Daya Navarrete y Darío Meléndez, Tilma porca,
animación en stop motion, still, 2011.
Fotografía: Diego Jáuregui.
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Muestra Tilma porca, de Darío Meléndez, cuestiona la inconografía y la escencia del ritual católico
Tilma porca será abierta el martes 24 de abril con una conferencia inaugural a las 11:00 am en la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía del INAH
Noé Cárdenas (N.C.): Tilma porca es un trabajo colectivo. ¿Cómo consiguieron compaginar sus intereses los participantes?
Darío Meléndez (D.M.): Sí, efectivamente. En el proyecto hemos participado directamente Daya Navarrete y yo; la compositora Diana Bravo, Juan Carlos Reyna (escritor y músico de Nortec) y la restauradora Lizeth Matta. El consolidar intereses ha sido relativamente fácil pues todos estamos interesados de algún modo en la temática religiosa.
Aunque hay que apuntar que cada uno de ellos ha participado en distintas etapas del proyecto. Por ejemplo, para la última etapa -la cual se presentará mañana a las 11 en la Escuela de Restauración- ha sido esencial la colaboración de una empresa de carne (Ibarra) quien está preparando la pieza final: chicharrones con dibujos de la Virgen de Guadalupe que los asistentes podrán comer.
Lo que hay detrás del rostro níveo de la Virgen
N.C.: ¿Cómo surge el proyecto, es decir, la idea germinal?
D.M.: Surgió de las distintas colaboraciones que he hecho en el Laboratorio de Diagnósticos de Obras de Arte del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. Una de ellas fue sobre el proyecto de la Virgen del Perdón, de la coordinadora del Laboratorio Elsa Arroyo, quien ha estudiado a la Virgen del Perdón, una de las primeras piezas de arte colonial.
La particularidad de esta virgen es que en vez de estar pintada sobre tela, está hecha sobre tendones. Esta virgen, realizada por el pintor flamenco Simón de Pereyns, fue hecha en el siglo XVI. En el laboratorio se está haciendo la reproducción de un fragmento de la misma con los materiales originales. Yo colaboré durante algún tiempo en esta reproducción y durante ese periodo fue que comencé a pensar Tilma porca porque me tocó ver todo el proceso: ir al rastro, limpiar la carne, cortarla, etc… un proceso violento que subyace tras la carne nívea de la virgen.
Ahí fue cuando decidí retomar estas «capas ocultas» y mostrarlas, evidenciar la violencia escondida tras la pintura pero, en vez de retomar a la Virgen del Perdón, cuyo culto se ha perdido, retomé a la Guadalupana. Una imagen de la misma época cuyo fervor sigue vigente.
Además, la idea de la pieza germinal, la animación, fue sugerida por Daya Navarrete un 12 de diciembre después de que visitamos la Basílica y vimos las espaldas de los peregrinos laceradas por los nopales. Y decidimos fundir las imágenes. Además, la pieza habla de eso, de ese encuentro violento de ambas culturas: tilma: manto celeste en náhuatl; y porca: del animal proveniente de España.
La Encarnación descarnada
N.C.: Nuevamente se observa un cuestionamiento acerca de la Encarnación que, en este caso, es tabién una descarnación.
D.M.: Exacto, no lo hubiera dicho mejor, es una especie de descarnación del objeto sagrado, un mostrar la zona oculta para develar los mecanismos de poder de la Iglesia. Finalmente creo que las cosas no han cambiado mucho: antes el indígena se laceraba por sus dioses, ahora les seguimos ofrendando nuestra piel (físicamente) y monetariamente mucho más.
N.C.: Mencionaste al principio un interés por la religión en común de los participantes en Tilma porca. ¿Nos referimos a una puesta en tela de juicio de la fe, a una reafirmación de la misma, o bien a los aspectos externos para fijarla, como el ritual y, sobre todo, las imágenes?
D.M.: Creo que a todos nos interesa el lado monstruoso de la fe, los rituales en los que lo sagrado se desprende de la visión occidental que lo homologa con lo apolíneo y bello, para retornarlo a su dimensión primigenia donde lo terrible y lo sacro aún estaban ligados. Por ejemplo, en la inauguración de la muestra, se presentarán chicharrones con dibujos de la Virgen, que, en cierta manera, es como el rito de la comunión católica. Sólo que aquí el alimento es más real que simbólico. Comeremos piel, en vez de pan; comer al dios en vez de comer la representación de él.
N.C.: Es una apuesta atrevida llamada a sacudir la mentalidad de los espectadores. Finalmente, Darío, llama la atención que Tilma porca no busca violentar la iconografía ni las prácticas de la eucaristía polarizándolas, es decir, como los satanistas que utilizan las mismas imágenes pero invirtiéndolas o mancillándolas a modo de burla o negación. Más bien Tilma porca busca enjuiciar el poder de la Iglesia y el colonialismo salvaje desde sus mismos mecanismos icónicos.
D.M.: Sí, es la idea. No se trata de la clásica subversión a manera de burla o denigración de los satanistas o de los artistas pop que juegan con las imágenes, sino que en este caso estoy utilizando los elementos propios con los que están construidas las piezas. Estoy reconfigurando a partir de la propia materialidad de las piezas, así como de sus mismos rituales. Y creo que ese es un asunto clave, la hermosa fachada del poder, en este caso la piel de la Virgen, es una máscara que intenta maquillar la historia.
N.C.: Pues muchas gracias Darío y muchas suerte en la inauguración.
D.M.: Al contrario, a ti.
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