Redacción/CDMX
En nuestros 20 y 30 años, puede haber una inmensa presión para estar a la altura de las expectativas de la sociedad, nuestras familias, nuestros amigos e incluso las que tenemos para nosotros mismos.
Muchas personas miran hacia atrás y se sienten decepcionadas por no haber aprovechado la oportunidad de viajar más, de haber avanzado en sus carreras o quizá en sus relaciones personales.
Ante esto podemos enfrentar contratiempos (grandes y pequeños) que pueden destruir nuestros sueños, dejándonos con fragmentos que percibimos como inútiles.
Los sentimientos de fracaso pueden tener un precio mental duradero, pero no tienen que detenerlo mientras se avanza. Porque hay muchas enseñanzas, prácticas y filosofías que pueden ayudarte a lidiar con la decepción, abrazar la imperfección y permanecer optimista.
Una de esas prácticas es la forma de arte japonés de kintsugi, que significa unir con oro.
Ha llamado mucho la atención, como técnica artística, visión del mundo y metáfora de cómo podemos vivir la vida.
Diversas formas de arte japonés han sido influenciadas por las filosofías zen y Mahayana que defienden los conceptos de aceptación y contemplación de la imperfección, así como el flujo constante y la impermanencia de todas las cosas.
Kintsugi es el arte japonés de reparar cerámica rota. Si se rompe un cuenco, en lugar de desechar las piezas, los fragmentos se vuelven a unir con una savia de árbol y las grietas se adornan con oro.
No hay intentos de ocultar el daño, sino que se destaca, la práctica ha llegado a representar la idea de que la belleza se puede encontrar en la imperfección.
La ruptura es una oportunidad y aplicar este tipo de pensamiento a instancias de fracaso en nuestras propias vidas puede ser útil.
Los orígenes de esta estética se remontan al periodo Muromachi aproximadamente (aproximadamente de 1336 a 1573), el tercer gobernante de esa era, Ashikaga Yoshimitsu, rompió por accidente su tazón de té, el cual era irremplazable.
Pero hizo que sus propios artesanos resolvieran la situación encontrando un método para hacer algo hermoso a partir del objeto roto y dañado, pero sin ocultar el daño. Y así nació el kintsugi.
El arte del kintsugi está ligado a la filosofía japonesa de wabi-sabi: una visión del mundo centrada en la aceptación de la transitoriedad, la imperfección y la belleza que se encuentra en la simplicidad.
En una era de producción en masa y conformidad, aprender a aceptar y celebrar las cosas imperfectas, como demuestra el kintsugi, puede ser poderoso en lugar de tratar de ocultar los defectos, la filosofía de kintsugi la podemos usar como enfoque de la vida, puede ayudarnos a animarnos cuando nos enfrentamos al fracaso.
(Con información de The Conversation)