Resolver el problema indígena es indispensable para la vida democrática: Luis H. Álvarez

  • «La pluralidad étnica, cultural e ideológica es fuente de nuestra inagotable riqueza espiritual y puede serlo de nuestra mayor prosperidad material»

Por Rafael Cervantes

DISTRITO FEDERAL, México, 03/09/12, (N22).-  El Fondo de Cultura Económica (FCE) acaba de publicar el libro Corazón indígena, del escritor y activista político Luis H. Álvarez. La agencia N22 platicó en exclusiva con él acerca de este texto de relatos: 

¿Qué lo motivó a escribir Corazón indígena: Lucha y esperanza de los pueblos originarios de México?

—Cuando cumplí 50 años de actividad
política, hace seis años, hice un recuento de los principales sucesos que había
vivido hasta entonces en ese ámbito y el resultado fue un libro de memorias que
se tituló Medio Siglo. Una especie de
hilo conductor en esa obra fue la búsqueda de libertades democráticas en buena
parte del siglo XX, en nuestro país. Fue una reflexión personal sobre una lucha
colectiva. Desde luego, doy cuenta ahí de lo que a mí me tocó vivir. Ahora, en Corazón indígena he decido hacer el relato de lo ocurrido durante
los últimos 18 años en relación con el contacto que he tenido con los pueblos
originarios de nuestro país, a raíz de la irrupción del EZLN en 1994. Escribí
este libro porque considero que tiene plena vigencia la lucha de dichos pueblos
por hacer valer sus derechos y por lograr el respeto a su cultura. Y es
conveniente que los mexicanos podamos mantener la reflexión sobre este
importante tema.

—¿Por qué ese interés por mejorar la calidad de vida
de los pueblos originarios?

—Porque es una
condición indispensable para el pleno establecimiento de condiciones
democráticas en México. El propósito esencial de la política es el mejoramiento
de las condiciones de vida de las personas. Y ninguna sociedad puede sentirse
satisfecha mientras prevalezcan en su interior inadmisibles condiciones de
marginación y rezago, como las existentes por mucho tiempo en las comunidades
indígenas.
—A 18 años de la irrupción pública del EZLN, ¿cuál
es su perspectiva de esta organización?
—Dicho
movimiento y sus dirigentes han tenido siempre mi respeto. Cabe precisar que
coincidiendo plenamente con las causas sociales que dieron origen al zapatismo
chiapaneco, mi diferencia esencial estuvo en el inicial uso de las armas,
porque considero que la violencia suele traer consigo mayor sufrimiento del que
presuntamente pretende remediar. Afortunadamente, la vía pacífica, a través del
diálogo, se abrió pronto y es el camino que debe recorrerse para alcanzar
justicia social.

—¿El movimiento zapatista representó un “parteaguas”
para los pueblos originarios?

—Sin duda alguna,
significó un firme llamado de atención sobre sus condiciones de vida. Y
considero que incidió de manera importante, por ejemplo, en la reforma
constitucional en materia de derechos y cultura indígena del 2001. Sin embargo, es
evidente que la lucha de las comunidades continúa en diferentes frentes y
derroteros. Ello se explica por su diversidad; hablamos de 62 pueblos y cada
uno de ellos tiene distintas prioridades, lo cual es explicable porque, por
ejemplo, no son las mismas condiciones de vida que se presentan para los
tzolziles de Chiapas que para los rarámuris de mi natal Chihuahua.

—¿Es viable la “autonomía” de las comunidades
zapatistas?, ¿podrán mantenerla o en el futuro todo volverá a ser normal?
—Considero que
el camino de la llamada “autonomía” que se ha practicado en algunas comunidades
chiapanecas requiere un análisis profundo sobre sus causas, desarrollo y
eventuales secuelas. El libro Corazón
indígena
aporta, precisamente, elementos de información y reflexión sobre
ese aspecto. En todo caso, es deseable que las comunidades encuentren, mediante
el ejercicio pleno de la política, las condiciones más adecuadas para su
desarrollo.
—¿Qué es lo que necesitan para ser verdaderamente
autónomas?
—Justamente es
un tema que debe precisarse: autonomía, ¿para qué?, o ¿con respecto a qué? Más
todavía: ¿Es posible la autonomía total o “verdadera” de una comunidad dada en
un contexto nacional? El espacio adecuado para dirimir este tema, y muchos más
que tienen que ver con los pueblos originarios, es el diálogo, piedra angular de
lo que he llamado el ejercicio pleno de la política.

