Redacción/CDMX
A lo largo de los años, la búsqueda de la vida eterna se ha vuelto en un objetivo de los negocios. Empresas generan biotecnología que pueda apresurar al desarrollo de un medicamento que prevenga el envejecimiento.
Aunque la tecnología es nueva, la exploración de alargar los años de vida no lo es.
En la élite europea medieval también fue una obsesión. Desde entonces todo se ha basado en optimizar el cuerpo, utilizando cambios de vida y las técnicas más extravagantes.
A pesar de ello la lección que se daba desde entonces, y hasta ahora, es que la búsqueda de la inmortalidad nunca se ha tratado de hacer que avance el conocimiento científico para ayudar a toda la humanidad, sino solo a los miembros más privilegiados de la sociedad.
Al igual que nosotros, los medievales querían vivir una vida larga y saludable, incluso estos mismos pueblos creían que los humanos tenían la capacidad de vivir durante siglos.
Esta convicción los impulsó en diversos intentos para descubrir cómo se podía lograr; en ese entonces factores como el sexo o la glotonería no eran favorables para la prolongación de una vida mejor.
En la actualidad, los gurús modernos les ofrecen a sus seguidores instrucciones especificas de cómo vivir sus vidas, los medievales de cierto modo estaban igualmente convencidos de que traía bastantes beneficios microgestionar el régimen diario, basado en la teoría médica medieval: se creía que el controlar los seis elementos no naturales: aire y medioambiente; comida y bebida; excreción; sueño y vigilia; movimiento y descanso, y las pasiones del alma, ayudaría a un individuo a mantenerse saludable.
La creencia aumentó más adelante en la vida, cuando las personas envejecían, ya que su cuerpo se enfriaba y se secaba, la muerte ocurría cuando todo el calor y humedad se consumía en este.
Había expertos en aquel entonces, tales como Gabriele Zerbi y Marsilio Ficino. Ambos publicaron libros en los que detallaban consejos e información médica sobre cómo prolongar la vida, aunque algunas puedan sonar ridículas para los lectores modernos, por ejemplo, Zerbi creía que lo mejor era aguantarse los estornudos y abstenerse de las relaciones sexuales, ya que estas resecaban el cuerpo.
A pesar de que algunos eran algo exagerados, muchos otros de sus consejos siguen vigentes, creían en el hacer ejercicio, dormir lo suficiente, cuidar la salud mental y evitar el consumo excesivo de alcohol, pero sobre todo llevar una dieta saludable.
Los contrastes de ideas eran notables, algo que parecía llamarles demasiado la atención era el ayuno, el anciano Petrarca decidió hacrlo ya que muchos de los Padres del Desierto (los primeros ermitaños cristianos cuyo estilo de vida ascético sirvió de modelo para el monastisismo medieval) habían vivido más de 100 años.
El sacerdote y médico Marsilio Ficino recomendaba comer solo dos pequeñas comidas al día, separadas por no más de nueve horas.
Pero también sugirió que las personas mayores podrían rejuvenecer con una infusión de fluidos corporales juveniles, proporcionándoles el calor y humedad que necesitaban. Se podían obtener desde beber leche de una persona «sana, joven, bella y templada», o chupar la sangre del brazo de jóvenes.
Sin embargo, con el paso del tiempo el ingrediente fundamental para la salud terminó siendo el oro . Era visto como un elemento perfectamente compuesto e indestructible que levaría al cuerpo humano a un estado perfecto de salud.
El médico papal Arnoldo de Villanova, muchos clérigos chupaban pepitas de oro o bebían oro potable con sus comidas, confiados en que tales prácticas los llevaría a preservación de su vida.
Algunas de estas ideas eran accesibles para todo el público, otras solo podían ser para la gente más rica de la sociedad. A pesar de que Ficino declaró que su libro “Sobre una larga vida” fue escrito para personas prudentes y templadas de inteligencia.
(Con información de Time)