DISTRITO FEDERAL, México, (N22/Conaculta).-
Sería el año de 1871 cuando el barrio de Coyoacán vería nacer a José Juan Tablada, uno de esos personajes de la cultura mexicana que combinó la literatura y el periodismo.
En tiempos en los que no existía televisión y los periódicos eran el principal medio, no sólo de información, sino de entretenimiento, Tablada se hizo famoso como columnista del periódico El Universal en la sección «Rostros y Máscaras», recibiendo cientos de cartas mensualmente por parte de los lectores.
Su paso por los diarios capitales incluyó a Excélsior, El Mundo Ilustrado, así como ediciones en Estados Unidos, Venezuela y Colombia.
José Juan Tablada vivió los movimientos ideológicos de su tiempo, además de la bohemia característica de los intelectuales mexicanos. En la Escuela Nacional Preparatoria había estudiado pintura y por un tiempo trató de seguir ese camino.
Sin embargo, el mundo de la poesía sería a fin de cuentas su verdadero destino, realizando sus primeros poemas en cuadernillos y servilletas que poco a apoco iba ordenando.
Su primera obra poética se publicó en 1899, El florilegio, teniendo para entonces numerosas colaboraciones en las revistas de cultura y arte más propositivas de la época, entre ellas la Revista Moderna, donde como su nombre lo indicaba, se reunía el trabajo de los autores que se autodenominaban “modernistas”.
Siguiendo esta ideología, el poeta se relacionó con el mundo diplomático, siendo un convencido de que la cultura mexicana debía difundirse con orgullo más allá de las fronteras mexicanas.
Su segunda profesión le permitió viajar por numerosos países donde se enriqueció de los movimientos artísticos locales, en Japón se interesó por la filosofías creadoras aplicadas al arte; en París conoció los movimientos poéticos que buscaban la representación de las imágenes como una constante e incluso en Nueva York, se interesó por esa poesía urbana y oscura que se escuchaba en lecturas bohemias en los barrios artísticos.
En 1935 regresó a México y su primer deseo fue alejarse del bullicio de las ciudades, por lo que decidió vivir en el estado de Morelos, donde por más de seis años se dedicó a escribir. En 1941 fue nombrado miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua, donde ocupó el sillón VIII.
Poco antes del término de la Segunda Guerra Mundial, Tablada decide reintegrarse a la vida diplomática y es nombrado viseconsul en Nueva York; sin embargo, su salud se encontraba ya muy deteriorada y fallece en esa ciudad el 2 de agosto del mismo año, sólo días antes de que fuera arrojada la bomba atómica en Hiroshima y se anunciara la rendición de Japón y el término de la guerra.
La Academia Mexicana trasladó sus restos a México y fueron sepultados en la Rotonda de las Personas Ilustres. Desde entonces, a José Juan Tablada se le reconoce como el poeta fundamental de las nuevas corrientes literarias de América Latina, contándose entre sus obras Al sol y bajo la luna, 1918; Un día…, 1919; Li-Po y otros poemas, 1920; El jarro de las flores, 1922 y La feria, 1928.
Foto: http://bit.ly/HQiZ7G
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