Si bien es considerada una de las pocas escritoras mexicanas del siglo XX que incursionaron en los más importantes géneros literarios: desde poesía, narrativa (en el cuento y la novela), ensayo y hasta textos periodísticos al publicar periódicamente en el diario Excélsior, es en el teatro en donde sobresale su defensa de los derechos de las mujeres que la llevó a ser reconocida como símbolo del feminismo latinoamericano con las obras Tablero de damas (1952) y El eterno femenino (publicada póstumamente en 1975).
Y es que su estilo subversivo e irreverente que criticaba y rompía con los estereotipos femeninos impuestos por la sociedad provocó que se volviera un personaje en ocasiones polémico, pues las mujeres junto con la temática indígena ocuparon parte importante de su pensamiento en un contexto histórico y social en el que se trataba de sectores marginados.
Es el caso de la obra El eterno femenino en donde aborda la historia de Lupita, quien está por casarse y acude a un salón de belleza en busca del peinado ideal para la boda a lo que la dueña del local le coloca una secadora de pelo que incita a las clientas a tener sueños con el fin de mantenerlas distraídas.
Poco a poco, Lupita comienza a tener visiones en las que aparecen personajes femeninos que han causado controversia en la historia como Eva, la Malinche, Sor Juana, Carlota, entre otras en las que se ve reflejada al punto de despertar aterrorizada ante la idea de adoptar estereotipos en los que la mujer aparece como víctima o sufrida.
“En esta obra despoja de sentido al matrimonio, a la virginidad, al noviazgo y a toda la parafernalia de las canciones cursis, las telenovelas y el melodrama mexicano”, considera Laura Guerrero Guadarrama en su libro La ironía en la obra temprana de Rosario Castellanos y agrega que incluso, la historia misma se cuenta de otra manera pues personajes como Sor Juana, la Corregidora, Eva, la Adelita y Carlota son vistas con humor y sin solemnidad, capaces de reír y burlarse.
Por otro lado, Tablero de Damas ha sido descrito por el escritor Eduardo Mejía como un retrato exagerado de la sociedad literaria femenina en México en los años cincuenta lo que ocasionó que en ese entonces algunas intelectuales se sintieran ofendidas o aludidas.
“La principal protagonista es una versión de Gabriela Mistral y la fauna dibujada muestra a las mujeres que escriben más por una postura social que por vocación; deshaciéndose de frustraciones”, escribió Mejía en el prólogo del segundo tomo de las obras completas de Rosario Castellanos publicadas por el Fondo de Cultura Económica.
Es así como Rosario Castellanos, nacida el 25 de mayo de 1925 en la Ciudad de México, supo plasmar de manera mordaz y crítica su ideología feminista con el fin de reivindicar a la mujer en un ambiente rodeado de hombres a través de estas dos obras de teatro y que también quedó evidenciado en su conocido ensayo Mujer que sabe latín (1973).
Rosario Castellanos falleció en Tel Aviv el 7 de agosto de 1974 a la edad de 49 años y sus restos permanecen sepultados en la Rotonda de las Personas Ilustres, en la Ciudad de México.
Entre sus novelas se encuentra El rescate del mundo (1952), mientras que en su labor ensayística sobresale La novela mexicana contemporánea y su valor testimonial (1966), El uso de la palabra (1974), El mar y sus pescaditos (1975) y el libroCartas a Ricardo editado por Conaculta en 1994.
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