A un año de la muerte del futbolista, el caricaturista Miguel Rep publica la biografía Diego nacido para molestar que desde el humor revisa los procesos sociales que permitieron a un ídolo como Maradona
Huemanzin Rodríguez/Ciudad de México
El humorista argentino Miguel Rep, referente de la caricatura en el diario Página 12, ha editado el libro Diego nacido para molestar (Planeta, 2021), es la biografía de la máxima figura del fútbol que lo revisa en sus claroscuros. Desde Buenos Aires, Miguel Rep reflexiona sobre lo que podemos leer en Maradona, idolatrado más allá de Argentina. Un personaje que catalizó los sueños y las esperanzas de una clase social menospreciada que encontró en las victorias deportivas del Pelusa, una razón para justificar la existencia, en medio de tanta pobreza y abuso.
«El libro tiene como antecedente uno que hice en 2019, cuando se celebraban los cien años del nacimiento de Evita y yo hice una biografía titulada Nacida para molestar. El año pasado con la muerte de Diego el 25 de noviembre, la editorial me propuso hiciera algo con el título Diego nacido para molestar. Y ahí empezó una inmersión en el mundo de Maradona. No es que no lo tuviera, siempre estuvimos obligadamente inmersos en el mundo de Maradona, si no era al verlo en el fútbol, era mediáticamente. Siempre había una noticia que te enteraba de lo que le estaba pasando. Así que lo que hice fue ordenar eso para hacer un esqueleto del libro, que sospechaba en unas doscientas páginas. Son seis capítulos, cada uno de ellos es una década a partir de su nacimiento en 1960, luego viene los 70, los 80, los 90, los 2000 y la eternidad. Una vez con eso en mente ordené los hechos por década a través de las imágenes que quería trabajar, con el carácter del humor y a veces con el capricho del dibujante, es decir, el dibujo sobre mi guión. Lo digo porque es complejo hacer una biografía. Suelo escribir primero, ya con los guiones es cuando me pongo a dibujar como si fuera el ilustrador de otra persona. Pero en algunas ocasiones, simplemente parto del trazo. Pasa pocas veces, pero cuando ocurre es cuando más felicidad me da.»
Tu libro empieza con una imagen que reproduce la natividad, Diego nacido en la pobreza, pero tocado por el don. ¿Por qué lo asociaste con la religión?
Mi trabajo comienza con un ángel que lo celebra en el barrio donde nació, porque terminó siendo un semi dios ungido por su pueblo. Y el origen al que te refieres, es algo uy importante. Así como Jesús era pobre, así fue adorado Diego. Hay gente que fundó la iglesia maradoriana. Diego “murió” varias veces y resucitó otras más. El año pasado nos dio la sorpresa de no resucitar más. Pero el mito y la leyenda va a continuar. Y yo, como humorista, lo que hago es acompañar eso de una manera más cercana al cuerpo.
Eso es lo que hice con Evita, que para algunos es una especie de demonio y para otros es un ángel. Como sea está solemnizada y yo como humorista lo que hice fue humanizarla, hacer humor de ella, de sus padecimientos, de cuerpo y de sus alegrías.
¿Diego representa los deseos de una generación en Argentina?
Diego nace el 30 de octubre del 60 y yo en abril del 61. Así que compartimos el sueño generacional y las ambiciones del pobrerío, aunque el barrio del que él viene y del que yo vengo son distintos. El de él es peor, es Villa Fiorito, yo vengo del Boedo que en su entorno hay clase media y clase media baja. Yo podía tener roce con hijos de profesionistas. En el caso de Diego era mucho más grave, sus padres eran correntinos igual que los míos, los dos vienen de la orilla del río Paraná, donde había más gente guaraní. El papá de Diego es descendiente de guaraníes, su mamá tenía algo de croata, y de esa cruza nace un pibe morocho, el primer varón de varios hermanos. Es muy festejado, le dicen Pelusa por pequeño y por tener mucho pelo. Es muy mimado y es el preferido de su mamá Tota. En su infancia padeció hambre y falta de oportunidades, sin embargo, en los 60 había algo en el espíritu de la época, las cosas eran posibles, uno podía hacerlas posibles. Yo no sé por qué cuernos era, pero tanto para mí como para Diego y mis amigos de clase media había oportunidades en un mundo previsible y sin desempleo. Los pequeños de las décadas posteriores cada vez menos oportunidades tienen de ascenso social.
