Redacción/CDMX
El cerebro está formado por miles de millones de células, con distintas funciones determinadas y perfectamente sincronizadas y conectadas.
Se compone de dos hemisferios, pero al contrario de lo que pueda parecer, no son estructuras aisladas o independientes, ambos están conectados.
Hablamos del cuerpo calloso, formado por más de 200 millones de fibras nerviosas que llevan información de un hemisferio a otro.
Con ellas se coordinan todas las funciones, muchas de ellas muy complejas, propias del sistema nervioso, y para ello los hemisferios se reparten el trabajo.
Se podría comparar a un gran edificio de oficinas de una compañía, en él encontramos distintas plantas, con diferentes personas trabajando en cada una de las áreas.
Si bien cada sección tiene una función, todas están relacionadas.
Además, se hallan estrechamente comunicadas, puesto que el correcto funcionamiento de unas depende de lo que hagan las otras.
Los hemisferios cerebrales funcionan de manera similar, repartiéndose el trabajo a realizar.
Lo cual quiere decir que aunque ambas mitades intervengan en una función concreta, una de ellas puede estar más implicada que otra.
En como el proceso de facturación de la gran empresa, aunque el departamento de cobros lleve todo el peso de la operación, otras secciones deben hacer su parte de trabajo para completar el proceso.
Por ejemplo, el departamento de envíos que hará llegar la factura a su destino.
Y es aquí donde comienza el mito: “El cerebro está dividido en dos mitades, y dependiendo del lado que más usemos, tendremos unas habilidades u otras”.
Tal teoría, llamada “dominancia del hemisferio”, defiende que si eres bueno en matemáticas, lengua o lógica es porque tu hemisferio izquierdo es dominante.
En cambio, si eres una persona artística con dotes para la pintura o la música, entonces predomina el derecho.
Esto, además, contribuye a clasificar erróneamente a las personas en dos tipos: objetivas, racionales y analíticas o pasionales, soñadoras y creativas.
Pero nada es más lejos de la realidad, pues no existe un hemisferio dominante.
El origen del mito
El mito tiene su origen en la reunión de la Sociedad Antropológica de París, en 1865.
Y sin quererlo, el culpable habría sido el médico francés Paul Broca tras asegurar que “hablamos con el hemisferio izquierdo”, haciendo referencia a que las regiones cerebrales con mayor implicación en la función del lenguaje se encuentran en ese lado.
Que el grueso de una función concreta recaiga en un hemisferio, como ocurre con el lenguaje y la mitad izquierda del cerebro, no implica que en una persona con mayor capacidad lingüística domine ese hemisferio.
Cuando un cantante memoriza la melodía y la letra de una canción, las funciones relacionadas con verbalizar la letra se localizan en su lado izquierdo, pero usará el derecho para expresar la musicalidad de la canción. Es un trabajo de equipo.
Para apoyar este argumento, encontramos multitud de estudios que han llegado a examinar imágenes obtenidas por resonancia magnética de más de mil personas.
Sus resultados ponen de manifiesto que todos usamos ambos hemisferios por igual, aunque la actividad registrada en uno y otro dependerá “de lo que estemos haciendo”.
También se ha demostrado que el lado del cerebro usado para una actividad podría no ser el mismo para todas las personas, ya que los análisis muestran que hay variabilidad entre individuos en cuanto a qué área o mitad se emplea para una acción concreta.
El mito de la dominancia de los hemisferios aún está muy presente en la actualidad, en parte, porque siguen existiendo muchos aspectos desconocidos sobre el funcionamiento de cerebro humano.
Cuando más se investiga, más nos damos cuenta de su complejidad.
De ser cierto que la teoría de la dominancia, un lesión en una de las áreas tan especializadas provocaría que esa zona funcional dejara de ser útil para la persona afectada.
Pero no es así, el cerebro mantiene cierta plasticidad.
De hecho, se ha descrito que en personas que pierden un sentido, como la vista, su área cerebral encargada de procesar ese sentido y que ya no recibe la información visual, se adapta para, en algunos casos, mejorar la percepción, como el tacto.
Si creemos erróneamente que hay alumnos de “cerebro derecho” (mucho más creativos), o de cerebro izquierdo (más analíticos), los estamos encasillando en esas categorías, limitando sus oportunidades de aprendizaje e impidiéndoles desarrollarse en otras disciplinas.
(Con información de BBC Mundo)