—¿Cree que en un futuro próximo el conflicto en
Chiapas alcance una solución o ya se le dio carpetazo al asunto?

—Quizá
se refiera en su pregunta al tema de la eventual firma de un acuerdo de paz en
Chiapas. Como tal, ése es sin duda un asunto pendiente. Cabe remarcar que es
vigente la Ley para el diálogo, la
conciliación y la paz digna en Chiapas
, publicada en el Diario Oficial de la Federación en marzo
de 1995, y también lo son instancias que esa ley prevé, como la Comisión de
Concordia y Pacificación. Su prevalencia impide, como usted dice, que se dé
“carpetazo al asunto”.
—Además de la disposición para el diálogo por parte
de la comandancia zapatista ¿Qué se debe hacer por parte del gobierno para
alcanzar la paz en Chiapas?
—Como es de
dominio público, los gobiernos tienen la obligación de cumplir y hacer cumplir
lo que las leyes dictan. Por ello, subrayo la importancia que tuvo la reforma
constitucional de 2001, porque brinda un importante marco normativo para
trabajar intensamente, en los diferentes niveles de gobierno, a favor de
pueblos y comunidades originarios. Desde luego, hace falta mucho por hacer. Y también debe
de ponerse de relieve que el lograr condiciones de paz y de desarrollo de los
pueblos originarios implica la actuación de diversos sectores de la sociedad,
porque todos tenemos responsabilidad en la tarea de erradicar, por ejemplo, las
circunstancias sociales que propician la discriminación y las diferentes formas
de exclusión social.
—¿Cuál es su perspectiva sobre las nuevas
problemáticas que enfrentan los grupos indígenas, como los casos de Wirikuta o
Cherán?
—Cada caso amerita
un detenido análisis. No podemos generalizar, haciendo abstracción de las
particularidades que encierra cada asunto.

—¿La sociedad mexicana está preparada para ser y
convivir como una sociedad multicultural?

—Claro que lo
está. Y cada día representa una nueva oportunidad para reconocer que nuestra
pluralidad étnica, cultural e ideológica es fuente de nuestra inagotable
riqueza espiritual y puede serlo de nuestra mayor prosperidad material.
—¿Qué puede hacer la sociedad para mejorar las
condiciones de vida de los pueblos originarios?
—Entre otras
tareas, como he señalado, la superación de la discriminación. No puede ser que
el color de la piel o el idioma sean aún barreras que limiten el desarrollo de
las personas.
—¿De qué manera se puede alcanzar una sociedad más
justa e inclusiva con los indígenas?
—Sobre todo, es
importante considerar que no podemos tener una sociedad ni justa ni incluyente,
mientras no haya mejores condiciones de vida para los pueblos originarios que
son, no lo olvidemos, descendientes de los primeros dueños de lo que hoy es
México. Reconocer su
importante aporte espiritual a la identificación de nuestro país en la
comunidad de naciones es un primer paso. Y no hablo sólo de la cultura inerte de
los museos. Hablo también, y sobre todo, de su cultura viva, de las numerosas lenguas
que hablan, de su música y de su arte, de sus cosmovisiones que enriquecen a la
nación. Debemos conocer más y mejor a nuestros pueblos originarios. En esa
importante tarea, tienen una gran oportunidad ustedes: los medios de
comunicación.
—¿Qué sigue para Luis H. Álvarez con respecto a la
cuestión indígena?
—Lo he dicho y
lo reitero: los pueblos indígenas han dado sentido y rumbo a mis pasos en estos
años y siempre los tendré presentes en mi corazón y pensamiento.
12MAG 

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