Diego se alimentó de eso, le apoyaron los vecinos, los hinchas se le entregaban cuando en el medio tiempo de los partidos salía él muy joven y daba espectáculos con el dominio del balón, antes de que él jugara con la Asociación Atlética Argentinos Junior. Él divertía a la gente con malabares increíbles. Luego entró a Los Cebollitas, siguió Argentinos Junior, no se cansó de ganar campeonatos, fue goleador y 1979 ganó la copa del mundo juvenil en el mejor equipo que uno podría ver, casi como el Barcelona de Messi. Y después, empieza otro derrotero que es el de los 80, que es su gloria, pero empieza mal. En esa década comienza con el Barcelona, luego con el Mundial ´´’82 en España donde lo expulsan después de una patada a un brasileño. Ese equipo es una metáfora de la Guerra de las Malvinas que ocurría en junio de ese año. Vuelven derrotados, Maradona tarda dos años en volver a la selección nacional, no quiere participar hasta que Carlos Salvador Bilardo lo convence y tiene la gloria en tu país, en el Mundial de México ’86, que tal vez sea el mundial más bello, con esas proezas que hizo en el Estadio Azteca que lo catapultaron como uno de los mejores jugadores de todos los tiempos. Pero todavía le faltaba algo, las proezas post fútbol, es decir, sus críticas al poder, sus frases, su cuerpo abatido.
Hace un momento decías “fue un semi dios”. Recordemos cómo veneraban a los atletas campeones en los juegos olímpicos de la antigüedad, con estatuas les inmortalizaban en el camino al templo de Zeus, es decir, eran humanos cuyas proezas los acercaban a la divinidad y al ser mortales había que recordarlos como campeones a través de las esculturas. También, en esta perspectiva clásica, Maradona tiene mucho de héroe trágico, cualquier persona de una clase social no adinerada o fuera del poder, sólo alcanza las primeras planas de los diarios ya sea en tanga, como futbolista o narcotraficante. Pero eso no significa que haya un final feliz, porque al final las contradicciones humanas y las carencias juegan en contra. Con todos sus dones y todas sus carencias Diego cargó con los deseos y ambiciones de un país. Eso lo podemos ver en tus caricaturas.
Si, y muchas veces vemos que todo termina en una tragedia absoluta. Porque si fuera tragicomedia, sería con final feliz, como La divina comedia, que del Infierno va al Purgatorio y luego al Paraíso. Por eso se llama comedia, transita por horrores, pero termina bien. En el caso de Diego hay muchos pasos de comedia, pero todo termina en tragedia. Es un héroe trágico del que habremos de reflexionar mucho, no porque tú o yo lo necesitemos, si no porque la gente lo necesita.
Es interesante eso que dices de las primeras planas, porque la Villa Fiorito donde nació Maradona, siempre ha sido noticia policial. Y Diego movió esa atención y la pasó para el fútbol. Hoy Villa Fiorito no es el lugar de las redadas, ahora es la cuna de la alegría que generó Diego Armando. Sin saberlo hizo una limpieza necesaria para poder pensar a las villas de otra manera. Porque Villa Fiorito no es solamente el lugar donde nació Diego y vivía su familia, es también el lugar de los vecinos que le apoyaron, es la solidaridad que cuida a alguien cuando lo necesita. Una clave para entender a Diego es el peronismo que aprende de su papá, que no era militante, pero lloró la muerte de los peronistas. El papá fue testigo del primer peronismo y el segundo de Evita que los militares tumbaron en el ’55. Para mí, Diego mueve del mapa lo que siempre fue ominoso y amenazante. Hoy dices Villa y piensas por supuesto en la miseria y la falta de oportunidades, pero también sabes que puede aparecer una perla que salve al clan. Diego tuvo el sueño de jugar fútbol, de jugar un Mundial, pero su mayor sueño fue salvar a la familia, porque nunca olvidó de donde venía. Al regresar del Mundial del ’86, consagrado como jugador, a la semana estaba jugando con un equipo de colectiveros [choferes del transporte público]. Recuerdo que en ese 1986 yo trabajaba en la revista Humor registrado, que se hizo famosa luchando culturalmente contra la dictadura. En 1983 viene la democracia, en el 86 es la primavera de la democracia y el jefe de la revista busca a Maradona para hacerle una nota. En ese encuentro Maradona pregunta: “¿Ustedes tienen equipo de fútbol?” y le dijeron que sí, por supuesto, un equipo de humoristas. Y Diego dijo: “Vengan, yo junto a unos amigos y hacemos un partido”. El jefe rechazó porque imaginó que nos iban a pasar por encima con decenas de goles. ¡Qué importaba! ¡Diego quería jugar con nosotros! Ése era Maradona. Invitaba a los trabajadores de la cultura, como al día siguiente a los carniceros, porque el fútbol era para él, el territorio de la niñez, de la felicidad. Si lo recuerdas jugando fútbol de salón, era maravilloso. Festejaba todos los goles. Él jugaba para ganar y cuando perdía se calentaba como un nene. Esa cualidad de nene la perdió hasta el último año y medio, cuando lo veías maltrecho y ni caminar podía. A ese nene la gente lo celebra, a pesar de los claroscuros, a pesar de las adicciones, a pesar del abuso y maltrato —que tiene que ver con esa idea que ha habido siempre en Argentina del macho alfa y que ahora se empieza a tambalear—. Maradona es un embajador de todo lo bueno y malo, pero es muy argentino.
