Redacción/CDMX
Un estudio encuentra que el riesgo de obesidad aumenta un 23% cuando se toman siestas largas.
En cambio, las personas que reposan menos tiempo tienen menor riesgo de presión arterial alta.
La “sociedad moderna”, señala el neurocientífico Matthew Walker en su libro Por qué dormimos (Capitán Swing), ha apartado a los seres humanos del patrón de sueño para el que están programados genéticamente.
Es decir, el sueño bifásico, un período largo por la noche y uno corto durante el día.
“Todos los humanos, independientemente de su cultura o de su ubicación geográfica, sufren a media tarde un declive genéticamente codificado de su estado de alerta”, defiende.
Y la siesta es la respuesta natural a ese fenómeno.
El neurocientífico asegura que “las sociedades que han incorporado la siesta a sus hábitos se han descrito como los lugares donde las personas se olvidan de morir.
La práctica del sueño bifásico natural y una dieta saludable parecen ser las claves para una larga vida”, sentencia.
Un estudio publicado hace unos días en la revista Obesity señaló, que el riesgo de obesidad aumenta un 23% cuando las siestas son largas.
En cambio, las personas que hacen un episodio corto de siesta tienen menos riesgo de presión arterial alta.
Los expertos coinciden en que una siesta corta (menos de 30 minutos), en el sofá y no en la cama, al mediodía o primera hora de la tarde, puede ser reconfortante y ayuda a mejorar la atención.
El estudio publicado en Obesity, que se realizó con 3.300 españoles, investigó la influencia de la siesta en la salud metabólica y encontró una asociación entre la duración de estos episodios de reposo y algunos indicadores metabólicos.
Encontró que los que dormían siestas largas —más de 30 minutos — tenían un índice de masa corporal (IMC) un 2% más alto que los que no dormían y el riesgo de obesidad aumentaba un 23%.
En cambio, los que se echaban siestas cortas (menos de media hora) tenían un riesgo un 21% más bajo de tener una presión arterial sistólica alta.
“Solamente se asocia con obesidad si la siesta era larga: aumenta el riesgo de obesidad un 23% y de síndrome metabólico, un 40%”, explica Marta Garaulet, autora del estudio y catedrática de Fisiología en la Universidad de Murcia.
La investigadora y su equipo también analizaron otros hábitos de estilo de vida que median en esa asociación entre las siestas largas y la peor salud metabólica.
Encontraron que los que dormían siestas más largas también fumaban más y retrasaban las comidas, el ejercicio físico y el sueño.
También los que tomaron las siestas largas duraron hacer en la cama en lugar del sofá o un sillón. “Si duermes en la cama, hay una asociación con más hipertensión que si te quedas en el sofá.
Parece que tiene que ver con los cambios posturales, pero no lo tenemos claro”, apunta la investigadora, que también es profesora visitante en la Universidad de Harvard.
Garaulet señala varias explicaciones fisiológicas para sustentar los resultados de su estudio sobre la siesta y su impacto en la salud.
Nosotros estamos hechos para dormir de noche y estar despiertos de día. Si resulta que duermes por el día y llegas a estadios de sueño profundo, es como si tu organismo pensase que es de noche.
En la siesta corta solo entra en las fases I o II del sueño, que son capaces de darte relajación, pero no profundidad del sueño.
Además, agrega, la siesta, si es larga, puede hacer que se retrase el sueño nocturno “Te hace un cronotipo más tardío: cenas más tarde y te acuestas más tarde, que es un factor circadiano de mala salud y de obesidad”.
La investigadora también explica que, con siestas prolongadas, se puede producir “una alteración en el ritmo del cortisol, que se asocia con el estrés”.
Así, los expertos apuntalan el papel de las siestas cortas como un elemento restaurador, que aumenta la productividad y el nivel cognitivo.
(Con información de El País)