qué triangular la
novela, en distintos  lugares como Japón,
India?
SG: Porque una de las cosas interesantes
de lo que puede hacer la literatura es traer noticias de otros lugares.
Colombia no está dentro de Colombia, lo mismo que México, vivimos en una época
de grandes migraciones y grandes errancias y por supuesto ser colombiano no es solamente  vivir la experiencia de ser colombiano en Colombia,
sino vivirla en cualquier parte del
mundo.

Yo conocí comunidades de
colombianos en Irán, Indonesia, Japón, yo fui Cónsul en la India durante dos
años y conocí muchísimo todo ese mundo, quería dar noticia de ese mundo y al
mismo tiempo habla de la Colombia de 2002 a 2010.
AM: ¿Esta Colombia de Uribe es el
resultado de los conflictos entre el narcotráfico, la guerrilla?
SG: Claro, es la exacerbación de eso,
el camino de Colombia, las mentiras de la guerrilla, el secuestro, el narco,
todas esas mentiras. Todo ese horror que le hicieron vivir en la sociedad
colombiana la convirtieron en una sociedad de derecha. Entonces cuando llegó Uribe
a prometer guerra, sangre y odio la gente gritó de felicidad porque sentía que
era su salvador; entonces entregó al país en manos de los paramilitares, pero
después hubo un movimiento contrario que salvó al país de los paramilitares.
Colombia ha sufrido mucho. Sí hay mal que dure 100 años y cuerpo que lo
resista, ahí está Colombia que lleva más de 100 años en guerras civiles matándose
unos a otros tratando de encontrar un lenguaje común, estoy muy esperanzado.
AM: Esto que sucede en Colombia
tiene sus propias coordenadas, o ¿puede pasar en otro país de América Latina?
SG: Ningún otro país de América Latina
le ofrece a sus ciudadanos posibilidades de  tragedia, desdicha y peligro como lo ofrece Colombia; hay problemas parecidos en México en Venezuela. Paramilitarismo no hay en Argentina
ni en  Brasil, ni Chile; hay violencia
hay narco, pero Colombia tiene la particularidad de tenerlos todos “simultáneamente”.
AM: La novela está llena de
contrastes, ¿qué indica esta característica?
SG: Porque la vida no es sólo un
color, en los momentos más difíciles hay momentos de  felicidad. De repente hay felicidad en
lugares insólitos como los pabellones de enfermos de cáncer, porque la vida es
eso, un constante ir y venir entre la desdicha, la felicidad, la curiosidad, el
desconcierto, porque pienso que las novelas tratan de retratar la vida, al menos en las mías.
AM: Cada voz narrativa quiere
decir algo en especial, ¿cierto?
SG: Pues es algo que vengo
trabajando en mis dos novelas anteriores El
síndrome de Ulises
y Necrópolis,
en esas novelas he ido trabajando la idea de darle la voz a un personaje y
luego a uno y a otro. No es un narrador que cuenta todo, me parece una idea
bonita, literariamente, y he decidido desarrollarla en este libro.
AM: ¿Es una novela de aprendizaje?
SG: No precisamente. Algo hay de eso, jóvenes que quieren preparase para la vida, es verdad no lo había visto así,
podría verse como novela de iniciación.
AM: ¿Cómo maneja el juego entre  realidad y ficción?
SG: El juego es, me gusta mucho
que el lector por momentos cree que eso
es una historia real, porque yo sé que eso hace que se imprima en el lector con
más fuerza lo que está leyendo, pero es una ficción llena de cosas reales, todo
eso no es imposible que pase, es improbable, está lleno de cosas reales pero de
ficción.
AM: ¿El mundo es un lugar seguro?
SG: Cuando sales de un país como Colombia
y sales en condiciones de víctima o escapando de algo, generalmente te alcanza. Siempre he notado una tristeza en la gente que se va por motivos políticos,
económicos, pero sobre todo la gente que se va huyendo, es como si esa desdicha
se les mete en la maleta, ya no está el peligro, la pistola, ni la desdicha, toda esa tristeza y nostalgia se les quedó atorada en la maleta y se la
llevan.  Yo soy bastante escéptico y pienso
que la vida está llena de cosas bellas y momentos felices, pero en el fondo no
creo que la vida sea algo feliz y acaba mal.

Imagen: http://bit.ly/SGaePb

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