Al escucharte no puedo evitar pensar en lo que vive Argentina durante ese tiempo. Diego y tú nacen después de la caída de los dos peronismos. En junio 1956 es cuando militares fusilan a civiles falsamente acusados, hechos que registra Rodolfo Walsh (1927-1977) en su extraordinaria crónica periodística Operación masacre. Algo que bien podría ser la noticia de ayer en cualquier país de América Latina. Walsh es desaparecido un año antes del Mundial del ’78 en Argentina. Mundial que no juega Diego y que gana la selección de Argentina dirigida por César Luis Menotti, en medio de una dictadura. Se sabe que como parte de la porra obligaron la participación de prisioneros políticos que estaban recluidos muy cerca del Estadio Monumental donde se jugó la final. Menciono esto por la violencia sistemática de Estado, con las promesas de desarrollo que no terminan de llegar, con sistemas judiciales que funcionan a favor de quienes pueden pagarlos; y entonces el héroe trágico hace un ajuste cuentas, aunque sea momentáneo, como ídolo del fútbol.
Me gusta que me lleves a la literatura. Me encantaría tener una conversación solamente de la literatura y Diego, pues ha sido muy vigilado por la literatura y lo seguirá siendo, por extraño, ambiguo y glorioso… tiene todos los matices. Walsh no lo pudo trabajar porque lo desaparecen en el 77 cuando Diego recién aparecía. Además, no se sabe si tenía apetencia deportiva, estuvo en otros registros, aunque estuvo inmerso en la cultura popular. Walsh era un hombre de derecha, y es la investigación del fusilamiento en los basurales José León Suárez lo que lo lleva a ser un militante, además de su paso por Prensa Latina en Cuba. Todo eso está en mi libro porque son temas de mi vida. Y por ello digo, Diego no es un marciano, Diego es un cruce de cosas. En Diego de alguna manera vez el Martín Fierro, está también la amargura de Walsh, no está directamente Bioy o Silvina que están más en su clase social, aunque sí está el Borges, que fue a los arrabales para construir su épica. Ese pelear hasta morir está en Diego, es un gaucho urbano. Así como Borges es un resumen de lo que le antecedió hasta lo que él vivió, así como Piazzolla bebió de los clásicos para reinventar el tango, así Maradona es el magma de todo. Lo ves en su forma de jugar, en su forma de hablar, en su militancia. Podría haber sido hijo de Evita. Diego era sindicalista, de hecho, creó un sindicato mundial de futbolistas, en el vestuario defendió al equipo, exigió premios para todo el equipo por igual. Eso mejoró la calidad de su fútbol y la calidad de sus equipos. Los futbolistas lo quieren mucho. Por más que se haya peleado o puteado con algunos. Él cuando rompe lanzas es con João Havelange (1916-2016), con Joseph Blatter (1936-), con Julio Grondona (1931-2014), con todos los que explotan a los futbolistas —aunque no se le perdonará, ya no la falta de crítica, la empatía con Carlos Saúl Menem (1930-2021), un presidente que aprovechó a una sociedad argentina frívola de los 90 que no le daba asco el narcotráfico—. Maradona es en mucho el resumen de la marginalidad política y cultural de Argentina.
En el siglo XIX un grupo aniquiló a los indígenas que habitaban las tierras de la actual Argentina, para quedarse con sus tierras, los herederos de esos miserables hoy forman parte de la clase dirigente. El peronismo no fue una revolución, fue una reforma que les molestó mucho que los golpearon ya varias veces. Así va y viene en Argentina, entre el populismo y la clase dirigente.
Esa bipolaridad está en Diego, porque esos desacuerdos y falta de credibilidad que genera el argentino a nivel mundial, también deja espacio para la genialidad. Nunca está todo cerrado. Diego es un gran ganador y un gran perdedor, por eso le aman tanto.
Miguel Rep tiene un podcast de entrevistas titulado El holograma y la anchoa, que puede escucharse en Spotify.
Todas las imágenes forman parte del libro Diego nacido para molestar, cortesía de Miguel Rep.